La cistitis bacteriana es la infección e inflamación de la vejiga urinaria. Los signos clínicos incluyen polaquiuria, hematuria, disuria y orinar en sitios inapropiados. La hematuria puede ser más perceptible al final de la micción. Los animales puede mostrar dolor a la palpación del abdomen caudal, y la vejiga puede notarse engrosada o irregular. En algunas ocasiones, la cistitis bacteriana se diagnostica en animales asintomáticos al realizar un análisis de orina rutinario. La administración crónica de glucocorticoides, el hiperadrenocorticismo, la insuficiencia renal crónica y la diabetes mellitus pueden estar asociados a infecciones asintomáticas del tracto urinario. A veces, los animales sin enfermedades concomitantes pueden presentar bacterias en la orina sin evidencia de una verdadera infección (es decir, invasión de la mucosa de la vejiga e inflamación); esta afección se denomina bacteriuria asintomática.
En el análisis de orina se suele observar un aumento de las proteínas y de la hemoglobina en las tiras reactivas. El recuento total de leucocitos de la tira reactiva (es decir, los nitratos) es inexacto en perros y gatos y no debe utilizarse. El pH de la orina puede ser alcalino (7,5-9) si las bacterias son ureasa positivas (p. ej., Staphylococcus o Proteus). Sin embargo, la orina puede ser alcalina debido a la dieta y a otros factores capaces de afectar al pH de la orina. El sedimento urinario debe examinarse microscópicamente. Un aumento del número de leucocitos, eritrocitos y/o bacterias es compatible con cistitis. Las bacterias se pueden confundir con precipitados de la tinción, por lo que es recomendable filtrar la tinción o evaluar el sedimento sin teñir. La ausencia de bacterias visibles en el sedimento no descarta una infección del tracto urinario.
Si los signos clínicos o el análisis de orina sugieren la existencia de infección, debe realizarse un cultivo de la orina y pruebas de sensibilidad antimicrobiana. La cistocentesis es el método de elección para recoger la muestra, seguido de la cateterización uretral estéril o una recogida libre en la fase intermedia de la micción en un recipiente de recogida estéril. Es necesario realizar un cultivo cuantitativo para interpretar el resultado, a menos que la muestra se haya recogido por cistocentesis. Preferiblemente el cultivo debe hacerse en las 2 h siguientes a la recogida. Si no se dispone de un laboratorio en las instalaciones, la muestra debe refrigerarse y procesarse en un laboratorio en 24 h. Si la muestra no puede refrigerarse, pueden utilizarse kits de recogida comerciales que contienen conservantes para mantener una población bacteriana estable a temperatura ambiente durante 24 h. Son preferibles los laboratorios que pueden proporcionar tanto un cultivo cuantitativo como pruebas de sensibilidad antimicrobiana basadas en la concentración mínima inhibitoria.
Las pautas antibióticas en casos de infecciones que afectan a los tejidos blandos, como la cistitis bacteriana con afectación prostática, deben ser similares a las de la pielonefritis (; más adelante). La cistitis bacteriana no complicada se trata con un antibiótico de amplio espectro que alcance una elevada concentración en la orina, durante 2 semanas. Las opciones iniciales adecuadas incluyen amoxicilina (10-20 mg/kg, PO, cada 8-12 h), cefadroxilo (22-30 mg/kg, PO, cada 12 h), cefpodoxima (5-10 mg/kg/día, aprobado por la FDA solo para perros), trimetoprima-sulfametoxazol (15-30 mg/kg, PO, cada 12 h) o cefovencina (8 mg/kg, SC, día 1 que podrá repetirse pasados 7 días). Se recomienda repetir el urocultivo 3-7 días después del tratamiento, o 21 días después si se emplea cefovencina. Si es positivo, se prescribe un tratamiento con otro antibiótico basado en los nuevos resultados de sensibilidad, durante un periodo de tiempo más largo (p. ej., 3-4 semanas). Las infecciones muy resistentes o recidivantes deben tratarse durante 4-6 semanas. Toda pauta de tratamiento debe ir seguida de un cultivo urinario, incluso si los signos clínicos han remitido. En animales que tienen una historia de infecciones crónicas o recidivantes, debe hacerse un cultivo urinario a los 3-7 días y 3 meses tras el tratamiento. Si ambos cultivos son negativos, se aconseja realizar un cultivo a los 6 y 12 meses tras el tratamiento. Dado que puede desarrollarse resistencia a los antibióticos durante el tratamiento, tras cada urocultivo positivo deben realizarse pruebas de sensibilidad antimicrobiana.
En los animales con cistitis bacterianas recidivantes se debe valorar la existencia de una causa subyacente. Una infección recidivante causada por la misma bacteria se denomina recidiva y es, en esencia, un fracaso del tratamiento. Por lo general esto se debe a una terapia antibiótica inapropiada (es decir, fármaco, dosis o duración del tratamiento inadecuados) y a menudo se produce debido a un factor de riesgo no diagnosticado (p. ej., infección profunda de la pared de la vejiga, pólipos en la vejiga, afectación renal o prostática, enfermedad concomitante). Una infección recidivante en la que se ven implicados diferentes microorganismos se denomina reinfección y suele estár causada por problemas de defensa del hospedador como trastornos de la micción (p. ej., incompetencia uretral), anomalías anatómicas (p. ej., hipoplasia vulvar, uraco persistente, uréteres ectópicos o urolitos) y/o enfermedad concomitante (p. ej., insuficiencia renal crónica, hiperadrenocorticismo o administración crónica de glucocorticoides). Las radiografías abdominales con frecuencia permiten el diagnóstico de urolitos, pero tras una radiografía de exploración negativa, debe realizarse una ecografía, cistoscopia y/o cistouretrografía de doble contraste para descartar urocistolitos radiolúcidos, defectos anatómicos, pólipos y neoplasias. La historia clínica puede revelar un uso crónico de glucocorticoides. Un perfil bioquímico, un hemograma completo y un análisis de orina completo son importantes para descartar enfermedades sistémicas predisponentes, como la enfermedad renal crónica, el hiperadrenocorticismo y la diabetes mellitus. Entre otras consideraciones diagnósticas se incluyen el virus de la inmunodeficiencia felina, el virus de la leucemia felina, el hipertiroidismo en gatos y el hiperadrenocorticismo en perros.
En los casos que responden al tratamiento pero que continúan teniendo episodios frecuentes de cistitis sin una causa identificable, pueden usarse antibióticos profilácticos a bajas dosis para evitar que las bacterias ascendentes den lugar a una infección, de acuerdo con el siguiente protocolo: 1) se ha finalizado la pauta de tratamiento con antibiótico para la infección actual, 2) no deben darse antibióticos durante 3 días para poder realizar un cultivo de orina tras el tratamiento y 3) el protocolo profiláctico comienza inmediatamente. La profilaxis consiste en el uso de un antibiótico de amplio espectro (p. ej., amoxicilina, cefadroxilo) a un tercio de la dosis total diaria, administrada antes de acostarse, de forma indefinida. Cada 6-8 semanas, el antibiótico debe suspenderse durante 3-7 días para obtener una muestra para repetir el análisis de orina y el cultivo. Cada nueva infección debe tratarse con una pauta de antibióticos basada en el cultivo y en los resultados de sensibilidad. El tratamiento antibiótico será probablemente distinto al profiláctico. La administración oral de extracto de arándano y la d-manosa pueden ser útiles. Los tratamientos antibióticos más eficaces (como por ejemplo, fluoroquinolonas, cefalosporinas de segunda o tercera generación) deben reservarse para infecciones resistentes. Si la infección recidivante es resistente al antibiótico profiláctico, este puede utilizarse para futuras profilaxis una vez que se haya erradicado esta infección. Favorecer la evacuación diaria frecuente ayuda a prevenir las infecciones recidivantes. La principal desventaja de usar un protocolo antibiótico profiláctico es el desarrollo de bacterias multirresistentes.