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Rotura del árbol biliar y peritonitis biliar en pequeños animales

PorSharon A. Center, DVM, DACVIM
Revisado/Modificado ago 2023

El uroperitoneo biliar se produce cuando la filtración de orina drena en la cavidad peritoneal.

    La rotura del conducto biliar común, del conducto cístico, de los conductos hepáticos o de la vesícula biliar se asocia con mayor frecuencia a colelitiasis, a coledoquitis o a colecistitis necrotizante, a un traumatismo abdominal cerrado o a una neoplasia. En los perros, la colecistitis necrotizante se produce con mayor frecuencia como resultado de un mucocele maduro de la vesícula biliar que estira la pared de la vesícula biliar hasta el punto de causar necrosis isquémica. Independientemente de la causa, la rotura de cualquier porción del árbol biliar puede producir una peritonitis biliar.

    Los signos clínicos pueden ser mínimos al principio del proceso de la enfermedad, y consisten solo en inapetencia y malestar abdominal vago. Con la cronicidad, la bilis libre inicia una reacción inflamatoria (peritonitis química), se acumula un derrame abdominal y se desarrolla ictericia intensa.

    La ecografía debe guiar la recogida del derrame abdominal lo más cerca posible del árbol biliar, porque esto aumentará la detección de cristales de bilirrubina libres y fagocitados y de microorganismos. Las adherencias abdominales se desarrollan con retraso en el diagnóstico y complican la corrección quirúrgica.

    Las intervenciones quirúrgicas son específicas de las lesiones causales y pueden implicar descompresión del árbol biliar, colecistectomía, colecistotomía, coledocotomía, anastomosis biliar-entérica o inserción de una endoprótesis en el conducto biliar. Debe obtenerse una biopsia hepática para identificar una enfermedad hepatobiliar previa o coexistente. Las porciones de la estructura rota, la bilis y el derrame abdominal se deben muestrear y cultivar para detectar bacterias aerobias y anaerobias. El tejido afectado y el tejido hepático adyacente y no adyacente se deben biopsiar. La cavidad abdominal debe lavarse a fondo con solución salina estéril tibia para eliminar la contaminación biliar.

    Se recomienda la cobertura de antimicrobianos frente a probables oportunistas entéricos (bacterias gramnegativas) y microbiota anaerobia, como la ticarcilina, la piperacilina, las cefalosporinas de tercera generación o el enrofloxacino combinado con metronidazol. El tratamiento antimicrobiano debe comenzar antes de la cirugía y, si se confirma la sepsis, continuar durante 4-8 semanas. La selección de los antibióticos debe guiarse inicialmente por los resultados de la citología y la tinción de Gram, y ajustarse en función de los resultados del cultivo y la sensibilidad.

    Los animales con ictericia crónica deben recibir vitamina K1 (0,5-1,5 mg/kg, IM o SC, cada 12 horas, hasta tres dosis) antes de la intervención quirúrgica. Puede ser necesario utilizar plasma fresco congelado para reducir las tendencias hemorrágicas durante la cirugía de urgencia. Se recomiendan antieméticos si el animal está vomitando; se usan antagonistas de los receptores H2 si hay hemorragia entérica, ya que actúan rápidamente. En animales con colelitiasis y en perros con mucocele de la vesícula biliar se recomienda la hidrocoleresis (ácido ursodesoxicólico y S-adenosilmetionina [SAMe]) y los antioxidantes (vitamina E y SAMe) en el posoperatorio.