Las microfilarias se encuentran comúnmente en la sangre de algunas especies de aves silvestres, pero son raras en las aves de producción, excepto en el sudeste de Asia, donde se producen infecciones asintomáticas en pollos y aves acuáticas. La prevalencia de microfilarias en aves silvestres varía del 3 % al 6 %, pero puede llegar hasta el 20 % en algunas especies como la perdiz nival, los cisnes y los gansos. Cuando los psitaciformes se importaban habitualmente, no era inusual observar microfilarias en su sangre periférica, especialmente en las cacatúas importadas.
En las aves se han encontrado al menos 16 géneros de filarias. Todas tienen un ciclo biológico indirecto, los insectos hematófagos son los hospedadores intermediarios (p. ej., piojos, mosquitos y moscas pequeñas). Los adultos maduran en las cavidades corporales, como los ojos y los ventrículos del cerebro, el aparato respiratorio, el sistema cardiovascular o los tejidos conectivos; algunos producen nódulos subcutáneos característicos.
Las microfilarias pueden ser numerosas en circulación, especialmente en los vasos sanguíneos cutáneos. Las microfilarias pueden observarse en los frotis de sangre. Sin embargo, un frotis de capa leucocitaria obtenido de un tubo de microhematocrito es un método de diagnóstico más sensible. Se ha observado un incremento del número de microfilarias en animales estresados, pero este rara vez causa enfermedad clínica o mortalidad. Una posible excepción es la infección de emús con Chandlerella quiscali, una filaria común del cerebro de los estorninos de vida libre. Los emús afectados muestran signos de enfermedad del SNC (p. ej., tortícolis, ataxia) y tienen encefalitis con necrosis y C quiscali en la lesión. C quiscali aparentemente no produce microfilarias en emús. Se ha utilizado el tratamiento con ivermectina, fenbendazol o levamisol y la extirpación quirúrgica de los parásitos adultos.