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Tularemia en animales

PorJanet E. Foley, DVM, PhD
Última revisión/modificación jul 2020

La tularemia es una septicemia bacteriana que afecta a más de 250 especies de mamíferos silvestres y domésticos, aves, reptiles, peces y personas. Está catalogada como un agente de bioterrorismo de categoría A debido a su potencial de letalidad, diseminación por el aire e implicación social si se liberara. Las manifestaciones clínicas dependen de la especie hospedadora, la subespecie bacteriana y la vía de infección. El diagnóstico se confirma por cultivo, serología o PCR. El tratamiento antibiótico puede ser eficaz si se inicia pronto.

Etiología de la tularemia en animales

El microorganismo causante, Francisella tularensis, es un cocobacilo gramnegativo no esporulado antigénicamente relacionado con Brucella spp. Es un parásito intracelular facultativo que se inactiva por el calor y una desinfección adecuada, pero sobrevive durante semanas o meses en un ambiente húmedo. Puede cultivarse fácilmente en sangre suplementada con cisteína, pero debe diferenciarse de otras bacterias gramnegativas en agar sangre. El estado taxonómico de Francisella se ha revisado y debatido, pero un consenso reciente establece la subespecie F tularensis tularensis, asociada con la tularemia tipo A; F tularensis holarctica, que causa tularemia de tipo B; y un tercer tipo, C, asociado con F novicida, que tiene baja virulencia y es menos común que los otros dos. El tipo A se ha descrito predominantemente en América del Norte y es más virulento; en personas, la tasa de mortalidad puede alcanzar el 30 % si no se instaura tratamiento. El tipo B es menos virulento y se produce tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo.

Epidemiología y transmisión de la tularemia en animales

Entre los animales domésticos, la infección clínica asociada a tularemia se ha sido descrito en ovejas, gatos, perros, cerdos y caballos. Los gatos tienen un riesgo mayor debido a su comportamiento depredador sobre pequeños mamíferos hospedados y parecen tener una mayor sensibilidad, mientras que el ganado vacuno parece ser resistente. Se conocen pocos datos sobre la verdadera incidencia y el espectro de enfermedad clínica en los animales domésticos. Entre los hospedadores silvestres importantes de F tularensis se encuentran conejos y liebres, mientras que los vectores más comunes son las garrapatasDermacentor andersoni (la garrapata de la madera), Amblyomma americanum (la garrapata estrella solitaria), D variabilis (la garrapata americana del perro) y Chrysops discalis (la mosca del ciervo). Los hospedadores animales de F tularensis holarctica son numerosos, e incluyen lagomorfos, castores, ratas almizcleras, ratones de campo y ovejas. Las garrapatas, las moscas, las pulgas y la exposición a fuentes de agua contaminada están asociadas con la transmisión de esta subespecie, que también se ha confirmado que persiste naturalmente en una ameba acuática.

Existen focos naturales de infección en América del Norte y Eurasia. Aunque se encuentra en todos los estados, excepto en Hawái, la tularemia es más frecuente en la zona sur-central y oeste de EE. UU. (p. ej., California, Misuri, Oklahoma, Dakota del Sur y Montana).

La tularemia se puede transmitir por aerosol, contacto directo, ingestión o a través de artrópodos. La inhalación de microorganismos a través de aerosoles (en el laboratorio o como un agente aéreo en un acto de bioterrorismo) puede causar una presentación clínica neumónica. El contacto directo o la ingestión de cadáveres de animales silvestres (p. ej., conejos de cola de algodón) pueden dar lugar a formas de presentación ulceroglandular, oculoglandular, orofaríngea (lesión local con linfadenitis regional) o tifoidea. La inmersión o el consumo de agua contaminada puede originar infección en los animales acuáticos. Las garrapatas pueden mantener la infección de forma transestadial y transovárica, lo que las convierte en eficientes reservorios y vectores.

La fuente más común de infección para las personas y herbívoros es la picadura de una garrapata infectada, pero también corren un riesgo elevado las personas que preparan o ingieren animales silvestres de caza cocinados de modo inapropiado. Los perros, los gatos y otros carnívoros pueden contraer la infección por ingestión de una canal infectada. Se han notificado casos que implican a gatos como origen de la infección en las personas.

Hallazgos clínicos de la tularemia en animales

La presentación clínica de la tularemia depende de la especie hospedadora, la subespecie de la bacteria y la vía de infección. El periodo de incubación es de 1-10 días. La tularemia de tipo A es particularmente patógena para lagomorfos, y también se han descrito infecciones mortales en gatos y primates no humanos. Las ovejas y los gatos pueden estar infectados de forma subclínica o desarrollar bacteriemia, fiebre e infección respiratoria. Los gatos también pueden desarrollar enfermedad ulceroglandular u orofaríngea, presumiblemente a través de la exposición a presas infectadas. Los signos clínicos incluyen:

  • Aumento del pulso y de la frecuencia respiratoria.

  • Tos.

  • Diarrea.

  • Ulceración oral.

  • Polaquiuria con linfadenopatía y hepatoesplenomegalia.

La postración y la muerte pueden producirse en unas pocas horas o días. Los casos esporádicos se reconocen fácilmente por los signos de septicemia. Los brotes en corderos no tratados alcanzan tasas de hasta el 15 % de mortalidad.

Lesiones

Las lesiones más constantes en animales son los focos de necrosis miliar blanquecina del hígado, que en algunas ocasiones se visualizan en el bazo y los nódulos linfáticos.

Diagnóstico de la tularemia en animales

  • La confirmación es por cultivo, serología o PCR.

La tularemia debe considerarse una posible causa cuando los animales de forma individual presentan signos clínicos consistentes de enfermedad septicémica, linfadenopatía generalizada o aguda, o neumonía. La tularemia debería descartarse cuando un número elevado de ovejas muestra signos típicos durante periodos de gran infestación por garrapatas, o cuando se encuentran muertos un elevado número de roedores o lagomorfos. Se ha de evaluar a las ovejas afectadas para detectar tularemia y parálisis por garrapatas, mientras que los agentes etiológicos que se han de considerar en gatos y pequeños mamíferos también deberían incluir la peste y la pseudotuberculosis.

Cuando existe sospecha de tularemia, debe alertarse al personal de laboratorio como precaución para reducir el riesgo de contraer la infección. La dosis infectiva necesaria para transmitir este patógeno es extremadamente baja; por lo tanto, el riesgo de infección durante la necropsia o para el personal de laboratorio es significativo y son esenciales los procedimientos e instalaciones especiales.

El diagnóstico de la infección aguda de tularemia se confirma mediante cultivo bacteriano e identificación de la bacteria, serología o PCR. Los microorganismos pueden aislarse fácilmente a partir de materiales de la necropsia, usando medios de cultivo especiales y protocolos estrictos de protección personal. Una prueba de inmunofluorescencia directa o indirecta, o una prueba de aglutinación en tubo con un título único de ≥1:80, es una prueba presuntiva de exposición, mientras que un aumento de cuatro veces en el título de anticuerpos entre las muestras de suero en fase aguda y convaleciente confirma la infección aguda. La PCR se puede utilizar para confirmar la infección de forma rápida.

Tratamiento y control de la tularemia en animales

  • Los antibióticos pueden ser eficaces si se inician pronto.

  • El control implica reducir la exposición a la vida silvestre y a las garrapatas.

El tratamiento precoz es importante para minimizar el riesgo de letalidad. La estreptomicina, la gentamicina y las tetraciclinas son eficaces a las dosis recomendadas. La administración de gentamicina se debe prolongar durante 10 días. Dado que la tetraciclina y el cloranfenicol son bacteriostáticos, han de prolongarse durante 14 días para minimizar el riesgo de recidiva.

Debido al importante ciclo biológico selvático (fauna silvestre y garrapata) de Francisella, el control implica la reducción de las infestaciones por artrópodos y la limitación de la exposición a la fauna silvestre (p. ej., manteniendo a los gatos y perros en el interior). En algunos territorios, la tularemia en animales se debe notificar a las autoridades de la salud pública.

Puntos clave

  • La tularemia es una enfermedad potencialmente mortal de numerosos hospedadores, que incluye a las personas, con una presentación muy variable.

  • Hay múltiples subespecies de Francisella tularensis, con diferentes tipos de patogenicidad, ciclos ecológicos y distribuciones geográficas. Las garrapatas y los animales silvestres son las principales fuentes de riesgo para las personas y los animales domésticos.

  • Es necesario un índice de sospecha para diagnosticar y tratar la tularemia de forma eficaz.

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