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Neoplasias del aparato urinario en pequeños animales

PorScott A. Brown, VMD, PhD, DACVIM
Última revisión/modificación oct 2013

Neoplasias del riñón

Las neoplasias del riñón son poco comunes y en los perros representan alrededor del 0,5-1,7 % de todas las neoplasias. Las neoplasias benignas son infrecuentes y suelen ser hallazgos accidentales en la necropsia, y suelen tener poca importancia clínica. Se han descrito adenomas, lipomas, fibromas y papilomas.

Las neoplasias renales primarias malignas (excepto los nefroblastomas) son más comunes en los animales de edades medias a avanzadas. No se ha encontrado una predilección racial, con excepción de la predisposición hereditaria para el desarrollo de cistoadenocarcinomas bilaterales y multifocales en los Pastores Alemanes, por lo general de 5-11 años de edad. La neoplasia renal primaria y maligna más común es el carcinoma que se origina en el epitelio del túbulo renal. Suele ser unilateral, localizada en un polo del riñón y bien delimitada. El tamaño varía desde microscópico hasta varias veces el de un riñón normal, y el color puede ser amarillo, blanco o gris. Los carcinomas renales metastatizan rápidamente a otros órganos; el riñón opuesto, el pulmón, el hígado y las glándulas adrenales son los órganos afectados con más frecuencia.

Los nefroblastomas (nefroma embrional, tumor de Wilms) surgen del tejido embrionario vestigial. Se observan en animales jóvenes y, en los perros, se suelen diagnosticar antes del año. No existe predilección racial. La incidencia en los machos es el doble que en las hembras. Los nefroblastomas suelen ser unilaterales, pero en ocasiones son bilaterales. Pueden crecer hasta alcanzar tamaños inmensos, no es infrecuente tener todo el abdomen ocupado por el tumor. Se observan metástasis en los nódulos linfáticos regionales, en el hígado y en los pulmones.

Los carcinomas de las células de transición se producen en el epitelio transicional de la pelvis renal, el uréter, la vejiga o la uretra ( ver Neoplasias de las vías urinarias inferiores). Otras neoplasias renales primarias malignas son raras e incluyen los hemangiosarcomas, los fibrosarcomas, los leiomiosarcomas y los carcinomas de las células escamosas.

Los riñones son una localización común de metástasis o de neoplasias multicéntricas. Las lesiones metastásicas pueden ser unilaterales o bilaterales. El linfosarcoma es el tumor multicéntrico más común que afecta a los riñones. Hasta un 50 % de los perros y gatos con linfosarcomas presentan lesiones renales y, en algunos casos, únicamente están afectados los riñones o los riñones y el cerebro. La afectación renal suele ser multifocal o difusa, intersticial y bilateral, y da lugar a unos riñones grandes e irregulares. El linfosarcoma felino se asocia frecuentemente con la infección por el virus de la leucemia felina.

Hallazgos clínicos:

Los signos no son específicos y pueden consistir en pérdida de peso, anorexia, depresión y fiebre. Las neoplasias bilaterales raramente pueden destruir suficiente tejido renal como para causar una IRC y signos de uremia asociados. Los propietarios más avispados pueden observar bultos en el abdomen del animal o un agrandamiento abdominal. Se puede producir una hematuria persistente, por lo general microscópica. Raramente, los tumores renales pueden producir cantidades excesivas de eritropoyetina, lo cual conduce al desarrollo de eritrocitemia ( ver Eritrocitosis y policitemia).

Diagnóstico:

La historia y los signos clínicos pueden indicar una masa en la zona renal o renomegalia, que puede confirmarse mediante una ecografía o una radiografía, aunque puede ser necesario realizar un urograma excretorio o un arteriograma renal. Las radiografías del tórax pueden revelar una enfermedad metastásica. En ocasiones, se pueden observar células neoplásicas en el sedimento urinario. Se puede obtener una muestra de tejido adecuada para el diagnóstico mediante cateterización. La biopsia cistoscópica puede ser un método eficaz para obtener una muestra diagnóstica en perros con carcinoma de células de transición de la vejiga y la uretra, especialmente en las hembras. En gatos y en perros, la aspiración con aguja y el análisis citológico pueden ser suficientes para diagnosticar un linfosarcoma, particularmente cuando la afectación es difusa, o puede hacerse ecoguiada cuando la enfermedad es multifocal. Para determinar el tipo de tumor, a menudo es necesario realizar un análisis histológico del tejido obtenido mediante cistoscopia, biopsia con aguja o una biopsia quirúrgica en forma de cuña.

Tratamiento:

La ablación endoscópica con láser de diodo guiada por ecografía es prometedora como tratamiento paliativo para los perros con carcinoma de células de transición de las vías urinarias. De otro modo, el tratamiento de todas las neoplasias renales, excepto del linfosarcoma, consiste en la extirpación quirúrgica del tumor; se suele requerir la nefrectomía unilateral. El linfosarcoma se trata mejor mediante una quimioterapia combinada ( ver Linfoma canino). La quimioterapia suele ser ineficaz contra otros tumores aparte del linfosarcoma.

Neoplasias de las vías urinarias inferiores

Las neoplasias de los uréteres, la vejiga y la uretra son infrecuentes en el perro y extrañas en el gato. La baja incidencia en los gatos puede deberse a una diferencia en el metabolismo del triptófano que da lugar a unas reducidas concentraciones urinarias de metabolitos carcinógenos del triptófano. La edad media de los perros y gatos afectados es de 9 años.

En la vía urinaria inferior es más probable que los tumores sean malignos que benignos. Los papilomas, leiomiomas, fibromas, neurofibromas hemangiomas, rabdomiomas y mixomas son poco frecuentes.

Entre los tumores malignos más frecuentes de las vías urinarias inferiores, los carcinomas de células de transición se diagnostican con mayor frecuencia en ambas especies. También se pueden producir carcinomas de células escamosas, adenocarcinomas, fibrosarcomas, leiomiosarcomas, rabdomiosarcomas, hemangiosarcomas y osteosarcomas. Los carcinomas de las células de transición pueden presentarse de forma solitaria, como proyecciones múltiples de tipo papilar que surgen de la mucosa, o pueden desarrollarse como una infiltración difusa del uréter, la vejiga urinaria, la próstata y/o la uretra. Los tumores quísticos de células de transición son más comunes en ciertas razas de perros, particularmente los Scottish Terriers; se han asociado con el tratamiento previo con ciclofosfamida y pueden estar relacionados con la exposición a herbicidas e insecticidas de primera generación. Los tumores de células de transición son muy invasivos y, a menudo, producen metástasis que son más comunes en los nódulos linfáticos regionales y en los pulmones. Las neoplasias ureterales y de la vejiga urinaria pueden causar obstrucción crónica del flujo urinario e hidronefrosis secundaria. Los tumores uretrales tienen más tendencia a causar uropatías obstructivas agudas. Las infecciones bacterianas secundarias e intratables de las vías urinarias están frecuentemente relacionadas con neoplasias de la vejiga y de la uretra.

Hallazgos clínicos:

La hematuria, disuria, estranguria y polaquiuria son los signos más frecuentes. Los animales con obstrucción ureteral e hidronefrosis unilateral pueden mostrar signos de dolor abdominal y presentar un riñón agrandado y palpable. Los signos de uremia pueden ser visibles en animales con obstrucción ureteral bilateral e hidronefrosis, o con una obstrucción uretral. La pared de la vejiga urinaria puede estar engrosada, y la palpación rectal detecta la uretra o la masa o masas uretrales como una cuerda.

Diagnóstico:

La historia y los signos clínicos son muy sugestivos de enfermedad de la vía urinaria inferior en los animales con tumores de la vejiga o de la uretra. El análisis de orina suele revelar hematuria y puede haber signos de infección secundaria. Deben diferenciarse las infecciones crónicas no complicadas de las vías urinarias de las asociadas a las neoplasias. Pueden encontrarse células neoplásicas en el sedimento, especialmente en el caso de los carcinomas de las células de transición. Para los tumores de vejiga en perros, el test de antígenos de tumores de vejiga puede ser útil, aunque se producen falsos positivos. Suele ser necesario realizar un uretrocistograma, un uretrograma retrógrado o una ecografía para determinar la localización y la extensión del tumor. Para el diagnóstico definitivo es necesario realizar una biopsia del tumor en cuestión.

Tratamiento:

La extirpación quirúrgica del tumor, si es posible, es el tratamiento más beneficioso. Los carcinomas de las células de transición se localizan con frecuencia en el trígono vesical o en la uretra y pueden necesitar una cirugía reconstructiva radical de la vía urinaria inferior. El pronóstico es reservado en estos animales, aun con la intervención quirúrgica, ya que la recidiva y las metástasis se producen con rapidez. La radioterapia y/o la quimioterapia con piroxicam, cisplatino, doxorubicina, vinblastina, clorambucilo o mitoxantrona suelen prolongar la vida de los animales afectados. Los perros con carcinoma de células de transición, incluidos los que se están tratando por el tumor, están predispuestos al desarrollo de infecciones bacterianas del tracto urinario, por lo que están indicados los cultivos de orina rutinarios.