La mayoría de los colelitos en perros y gatos son clínicamente silentes. El diagnóstico de este trastorno ha aumentado después del uso rutinario de la ecografía abdominal como modalidad diagnóstica. Los colelitos son más frecuentes en animales de mediana y avanzada edad, y la incidencia puede ser mayor en perros de raza pequeña. La mayoría de los colelitos en perros y gatos contienen carbonato cálcico y pigmentos de bilirrubinato cálcico y se consideran "cálculos pigmentados". Sin embargo, muchos cálculos no contienen suficiente mineral para ser detectados en radiografías. Los cálculos biliares pigmentados se dividen en dos categorías: los cálculos de "pigmento negro" compuestos principalmente por polímeros de bilirrubina, que reflejan una hiperbilirrubinemia prolongada, y los cálculos de "pigmento marrón" compuestos predominantemente por bilirrubinato cálcico, que se asocian con infecciones bacterianas y estasis biliar. La producción de mucina, potenciada por la inflamación local y las prostaglandinas, une el bilirrubinato cálcico y los polímeros de bilirrubina en agregados de colelito. Este proceso se ve aumentado por la dismotilidad de la vesícula biliar y la estasis biliar.
Hallazgos clínicos y diagnóstico:
La colelitiasis puede asociarse con vómitos, anorexia, ictericia, fiebre y dolor abdominal. Sin embargo, muchos animales permanecen asintomáticos o muestran malestar posprandial (p. ej., estiramiento, posición de alivio, cambio de postura, deambulación). Las características de laboratorio de la colelitiasis reflejan con mayor frecuencia colecistitis o coledoquitis, o colangitis (colelitos intrahepáticos o hepatolitiasis). En animales con litiasis de conductos pequeños, las características clinicopatológicas reflejan la afectación de las estructuras biliares (actividad elevada de FA y GGT). La ictericia solo está directamente relacionada con la colelitiasis asociada con EHBDO o sepsis; por eso, muchos animales con colelitiasis no están hiperbilirrubinémicos. Puede desarrollarse colelitiasis secundaria a la infección, o los cálculos pueden promover la infección secundaria a un traumatismo mecánico derivado de los colelitos. Los animales con DPM, especialmente la malformación de Caroli (saculación de grandes conductos biliares intrahepáticos), están predispuestos a la colelitiasis intrahepática y la infección. En cualquier animal con colelitiasis se justifica vigilar de los signos de sepsis.
El hemograma puede ser normal o reflejar inflamación o infección. Un perfil bioquímico sérico puede ser normal o revelar una elevada actividad enzimática colestásica o evidencia de ictericia obstructiva. La ecografía puede detectar cálculos >2 mm de diámetro en la vesícula biliar; sin embargo, se necesita habilidad y suerte para reconocer los cálculos alojados en segmentos del conducto biliar común o en los conductos biliares hepáticos. En los animales con colelitiasis de conductos pequeños, la biopsia y el cultivo del tejido hepático son necesarios para identificar los procesos patológicos subyacentes y las infecciones bacterianas asociadas.
Tratamiento:
El tratamiento médico de la colelitiasis incluye antibióticos de amplio espectro y un colerético como el ácido ursodesoxicólico a dosis de 15-25 mg/kg, PO, dos veces al día y administrado con la comida, y SAMe a dosis de 20-40 mg/kg/día, administrada con el estómago vacío. La biopsia hepática determina si la terapia inmunomoduladora es apropiada. La vitamina E a 10 U/kg/día puede utilizarse por sus efectos antioxidantes y antiinflamatorios.
Es necesaria la cirugía si los colelitos se asocian a colecistitis, si están causando obstrucción del conducto cístico o si ocluyen el conducto biliar común. El tratamiento eficaz de la colecistitis y la oclusión del conducto cístico requiere una colecistectomía y un lavado del conducto biliar común. Los factores etiológicos de la formación de colelitos deben considerarse cuidadosamente; la retención de una vesícula biliar enferma o con motilidad disminuida aumenta el riesgo de litiasis recurrente o colecistitis necrotizante. En los casos en los que la obstrucción del conducto biliar común no se puede resolver, es necesaria una colecistoenterostomía, seguida de una monitorización a largo plazo en busca de colangitis séptica. Puede ser necesario administrar antibióticos crónicos intervalos para controlar las infecciones retrógradas del árbol biliar a partir de entonces. La biopsia de las estructuras biliares afectadas y del hígado es esencial para determinar si existe una enfermedad primaria subyacente inflamatoria, séptica o neoplásica que predisponga a la formación de colelitos. El tejido (hígado, conducto biliar, vesícula biliar), bilis y colelitos deben someterse a cultivos bacterianos aerobios y anaerobios.
La colecistoduodenostomía y la colecistoyeyunostomía son los procedimientos quirúrgicos más comunes para el bypass biliar en pequeños animales. La anastomosis cistoentérica al duodeno proximal es más fisiológica, porque permite que la bilis entre en el duodeno en una localización que mantiene las respuestas fisiológicas normales en el intestino proximal para permitir la mezcla coordinada de ácidos biliares y enzimas pancreáticas necesarias para la digestión y la asimilación.