La hepatitis infecciosa canina es una enfermedad mundialmente contagiosa que afecta a los perros y cuyos signos varían desde una ligera fiebre y congestión de las membranas mucosas hasta una depresión grave, reducción grave de los glóbulos blancos y deficiencia en la coagulación de la sangre. En los últimos años, la enfermedad aparece en muy escasas ocasiones en áreas donde se utiliza la inmunización rutinaria.
La hepatitis infecciosa canina está causada por un virus, el adenovirus canino 1. La ingestión de orina, heces o saliva de perros infectados es la vía de infección más común. Los perros que se recuperan excretan el virus por la orina durante al menos 6 meses. El virus se dirige al revestimiento de los vasos sanguíneos, el hígado, los riñones, el bazo y los pulmones, aunque ocasionalmente se ven afectados otros órganos. Los daños renales a largo plazo y la opacidad de la córnea del ojo ("ojo azul") son consecuencia de las reacciones del complejo inmunitario tras la recuperación de la enfermedad.
Los signos varían desde una ligera fiebre hasta la muerte. La tasa de mortalidad es más elevada en los perros muy jóvenes. El primer signo es una fiebre superior a 40 °C, que dura 1-6 días y suele presentarse en dos etapas. Si la fiebre es de corta duración, un recuento bajo de glóbulos blancos puede ser el único otro signo. Si la fiebre dura más de un día, se desarrollan otros signos de enfermedad, como un aumento de la frecuencia cardiaca. El día después de producirse el aumento de la temperatura, el recuento de glóbulos blancos desciende y se mantiene bajo todo el periodo febril. Las anomalías de la coagulación pueden dar lugar a hemorragias espontáneas que pueden ser difíciles de controlar. La gravedad del problema de coagulación parece estar relacionada con la gravedad de la infección. Otros signos de infección incluyen apatía, pérdida de apetito, sed, inflamación de los ojos y secreción acuosa de los ojos y la nariz. Ocasionalmente puede haber dolor abdominal y vómitos. La nariz y la boca pueden estar enrojecidas o cubiertas de pequeños hematomas. Pueden aparecer amígdalas agrandadas e hinchazón de la cabeza, el cuello y el tronco.
No se suelen observar signos respiratorios en los perros con hepatitis infecciosa canina. Aunque la afectación del sistema nervioso central es inusual, los perros gravemente infectados pueden desarrollar convulsiones (ataques) por daño cerebral. También puede producirse una parálisis leve, causada por una hemorragia en el cerebro. Una vez recuperados, los perros comen bien, pero aumentan lentamente de peso.
Por lo general, el inicio brusco y el sangrado sugieren un diagnóstico de hepatitis infecciosa canina, pero se necesitan pruebas de laboratorio para su confirmación.
Debido a la pérdida de sangre, pueden ser necesarias las transfusiones de sangre para tratar a los perros gravemente enfermos. Además, a menudo se administran fluidos intravenosos. Su veterinario probablemente le recomendará un tratamiento con un antibiótico de amplio espectro. Aunque la opacidad de la córnea del ojo no suele necesitar tratamiento, el veterinario puede prescribir una pomada ocular para aliviar el espasmo doloroso que a veces se asocia con esta. Los perros con opacidad corneal deben protegerse de la luz brillante.
La vacunación es la medida preventiva más utilizada y suele administrarse junto con las vacunas frente al moquillo. Siga las recomendaciones de su veterinario sobre la frecuencia de las vacunas apropiadas.
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