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Enfermedades virales de los reptiles

PorStephen J. Divers, BVetMed, DACZM, DECZM, FRCVS
Revisado/Modificado jun 2020

Pocos virus se han probado claramente como agentes etiológicos de enfermedad en los reptiles, pero muchos virus se han aislado procedentes de reptiles enfermos. Varios virus se han relacionado de forma suficientemente clara como para considerarlos el agente causal hasta que se demuestre lo contrario. Se encuentran disponibles una serie de pruebas serológicas y PCR virales para el diagnóstico.

Enfermedad de los cuerpos de inclusión (ECI) de las serpientes de la familia de los boidos

Las boas y las pitones son las más afectadas por la enfermedad de los cuerpos de inclusión (ECI), que originalmente se pensó que estaba causada por un retrovirus, pero recientemente se confirmó como un reptarenavirus. Las boas se consideran un hospedador más típico porque muchas están infectadas y pueden albergar el virus durante meses o años con pocos o ningún signo clínico. Los primeros signos, posiblemente desencadenados por cualquier factor que cause inmunosupresión, incluyen un historial de incapacidad para ganar peso, anorexia, pérdida de peso, infecciones bacterianas secundarias, mala cicatrización, disecdisis y regurgitación. En esencia, la ECI debe considerarse en cada caso de boa enferma. Los hallazgos típicos en la fase aguda de la enfermedad incluyen leucocitosis y un panel bioquímico normal. A medida que la enfermedad evoluciona, los recuentos de leucocitos tienden a disminuir a niveles por debajo de lo normal. Los resultados de la bioquímica sanguínea varían en función de lo debilitada y deshidratada que esté la boa, pudiendo aparecer daños en los órganos. Cuando la enfermedad se vuelve crónica, algunas boas muestran signos neurológicos que van desde leves tics faciales y movimientos anómalos de la lengua a la incapacidad de la serpiente para enderezarse cuando se coloca en decúbito dorsal y convulsiones graves.

Se cree que las pitones son los hospedadores más afectados por el reptarenavirus, porque el curso de la enfermedad es más agudo y los signos neurológicos son a menudo más profundos, con la mayoría de las pitones presentando un enfermedad neurológica severa. Aunque la enfermedad puede persistir durante meses o más en las boas, la mayoría de pitones mueren en el transcurso de días o semanas desde la aparición de los signos clínicos.

La exposición a reptarenavirus parece deberse al contacto con fluidos corporales. La reproducción, las heridas producidas por peleas, la contaminación fecal/oral y los ácaros de las serpientes están a menudo implicados en la transferencia del virus. El diagnóstico presuntivo se basa en la historia y en los signos clínicos. Los análisis de sangre varían según el estadio de la enfermedad, pero pocas enfermedades en serpientes causan unos recuentos de leucocitos tan altos en los primeros estadios. En los frotis de sangre, con frecuencia se encuentran cuerpos de inclusión en el citoplasma de los leucocitos. El diagnóstico definitivo se obtiene por PCR y biopsia de los tejidos internos en los que se encuentran los característicos cuerpos de inclusión eosinofílicos (p. ej., el hígado, el riñón, las amígdalas esofágicas y el estómago).

La ECI no tiene curación, y muchos propietarios optan por la eutanasia. No obstante, los propietarios pueden elegir aislar a sus serpientes y tratar con terapia de soporte y medidas paliativas. Es esencial educar a los propietarios para que no vendan los ejemplares infectados o sus crías, ya que esto ha provocado que la enfermedad se haya extendido por todo el mundo.

Retrovirus de los reptiles

También se han encontrado retrovirus en las víboras Russell, las serpientes del maíz y las serpientes reales de California, asociados con tumores malignos. Un retrovirus aislado en un sarcoma de una víbora Russell se designó como virus viperino. Un virus relacionado con este último se aisló en un rabdomiosarcoma de una serpiente del maíz y se denominó retrovirus de la serpiente del maíz.

Adenovirus de reptiles

Los adenovirus se han relacionado con enfermedades hepáticas o GI letales en:

  • Serpientes (víboras de Gabón, pitones bola, boas constrictoras, boas rosadas y serpientes rata).

  • Lagartos (camaleones de Jackson, varanos de la sabana y dragones barbudos).

  • Crocodilianos.

En los dragones barbudos, la vía de transmisión parece producirse por contaminación fecal/oral. Los signos clínicos se observan más comúnmente en dragones jóvenes, pero pueden afectar a los adultos, por lo general en menor medida. Los signos son inespecíficos e incluyen letargo, debilidad, pérdida de peso, diarrea y muerte súbita. La morbilidad es elevada en dragones barbudos jóvenes, pero la supervivencia es mayor con tratamiento de apoyo. La administración de líquidos, la alimentación forzada y los antibióticos para infecciones secundarias pueden ser útiles.

Dado que los signos de la enfermedad en dragones barbudos son leves y se parecen a los causados por coccidios y trastornos nutricionales, es importante confirmar el diagnóstico. Se encuentran cuerpos de inclusión intranucleares característicos en varios órganos internos, principalmente el hígado. Cuando se trabaja con un gran grupo reproductor de lagartos, es práctico sacrificar un ejemplar que tenga fallos para realizar un diagnóstico. El diagnóstico ante mortem solo se puede establecer mediante biopsia hepática. La identificación de adenovirus por PCR a partir de heces frescas puede indicar excreción e infección pero no necesariamente enfermedad.

Los lagartos recuperados deben mantenerse en cuarentena durante al menos 3 meses. Se desconoce la duración de la eliminación del virus después de la recuperación, así que se debe desaconsejar a los propietarios que vendan o intercambien animales previamente infectados.

Herpesvirus de los reptiles

Los herpesvirus se han aislado de tortugas de agua dulce, tortugas terrestres y tortugas verdes marinas. En las tortugas de agua dulce, el virus puede estar asociado con necrosis hepática. En las tortugas terrestres, el virus puede causar necrosis de la mucosa oral acompañada de anorexia, regurgitación y secreción oral y ocular. El tratamiento en las tortugas acuáticas incluye aislamiento, terapia de soporte, la aplicación de aciclovir al 5 % a las lesiones orales y aciclovir por vía sistémica. La enfermedad herpesvírica se diagnostica por PCR, presencia de cuerpos de inclusión intranucleares por citología/histología y la demostración histológica de que existe reacción patológica en el hospedador.

La infección por herpesvirus de las tortugas verdes marinas en cautividad se ha asociado con enfermedad del parche gris y enfermedad pulmonar-ocular-traqueal, mientras que los fibropapilomas afectan a ciertas poblaciones en libertad. Las biopsias de la piel revelan cuerpos de inclusión intranucleares basófilos en las células epidérmicas; pueden observarse partículas virales en el citoplasma por microscopía electrónica. La prueba PCR es frecuentemente el método habitual para identificar la presencia de un herpesvirus. No hay un tratamiento específico, pero la reducción del hacinamiento y el estrés parecen disminuir la incidencia.

La fibropapilomatosis, causada por el alfaherpesvirus 5 quelonido, se ha descrito en tortugas marinas en libertad, especialmente alrededor de Hawái. La ruta de transmisión es desconocida, pero las sanguijuelas actúan como vectores mecánicos. Las masas de color gris a negro varían de tamaño, pudiendo llegar hasta los 20 cm de diámetro. La localización de las masas parece determinar la gravedad de los signos. Las masas que se producen sobre el tejido periocular pueden nublar la visión. Las tumoraciones de las aletas pueden interferir en la natación y en la aptitud para buscar alimentos. También se observan masas internas, principalmente en los pulmones, hígado, riñones y tracto GI. El diagnóstico se establece a partir de las lesiones características y la histología. El tratamiento consiste en la exéresis quirúrgica, con los bordes amplios para ayudar a reducir la reaparición. Algunas tortugas se recuperan espontáneamente, mientras que aquellas con lesiones internas u oculares suelen morir.

Ferlavirus y nidovirus en reptiles

Las infecciones por ferlavirus (Paramyxoviridae) se han documentado en serpientes vipéridas, pero también se han descrito en serpientes no venenosas y lagartijas. Este virus altamente contagioso causa predominantemente signos respiratorios; la transmisión se produce por secreciones respiratorias. Las infecciones bacterianas secundarias se presentan de forma frecuente debido a la inflamación grave iniciada por el virus, y no es inusual observar descarga nasal, ortopnea, pus caseoso en la cavidad oral y dificultad respiratoria. La afectación neurológica, incluyendo temblores y opistótonos, se observa en ocasiones.

Se pueden remitir muestras de tejido pulmonar obtenidas mediante biopsia endoscópica o post mortem para detectar partículas víricas por histología y microscopía electrónica. Se dispone de una prueba de inhibición de la hemaglutinación para medir los anticuerpos contra el paramixovirus ofídico en los zoológicos y colecciones privadas; se debe utilizar un título positivo como herramienta de detección para ayudar a eliminar los animales infectados y evitar que los portadores entren en las colecciones no infectadas. La detección por PCR también está disponible.

No hay un tratamiento específico, pero el tratamiento de soporte y los antibióticos pueden resultar útiles. Los individuos afectados se deben aislar y seguir una higiene adecuada. Aunque está en desarrollo una vacuna, actualmente no es eficaz.

Recientemente se ha descrito un nidovirus (Coronoaviridae) como causa de neumonía y estomatitis en pitones y boas. La detección del virus es posible mediante PCR de hisopos orales y lavados traqueales.

Virus del Nilo Occidental en reptiles

El virus del Nilo Occidental ha dado lugar a brotes epizoóticos en caimanes en cautividad, causando necrosis multiorgánica, granulomas heterófilos, perivasculitis heterófila y meningoencefalitis linfoplasmocitaria. Se han descrito títulos muy altos de viremia en varios reptiles, lo que sugiere que los reptiles pueden desempeñar un papel como hospedador de amplificación.

Papilomas en reptiles

Parece ser que las partículas víricas se transmiten de un lagarto verde europeo a otro a través de las heridas de mordeduras. Los papilomas resultantes tienen un diámetro de 2-20 mm y pueden ser únicos o múltiples. Aunque no hay signos clínicos en la fase inicial, los lagartos afectados pueden volverse letárgicos, anoréxicos y morir. El diagnóstico implica la detección de partículas víricas por microscopía electrónica. El tratamiento consiste en la resección quirúrgica de masas únicas, aunque la recidiva es frecuente. Aislar a los lagartos afectados es quizás el único modo de prevenir la propagación.

Un virus de tipo papiloma también parece afectar a las tortugas de cuello ladeado bolivianas y se presenta en forma de lesiones cutáneas blancas, ovales, distribuidas sobre la cabeza. También se observan lesiones ulcerativas del caparazón, principalmente sobre el plastrón. El diagnóstico acertado se establece identificando las partículas víricas mediante microscopía electrónica. El tratamiento es de soporte y paliativo, y los animales afectados deben aislarse.

Iridovirus en reptiles

Los iridovirus se han descrito en varios quelonios, serpientes y lagartos. Se encontró un iridovirus en una tortuga de Hermann, la cual murió sin signos previos de enfermedad. La anemia progresiva en los geckos australianos se ha relacionado con un iridovirus. Los signos clínicos varían desde ninguno hasta estomatitis, rinitis, conjuntivitis, traqueítis, edema y abscesos cutáneos. En algunos casos, los iridovirus recuperados se han relacionado estrechamente con los ranavirus de los anfibios. Aunque la importancia clínica de varios de estos virus sigue sin estar clara, los iridovirus merecen una atención especial, especialmente en los quelonios.

Otros virus

Se continúan aislando muchos otros virus de los reptiles, pero existe poca información en relación a su diagnóstico, control y tratamiento. Las muertes inexplicables deben investigarse mediante necropsia, con un juego completo de tejidos congelados y retenidos en caso de que estén indicadas las investigaciones virales.