Las perras y las gatas deben parir en un área familiar, donde no se las vaya a molestar. Un entorno desconocido o la presencia de personas extrañas pueden impedir el parto, interferir con la bajada de la leche o afectar negativamente a los instintos maternales. Esto se aplica especialmente a animales jóvenes o primíparos. La aprensión o nerviosismo de la madre puede desaparecer a las pocas horas, pero, mientras tanto, los neonatos deben recibir calostro y mantenerse calientes; el amamantamiento debe supervisarse de cerca. El uso de acepromacina a dosis bajas (0,01 mg/kg, PO, 2-3 veces al día) puede relajar eficazmente a las madres nerviosas y no sedar a los neonatos de forma detectable ni interferir con la producción de leche.
Una madre nerviosa puede no hacer caso a sus crías o darles demasiada atención. Ella puede lamer y morder el muñón umbilical, provocando una hemorragia o dañar la pared abdominal del neonato, pudiendo dar lugar a una evisceración. El aseo excesivo del neonato puede impedir que mame. Si el instinto maternal se inhibe, la madre puede acostarse en decúbito ventral y no permitir que los neonatos mamen o dejarlos abandonados. No es raro observar que la madre levante a los cachorros y los coloque de modo distinto en la caja, especialmente después del parto de cada cachorro; sin embargo, ella debe asumir la posición normal de lactancia.
La principal enfermedad metabólica asociada con la gestación es la hipocalcemia puerperal. Es poco frecuente en gatas y más común en perras que pesan <20 kg, exacerbada por una nutrición perinatal inapropiada (suplementación calcio/fósforo excesiva o dieta prenatal no equilibrada).
La metritis y mastitis son enfermedades inflamatorias frecuentes en el periodo de posparto. La retención de una placenta o de sus restos puede causar metritis. Los signos incluyen esfuerzo continuo como si estuviera de parto, presencia de una masa fusiforme asociada con el útero (que se identifica mejor por medio de una ecografía), descarga vulvar anormal; fiebre y letargo a medida que se desarrolla la infección. Si se administra en las 24 horas siguientes al parto, la oxitocina puede causar la expulsión de la placenta; si la oxitocina es ineficaz, la prostaglandina F2α (0,1 mg/kg, SC, cada 12-24 horas) o el cloprostenol (1-3 mcg/kg, SC, cada 12-24 horas hasta el efecto) por lo general pueden inducir la expulsión de la placenta.
La mastitis es más común en las perras que en las gatas. Las bacterias asociadas con las mastitis suelen ser coliformes o Staphylococcus spp. La galactostasis, igual que la manipulación manual excesiva de las glándulas mamarias, puede predisponer a las perras a una mastitis. Se deben observar las glándulas mamarias para asegurarse de que todos están siendo amamantados. Pueden coexistir mastitis y metritis.
La hemorragia uterina pospuerperal significativa es rara. Se pueden administrar oxitocina (<24 h después del parto) y prostaglandinas si el útero está sano; se debe realizar una ovariohisterectomía si la hemorragia no cesa y es significativa (es decir, causa pérdida de sangre). Se debe realizar el cribado de una coagulopatía subyacente y el tratamiento apropiado.
La subinvolución uterina ocasiona manchados hemorrágicos durante >12-16 semanas (el periodo de involución normal en las perras). El tratamiento es innecesario, excepto si la pérdida de sangre es significativa, ya que este trastorno se resuelve espontáneamente. La fertilidad futura no se ve afectada.
La agalactia (a menos que sea causada por una enfermedad grave) es rara en las perras y gatas. La determinación de que la lactancia es adecuada debe realizarse antes de elegir la zona de sección para la cesárea. Si es necesaria la cesárea de urgencia, se indica la intervención independientemente del estado de la lactancia (véase más adelante). Las perras y las gatas con una lactación inadecuada a término deben evaluarse bien en busca de trastornos metabólicos o inflamatorios (metritis, eclampsia, mastitis), estado nutricional y de hidratación o dolor periparto y tratarlo adecuadamente.
Puede ser necesaria la valoración de un hemograma, de un perfil bioquímico, de una secreción vaginal y la evaluación ecográfica del útero. La presencia normal de calostro (por lo general poco copioso) no debe confundirse con agalactia. El nivel de bienestar de los neonatos y el aumento diario de peso (después de las primeras 24 h) indica que existe una lactación adecuada. La bajada de la leche se promueve por la liberación de la oxitocina, un reflejo desencadenado por los cuidados de la madre; por eso los neonatos deben pasar el tiempo adecuado mamando. La interrupción del eje hipófisis-ovario-glándula mamaria puede desencadenar una agalactia idiopática. La agalactia puede estar asociada con un parto prematuro. La agalactia iatrogénica puede resultar de la suplementación con progesterona durante la gestación y debe evitarse a menos que sea esencial.
Ya que los estrógenos promueven la lactogénesis, la idoneidad del desarrollo mamario debe evaluarse antes de retirar los ovarios si la ovariohisterectomía se elige en una cesárea. La ovariohisterectomía en la cesárea se asocia con una mayor morbilidad y mortalidad secundaria a la hemorragia, prolonga el tiempo de anestesia y es un procedimiento más invasivo para la madre. El amamantamiento de las crías también se retrasa.
Se puede estimular una lactación inadecuada si el tratamiento es rápido. Deben administrarse minidosis de oxitocina (0,5-2 U/dosis, SC, cada 2 h). Los cachorros deben retirarse de la madre antes de cada inyección y devueltos 10 min más tarde. Se debe suplementar adecuadamente a los cachorros para asegurar su supervivencia, pero no excesivamente, para que mamen con fuerza. Las glándulas mamarias deben despojarse suavemente a mano si la succión no es vigorosa. La administración conjunta de metoclopramida (0,1-0,2 mg/kg, SC, 3-4 veces al día) estimula la liberación de prolactina. La tranquilización leve con acepromacina puede facilitar también la bajada de la leche. El tratamiento debe continuar hasta que la lactación sea la adecuada, por lo general durante 12-24 h más.