La función de los glóbulos blancos (también llamados leucocitos) es la de defender al organismo frente a las infecciones. Hay dos tipos principales de glóbulos blancos: los fagocitos y los linfocitos.
Fagocitos
Los fagocitos (de la palabra griega que significa "comer") son células del torrente sanguíneo y los tejidos que rodean y consumen partículas extrañas, material de desecho celular y bacterias. Su función principal es la de defenderse de los microorganismos invasores.
Hay dos tipos de fagocitos: los granulocitos y los monocitos. Los granulocitos protegen contra las bacterias, los parásitos y los hongos. Algunos tipos de granulocitos están implicados en las reacciones alérgicas. Los neutrófilos son los más numerosos de los glóbulos blancos y constituyen la primera línea de defensa contra la invasión bacteriana. Otros granulocitos, conocidos como eosinófilos y basófilos, están implicados tanto en la protección contra algunos parásitos como en las reacciones alérgicas. Los monocitos viajan desde la sangre a los tejidos, donde se convierten en células llamadas macrófagos, que consumen partículas extrañas y desechos celulares.
Como ocurre con los glóbulos rojos, la producción y el número de fagocitos están estrechamente regulados por mensajeros químicos de la sangre. A diferencia de los glóbulos rojos, que permanecen circulando en la sangre, los fagocitos utilizan los vasos sanguíneos como vía de acceso a los tejidos. Debido a esto, el número de fagocitos en la sangre puede proporcionar una indicación de las circunstancias en los tejidos. Por ejemplo, el número de neutrófilos aumenta en presencia de inflamación. Un número anormalmente bajo de neutrófilos circulantes (debido a insuficiencia de la médula, fármacos o tóxicos) puede disminuir la resistencia a las infecciones bacterianas. Finalmente, aquellos elementos que producen fagocitos pueden volverse cancerosos, dando lugar a una enfermedad llamada leucemia mielógena.
Linfocitos
Los linfocitos son glóbulos blancos que reconocen y se defienden contra organismos infecciosos específicos. También rechazan tejidos extraños y células cancerosas. La producción de linfocitos en mamíferos comienza en la médula ósea. Los linfocitos se convierten después en linfocitos T, linfocitos B o células natural killer. Los linfocitos destinados a proteger a las células de las enfermedades viajan al timo (un órgano situado en la base del cuello), donde se convierten en linfocitos T bajo la influencia de hormonas. Los linfocitos T son responsables de una variedad de funciones, especialmente la lucha frente a las infecciones víricas y las células cancerosas. La mayoría de los linfocitos T permanecen en los vasos sanguíneos, pero algunos también están presentes en el bazo y los nódulos linfáticos. Los linfocitos B producen anticuerpos que recubren a los organismos invasores o sustancias extrañas, marcándolos para su eliminación por el sistema inmunitario. Por ejemplo, los anticuerpos pueden cubrir las bacterias facilitando que los fagocitos los engullan. Las células natural killer y algunos tipos de linfocitos T (p. ej., linfocitos T citotóxicos) destruyen el material extraño, mientras que los anticuerpos y otros linfocitos T (linfocitos T colaboradores) estimulan a otras partes del sistema inmunitario a hacerlo. Si los linfocitos están reducidos o son anómalos, el gato es inmunodeficiente y sensible a una amplia variedad de infecciones.
Las moléculas de anticuerpos se denominan inmunoglobulinas. Incluyen varias clases, cada una de las cuales tiene una función diferente. Por ejemplo, una clase (IgA) se suele encontrar en los pulmones y los intestinos; otra (IgM) es el primer anticuerpo producido en respuesta a microorganismos extraños recién reconocidos; una tercera (IgG) es el principal anticuerpo en el torrente sanguíneo y una cuarta (IgE) está implicada en las reacciones alérgicas.
Los linfocitos suelen actuar de forma apropiada para librar al organismo de los "invasores" extraños que causan enfermedades. Tiene lugar una respuesta inapropiada cuando se producen anticuerpos contra las propias células del organismo, como los glóbulos rojos. Esto puede dar como resultado lo que se denomina enfermedades autoinmunitarias (literalmente, enfermedades inmunitarias dirigidas contra uno mismo), como la anemia hemolítica inmunomediada. Otra respuesta inapropiada del sistema inmunitario es la alergia. Cuando las células marcadas con anticuerpos se exponen a un alérgeno, la reacción alérgica puede ser leve (urticaria) o potencialmente mortal (anafilaxia).
La linfocitosis, un aumento en el número de linfocitos circulantes, puede producirse como respuesta a la secreción de epinefrina (una hormona también conocida como adrenalina). Una reducción en el número de linfocitos circulantes en la sangre puede estar causada por corticoesteroides u hormonas secretadas durante momentos de estrés.
También pueden aparecer tumores malignos originados en un nódulo linfático (linfoma) o leucemia linfoide.
Para más información
Consulte también el contenido para veterinarios sobre los glóbulos blancos.