Cortesía del Servicio de Oftalmología Comparativa de la UC Davis.
La uveítis anterior o iridociclitis se diagnostica comúnmente en perros, gatos y caballos, pero también se observa en otras especies. Se confunde a menudo con otras afecciones inflamatorias de la córnea y/o conjuntiva, por lo que es importante evaluar cuidadosamente a los pacientes para detectar esta afección.
Los signos clínicos de la uveítis anterior aguda incluyen:
Blefaroespasmo.
Hiperemia epiescleral y/o conjuntival.
Edema corneal difuso.
Miosis.
Llamarada acuosa (indicativa de proteínas y/o células en la cámara anterior).
Fibrina en la cámara anterior.
Hipopion.
Hipema.
La uveítis anterior crónica, además, puede presentar sinequias anteriores o posteriores, precipitados queráticos, discoria o forma irregular de la pupila, cataratas y glaucoma secundario. La PIO es normalmente baja en pacientes con uveítis anterior aguda, pero se puede observar una PIO normal o elevada si el drenaje acuoso está disminuido u obstruido por la inflamación. Siempre se ha de realizar una tinción con fluoresceína para evaluar la presencia de úlcera corneal simultánea.
La uveítis anterior puede estar causada por otros trastornos oculares, como traumatismos contusos o penetrantes, cataratas, un reflejo neurogénico por ulceración corneal, inestabilidad del cristalino y neoplasia intraocular. Se deben sospechar enfermedades sistémicas, especialmente cuando están afectados ambos ojos. Estos incluyen enfermedades infecciosas y autoinmunes y neoplasias metastásicas. El pronóstico y tratamiento dependen de la causa subyacente.
Independientemente del diagnóstico, la terapia suele incluir:
Corticoesteroides tópicos y/o sistémicos o AINE.
Midriáticos tópicos.
Otros fármacos dirigidos a etiologías específicas.
La uveítis anterior crónica o recidivante (p. ej., el síndrome uveodermatológico en perros) es más difícil de tratar debido a la alta probabilidad de desarrollar cataratas secundarias, glaucoma o phthisis bulbi.