La bioquímica clínica se refiere al análisis del plasma sanguíneo (o suero) para una amplia variedad de sustancias (sustratos, enzimas, hormonas, etc.) y a su uso en el diagnóstico y seguimiento de enfermedades. También incluye el análisis de otros fluidos corporales (p. ej., orina, líquidos ascíticos, LCR). Una prueba rara vez es específica de una afección clínica. A continuación, se proporcionan listas de verificación básicas de los factores que afectan a los analitos más comúnmente solicitados. Por tanto, en lugar de seis pruebas que confirman o descartan seis posibilidades, un grupo bien elegido de estas puede proporcionar información que apunta a una amplia variedad de afecciones diferentes mediante el reconocimiento de patrones. Las pruebas bioquímicas deben ir acompañadas de una hematología completa, ya que la evaluación conjunta de ambas es esencial para el reconocimiento óptimo de muchos de los patrones de enfermedad más característicos ( ver Hematología clínica).
Antes de colectar las muestras, se debe establecer una lista de diagnósticos diferenciales basada en la historia y el examen clínico. Luego se pueden agregar pruebas adicionales apropiadas al panel básico que se muestra más adelante.
Hacer un diagnóstico implica establecer una lista de diagnósticos diferenciales basados en la historia y la exploración clínica. Según esta lista, se pueden seleccionar pruebas para incluir o excluir tantos diferenciales como sea posible. Sin embargo, es posible que sean necesarias más pruebas hasta que quede una lista original para determinar el diagnóstico. Si se excluyen todos los diferenciales, la lista debe revaluarse. No es una buena práctica solicitar pruebas sin una lista diferencial sensible, a menos que el animal no presente signos clínicos definitivos.
Panel de pruebas básicas:
La mayoría de laboratorios veterinarios ofrecen un panel básico de análisis, que representa una investigación mínima aplicable a la mayoría de situaciones generales. Para pequeños animales, un panel típico comprende proteínas totales, albúmina, globulinas (calculada como la diferencia entre los dos primeros analitos), urea, creatinina, ALT y fosfatasa alcalina (ALP). La observación de un color amarillento en el plasma debería ser una indicación para la medición de bilirrubina. Este panel puede modificarse según corresponda para otras especies, como la enzima glutamato deshidrogenasa (GLDH) y/o la gamma-glutamil transferasa (GGT), que son "enzimas hepáticas" más apropiadas para equinos y rumiantes, o las enzimas musculares (CK y AST) para animales atléticos.
El nivel de proteínas totales aumenta debido a deshidratación, inflamación crónica y paraproteinemia. Disminuye debido a sobrehidratación, insuficiencia cardiaca congestiva grave (con edema), nefropatía con pérdida de proteínas, enteropatía con pérdida de proteínas, hemorragia, quemaduras, deficiencia dietética de proteínas, malabsorción y algunas afecciones vírales (especialmente en caballos).
El nivel de albúmina se incrementa debido a la deshidratación. Disminuye debido a los mismos factores que las proteínas totales, además de la insuficiencia hepática.
El nivel de urea se incrementa debido al exceso dietético de proteínas, proteína de baja calidad, deficiencia de carbohidratos, estados catabólicos, deshidratación, insuficiencia cardiaca congestiva, insuficiencia renal, obstrucción uretral y rotura de la vejiga urinaria. Disminuye debido a una dieta baja en proteínas, sepsis grave, efectos hormonales anabólicos, insuficiencia hepática, derivaciones portosistémicas (congénitas o adquiridas) y errores innatos del metabolismo del ciclo de la urea. La medición de urea se usa especialmente para indicar enfermedad renal y, en menor medida, disfunción hepática.
El nivel de creatinina se incrementa debido a disfunción renal, obstrucción uretral y rotura de la vejiga urinaria. Disminuye debido al deterioro de la muestra. Los animales con una gran masa muscular presentan concentraciones de creatinina normales o altas, mientras que los que muestran baja masa muscular presentan niveles de creatinina normales a bajos. La determinación de creatinina se usa especialmente para la enfermedad renal.
La ALT está presente en el citoplasma y las mitocondrias de las células hepáticas, por tanto, aumenta debido al daño hepatocelular. La ALT tiene una semivida de 2-4 h, y aumenta más que la AST, aunque se recupera más rápidamente. Hay aumentos menores relacionados con daño muscular e hipertiroidismo.
El nivel de ALP se incrementa por el aumento de los depósitos óseos, lesión hepática, hipertiroidismo, enfermedad de las vías biliares, daño intestinal, hiperadrenocorticismo, administración de corticoesteroides, barbitúricos y daño tisular generalizado (incluso neoplasia). Las causas más comunes de un incremento de la ALP están relacionadas con la elevación de esteroides circulantes y la enfermedad biliar. La semivida de la ALP es de 72 h en los perros y de 6 h en los gatos. En el gato, los niveles de ALP suelen ser mucho más bajos que en el perro, y cualquier aumento en los gatos se considera significativo. En los perros, unos niveles de ALP cifrados en miles de unidades suelen estar relacionados con un aumento de los niveles de esteroides. Los niveles de ALP y ALT rara vez superan las 1000 U/L, incluso en enfermedades hepáticas graves.
En caballos y rumiantes, el nivel de GLDH aumenta en presencia de daño hepatocelular, y particularmente en la necrosis hepática.
Un aumento de actividad de la GGT indica lesión hepatocelular, especialmente en la necrosis hepática tanto en caballos como en rumiantes.
La CK es la clásica "enzima muscular", y aumenta notablemente en la rabdomiólisis y el tromboembolismo aórtico. En los animales con hipotiroidismo se ha observado un incremento en los niveles de la actividad de la CK. Una leve lesión muscular producida por un hematoma o por la administración de inyecciones IM puede incrementar la actividad sérica de la CK. En perros y gatos, los niveles elevados de CK no suelen tener importancia clínica, a menos que se produzca una enfermedad muscular específica.
El nivel de AST aumenta en presencia de daño muscular y hepatocelular, pero es menos específico que el ALT en pequeños animales. La semivida de la AST es de 5 h en perros y de 77 min en gatos. También se ha descrito un incremento en la actividad de la AST en animales con hipotiroidismo.
La mayoría de los parámetros anteriores se asocian con la función/disfunción hepática y con frecuencia resultan sobreinterpretados. En pequeños animales, aunque en la mayoría de los casos las actividades de la ALT y la ALP se incrementan en patologías hepáticas graves, también pueden superar valores cuatro veces superiores a lo normal en procesos relacionados con cambios grasos del parénquima hepático. Algunos laboratorios reciben frecuentemente biopsias hepáticas caninas con incrementos significativos de enzimas hepáticas y ácidos biliares >80 micromoles/L con histología normal. La razón que podría justificar este hecho es desconocida.
Por lo general, los niveles de enzimas plasmáticas disminuyen debido al deterioro de la muestra. En raras ocasiones, la atrofia o fibrosis de un órgano conlleva un descenso de actividad de las enzimas relevantes.
Pruebas adicionales:
Al perfil básico pueden agregarse más parámetros de acuerdo a los signos clínicos presentes para crear perfiles específicos en patologías que cursan con polidipsia, colapso, etc. Estos perfiles están estructurados de tal forma que los posibles diagnósticos diferenciales de una afección patológica muestran alteraciones típicas similares. Por ejemplo, a una batería para polidipsia, se le puede añadir calcio, glucosa y colesterol. El calcio permite reconocer afecciones como el hiperparatiroidismo u otras causas de hipercalcemia (que causan polidipsia e insuficiencia renal). La glucosa puede indicar diabetes mellitus y contribuye al patrón característico del hiperadrenocorticismo, y el colesterol también contribuye a la apreciación del "patrón de Cushing". La insuficiencia renal queda cubierta por los parámetros ya incluidos en el perfil básico. Por el contrario, en un panel de "colapso animal" puede añadirse calcio y glucosa para investigar hallazgos de hipocalcemia o hipoglucemia. El sodio y el potasio se incluyen en la identificación del hipoadrenocorticismo o la hipopotasemia. A continuación se describen los analitos que podrían incorporarse a dichos perfiles.
El nivel de sodio aumenta debido a síndrome de Conn (hiperaldosteronismo), restricción de la ingesta de agua, vómitos y en la mayoría de las causas de deshidratación. Disminuye debido a hipoadrenocorticismo, pérdida de cualquier fluido con alto contenido en sodio, como sucede en algunas formas de enfermedad renal, y suministro insuficiente de sodio en la terapia con fluidos IV.
El potasio se incrementa debido a hipoadrenocorticismo e insuficiencia renal grave (especialmente en casos terminales). Disminuye debido a síndrome de Conn, disfunción renal crónica, vómitos, diarrea y suministro insuficiente de potasio mediante fluidoterapia IV. La hipopotasemia congénita se da en los gatos Burmeses.
El nivel de cloro aumenta en paralelo al aumento de la concentración de sodio y en situaciones de acidosis. Los niveles de cloro disminuyen en alcalosis, vómitos (especialmente después de la comida) y en asociación con hiponatremia.
El nivel total de CO2(bicarbonato) aumenta en la alcalosis metabólica y disminuye en la acidosis metabólica. Es menos útil en la evaluación de trastornos ácido-básicos de origen respiratorio.
El nivel de calcio aumenta debido a deshidratación (también asociado con el incremento de albúmina), hiperparatiroidismo primario (neoplasia de la glándula paratiroides), pseudohiperparatiroidismo primario (neoplasias productoras de péptido relacionado con la hormona paratiroidea, adenocarcinoma perianal o linfosarcoma), invasión ósea de neoplasias malignas, tirotoxicosis (poco común) y tratamiento excesivo de calcio en la paresia posparto. Disminuye debido a hipoalbuminemia, paresia posparto, intoxicación por oxalato, insuficiencia renal crónica (hiperparatiroidismo renal secundario), pancreatitis aguda (ocasionalmente), interferencia quirúrgica con la glándula paratiroides e hipoparatiroidismo idiopático (autoinmune).
El nivel de fosfato aumenta debido a insuficiencia renal (hiperparatiroidismo renal secundario). Se observan disminuciones de este parámetro en el síndrome de la vaca caída y como parte del patrón de estrés en caballos y pequeños animales.
Rara vez se observan aumentos de los niveles de magnesio, incluso en casos de insuficiencia renal aguda. Disminuye en rumiantes debido a deficiencia dietética, tanto aguda (tetania del pasto) como crónica, y diarrea (infrecuente).
El nivel de glucosa aumenta debido a la ingestión de alimentos ricos en carbohidratos, ejercicio de velocidad, estrés o excitación (incluido el estrés por manejo y muestreo), tratamiento con glucocorticoides, hiperadrenocorticismo, infusión excesiva de fluidos IV que contienen glucosa/dextrosa y diabetes mellitus. Disminuye debido a sobredosis de insulina, insulinoma, hiperplasia de células de los islotes (poco común), acetonemia/toxemia de la gestación, enfermedad febril aguda o por causas idiopáticas (en ciertas razas caninas).
El nivel de beta-hidroxibutirato aumenta en la diabetes mellitus. Es un componente importante de la cetoacidosis y, como tal, también aumenta en la acetonemia/toxemia de la gestación y en situaciones de inanición extrema. Se puede medir tanto en sangre como en orina.
El nivel de bilirrubina aumenta debido a ayuno (efecto benigno en caballos y monos, aunque puede estar causado por lipidosis hepática en gatos), enfermedad hemolítica (por lo general leve), disfunción hepática y obstrucción biliar (intra- o extrahepática). Teóricamente, la hemólisis se caracteriza por un incremento de bilirrubina no conjugada (indirecta), mientras que los trastornos hepáticos y poshepáticos se caracterizan por un incremento de bilirrubina conjugada (directa); sin embargo, en la práctica, esta diferenciación es insatisfactoria. Con la medición de los ácidos biliares se obtiene una mejor apreciación del origen de la ictericia.
Los niveles de ácidos biliares aumentan con el deterioro del transporte de aniones a nivel hepático, por lo general en la disfunción hepática (los ácidos biliares son más sensibles que la bilirrubina para la detección de insuficiencia hepática) y en presencia de derivación portosistémica (congénita o adquirida). Esta última enfermedad se caracteriza por un marcado aumento en la concentración de ácidos biliares tras la ingestión de alimentos, frente a los niveles de ayuno, que pueden ser normales. También aumenta en la obstrucción del conducto biliar; se observa muy poco incremento en la peritonitis infecciosa felina o en casos leves de lipidosis hepática. A veces se pueden observar niveles muy altos sin cambios histológicos estructurales del hígado. Se desconoce el origen de este hecho.
El nivel de colesterol aumenta debido a ingestión de alimentos con alto contenido en grasas, enfermedad hepática o biliar, nefropatía con pérdida de proteínas (y otros síndromes que cursan con pérdida de proteínas), diabetes mellitus, hiperadrenocorticismo e hipotiroidismo. Disminuye en algunos casos de disfunción hepática grave y, ocasionalmente, en el hipertiroidismo.
La lactato deshidrogenasa es una enzima ubicua con varias isoenzimas. La separación electroforética de las isoenzimas es necesaria para localizar la fuente de mayor actividad. Por tanto, tiene un valor muy limitado en la práctica clínica general.
La enzima sorbitol deshidrogenasa aumenta en caballos con daño hepatocelular agudo, aunque es un analito muy lábil.
El nivel de alfa-amilasa aumenta en casos de pancreatitis aguda, aunque en perros también se incrementa en la disfunción renal crónica Por tanto, tiene un uso limitado en el diagnóstico de la pancreatitis. La inmunorreactividad de la lipasa pancreática es a día de hoy la prueba de elección para el diagnóstico de pancreatitis en perros y gatos. La amilasa no es un indicador útil de pancreatitis en los gatos.
El nivel de lipasa aumenta en la pancreatitis aguda en perros (semivida más larga que la amilasa) y, ocasionalmente, en la disfunción renal crónica. La lipasa no es un indicador útil de pancreatitis en los gatos.
El nivel de la inmunorreactividad similar a la tripsina (TLI) disminuye en la insuficiencia pancreática exocrina en los perros. También aumenta (de forma irregular) en la pancreatitis.
Pruebas para el diagnóstico de la enfermedad pancreática:
Pancreatitis:
Las actividades de la lipasa y la amilasa sérica se han utilizado a lo largo de varias décadas para diagnosticar la pancreatitis tanto en personas como en perros. Desafortunadamente, ninguna de estas pruebas es sensible y específica para la pancreatitis en los perros. En un estudio, tras de la pancreatectomía total se mantuvieron actividades significativas de amilasa y lipasa séricas, lo que indica la existencia de otras fuentes de actividad enzimática distintas a las del páncreas exocrino. Además, los datos clínicos sugieren una especificidad para la pancreatitis de solo ~50 % para ambos marcadores. Muchas enfermedades renales, hepáticas, intestinales y neoplásicas de origen no pancreático pueden conducir al aumento de los niveles de amilasa y lipasa. La administración de esteroides puede aumentar también la actividad sérica de la lipasa y causar respuestas variables en la actividad de la amilasa. Por lo tanto, en los perros, los niveles séricos de actividad de la amilasa y la lipasa tienen una utilidad limitada para el diagnóstico de la pancreatitis. Las actividades de la amilasa y/o la lipasa séricas 3-5 veces superiores al límite superior del rango de referencia sugieren el diagnóstico de pancreatitis en animales con signos clínicos compatibles con esta patología. Sin embargo, es importante señalar que ~50 % de los perros que cumplen con estos criterios no presentan pancreatitis. En los gatos, las actividades séricas de la amilasa y la lipasa no poseen valor clínico para el diagnóstico de pancreatitis. Aunque la pancreatitis experimental en gatos pueden mostrar un aumento de la actividad de la lipasa y disminución de la amilasa séricas, estos cambios no son consistentes en gatos con pancreatitis espontánea. En un estudio de 12 gatos con formas graves de pancreatitis, ni la lipasa ni la amilasa séricas presentaron valores por encima del límite superior del rango de referencia.
La TLI determina principalmente el tripsinógeno, que es la única forma de tripsina que circula en el espacio vascular en individuos sanos. No obstante, si la tripsina está presente en el suero, se detecta también por este método. Las concentraciones séricas de TLI pueden medirse mediante ensayos específicos que se han desarrollado y validado tanto para perros como para gatos. En animales sanos, la TLI sérica suele ser bajo, si bien, en la pancreatitis se filtra una mayor cantidad de tripsinógeno al espacio vascular, lo cual puede conducir a un incremento de la concentración sérica de TLI. La activación prematura de la tripsina también puede contribuir a este aumento. No obstante, tanto el tripsinógeno como la tripsina se eliminan rápidamente por los riñones. Además, los inhibidores de las proteinasas eliminan rápidamente cualquier tripsina activada prematuramente, como el inhibidor de la alfa1-proteinasa y de la alfa2-macroglobulina. A su vez, los complejos de alfa2-macroglobulina-tripsina los elimina el sistema reticuloendotelial. Como la semivida de la TLI es corta, se requiere un grado de inflamación activa significativo para aumentar la concentración sérica. La reducida sensibilidad de la TLI canina y felina y el limitado número de laboratorios que determinan estos parámetros de forma rutinaria hacen que la utilidad de la TLI para el diagnóstico de la pancreatitis en estos animales sea limitada.
La inmunorreactividad de la lipasa pancreática (PLI) determina la concentración de la lipasa pancreática clásica en suero. La lipasa sérica mide la actividad enzimática de todas las trigliceridasas presentes en el suero, independientemente de su origen celular. Se han desarrollado y validado ensayos para medir la PLI en suero canino (cPLI) y felino (fPLI) y están disponibles a nivel comercial. La PLI sérica es altamente específica de función pancreática exocrina. Actualmente, la PLI en suero es mucho más sensible que cualquier otra prueba diagnóstica para la detección de la pancreatitis.
También está disponible una prueba semicuantitativa del lado del paciente para el diagnóstico de la pancreatitis canina. Un punto de color más claro que el color del punto de referencia sugiere exclusión de la pancreatitis. Un color más oscuro que el punto de referencia suscita la sospecha de pancreatitis, por lo que debería determinarse la cPLI.
Se han evaluado otras pruebas para el diagnóstico de pancreatitis en perros y gatos, como las concentraciones del péptido activador de tripsinógeno (TAP), TAP urinario, relación TAP urinario:creatinina en la orina, la concentración del complejo de tripsina inhibidor de la alfa1-proteinasa y la alfa2-macroglobulina en suero. Sin embargo, ninguno de ellos ha demostrado ser útil en la clínica.
Insuficiencia pancreática exocrina:
En el pasado, se han utilizado varias pruebas fecales para diagnosticar la insuficiencia pancreática exocrina (IPE). El examen microscópico de las heces en busca de grasa y/o almidón o fibras musculares no digeridos, en el mejor de los casos es útil para sugerir maldigestión. La amplia disponibilidad de pruebas para diagnosticar IPE hace que el examen microscópico fecal no esté justificado a nivel clínico. La actividad proteolítica fecal se ha empleado durante varias décadas para diagnosticar la IPE en pequeños animales. La mayoría de estos métodos no son fiables. Un método, que utiliza tabletas prefabricadas en las que se vierte agar de gelatina, se considera más fiable. No obstante, se han descrito resultados falsos positivos y falsos negativos. El uso clínico de la actividad proteolítica fecal se limita a especies para las cuales no se dispone de ensayos más específicos para estimar la función pancreática, y en áreas donde no se dispone de pruebas más precisas y sofisticadas.
La concentración sérica de TLI es la prueba diagnóstica de elección para el diagnóstico de IPE en perros y gatos. La TLI mide la concentración de tripsinógeno circulante en el espacio vascular. En animales sanos, solo una escasa cantidad de tripsinógeno está presente en el suero. Sin embargo, en perros y gatos con IPE, el número de células acinares pancreáticas está gravemente disminuido. La concentración sérica de TLI disminuye significativamente e incluso puede ser indetectable. El rango de referencia para la TLI en perros es de 5,7-45,2 mcg/L; valores ≤2,5 mcg/L se consideran diagnósticos de IPE en esta especie. Igualmente, el rango de referencia para la TLI en gatos es de 12-82 mcg/L; valores ≤8 mcg/L se consideran diagnósticos Ocasionalmente, los animales con concentraciones séricas de TLI por debajo de los considerados diagnósticos de IPE no muestran signos clínicos. Esto se debe probablemente a la redundancia funcional del tracto GI. Al mismo tiempo, muchos perros y gatos con diarrea crónica y pérdida de peso tienen reducciones leves de la concentración de TLI. A la mayoría de estos animales que padecen una enfermedad crónica del intestino delgado se les debe evaluar en consecuencia. No obstante, un pequeño número de estos perros y gatos pueden presentar IPE. Si no hay evidencia de enfermedad del intestino delgado en estos pacientes, está indicada una terapia con enzimas pancreáticas con revaluación de la concentración de TLI al mes.
La PLI es altamente específica para la función pancreática exocrina y podría utilizarse para diagnosticar IPE. Sin embargo, estudios iniciales mostraron que existe una superposición entre las concentraciones séricas de PLI entre perros sanos y perros con IPE, lo que hace que la medición de PLI sea ligeramente inferior a la de TLI para un diagnóstico preciso. Los ensayos de PLI tanto en perros como en gatos se han optimizado hacia concentraciones superiores, de forma que actualmente no se consideran adecuados para el diagnóstico de IPE en ambas especies.
Se ha desarrollado y validado un ensayo para la concentración de elastasa fecal canina, aunque presenta menor utilidad diagnóstica que la TLI.
Manipulación de las muestras:
La mayoría de las pruebas bioquímicas pueden ser realizadas tanto en suero como en plasma heparinizado. Algunas (p. ej., insulina) requieren suero, mientras que el potasio se mide mejor en el plasma separado inmediatamente posterior a la recogida. La determinación de glucosa requiere plasma con oxalato-fluoruro. Los tubos de recogida con y sin anticoagulante están disponibles comercialmente. Los tubos de plástico son adecuados para sangre con anticoagulante, pero para coagular la sangre deben utilizarse tubos de cristal o de plástico especialmente recubiertos para prevenir la adhesión del coágulo a las paredes del tubo.
Las muestras para análisis bioquímicos han de separarse lo antes posible tras la colección para minimizar las alteraciones causadas por la hemólisis y el escape de fluidos intracelulares (p. ej., potasio). Las muestras con anticoagulante se pueden centrifugar de inmediato, si bien las muestras coaguladas necesitan al menos 30 min para permitir la formación del coágulo. Las muestras con oxalato-fluoruro se hemolizan fácilmente, ya que se interrumpe la respiración celular, por lo que deben separarse de forma rápida. Los geles o perlas de plástico de separación pueden incorporarse al tubo de colección o añadirse antes de la centrifugación.
Las centrifugadoras de tubos grandes aceptarán casi cualquier tipo o tamaño de tubos, pero los rotores requieren un cuidadoso equilibrio. Deben centrifugarse a 3000 rpm durante 10 min. Las centrífugas de microhematocrito de alta velocidad y doble propósito son las preferidas para el uso en la práctica, ya que separan las muestras más rápidamente y se puede usar el mismo aparato para medir el hematocrito. Sin embargo, solo pueden alojar una gama limitada de tubos de pequeño volumen.
Algunos "tubos con gel" pueden proporcionar una separación permanente del suero o plasma, de lo contrario deben separarse en un tubo nuevo. El tubo nuevo debe estar adecuadamente etiquetado. Después, las muestras pueden enviarse a un laboratorio profesional o analizarse en la misma clínica.
Pruebas en el punto de atención:
Algunos análisis bioquímicos se pueden realizar en la clínica sin necesidad de grandes instrumentos analíticos.
El nivel de proteína total se mide por refractometría, utilizando el mismo instrumento usado para medir la densidad específica de la orina siempre y cuando contenga la escala de la proteína total. También es válido para la determinación de proteínas en líquidos ascíticos y pleurales. La unidad de medida puede ser g/dL, en cuyo caso, si se multiplica el resultado por 10 en el SI, se expresa en g/L.
El nivel de urea puede estimarse mediante tiras reactivas cromatográficas, que se correlacionan bien con los métodos estándar de laboratorio. También se encuentra disponible una tira de comparación rápida del color de sangre completa, pero solo detecta hasta ~20 mmol/L y, por tanto, son de uso limitado. No se dispone de un medidor de reflectancia dedicado para la estimación de urea.
Los glucómetros para sangre completa están ampliamente disponibles para uso doméstico en pacientes humanos diabéticos. Estos producen resultados aceptablemente precisos en sangre animal, aunque las hipoglucemias inesperadas se deberían confirmar en laboratorio. Se puede utilizar sangre completa, pero la sangre fluorada o el plasma son las muestras de elección si el análisis no es inmediato.
Los niveles de cetona pueden estimarse en orina (muestra preferida) o en plasma/suero. Esto puede lograrse usando el lector de cetona de una tira reactiva de orina, lo que da un resultado cualitativo. Sin embargo, existen varios instrumentos para medir los niveles de glucosa y cetonas en sangre, incluyendo específicamente el beta-hidroxibutirato.
Los triglicéridos se pueden visualizar en muestras de plasma o suero como lipemia. Si el aspecto lechoso aumenta en la parte superior del tubo, se debe a la presencia de quilomicrones. De lo contrario, el aspecto lechoso lo proporcionan los triglicéridos. Este es un juicio cualitativo; no obstante, es útil, especialmente en pacientes equinos.
El nivel de bilirrubina se puede apreciar también a simple vista en la mayoría de especies. El plasma equino y bovino es normalmente amarillento, lo que dificulta la determinación, pero en otras especies, cualquier color amarillento es anormal e indica aumento del nivel de bilirrubina. La valoración visual de la intensidad y opacidad del color puede proporcionar información adicional.
Otras pruebas incluyen la proteína C reactiva como marcador de inflamación y la troponina cardiaca como marcador de lesión del músculo cardiaco.
Para uso en la clínica de urgencias, los analitos más importantes más allá de los básicos simples son el sodio y el potasio. Un medidor de electrodo específico para iones es el mejor método para su determinación. Existen equipos disponibles que pueden analizar sangre completa, aunque se debe tener cuidado para evitar alteraciones debidas a hemólisis no evidente. También se encuentran disponibles medidores de cuidados intensivos que pueden estimar una variedad de analitos, como la glucosa, la urea y los electrolitos. Sin embargo, estos no se han validado ampliamente en sangre no humana y los resultados deben interpretarse con precaución.
El laboratorio de la clínica:
La ampliación de los servicios de análisis más allá de las urgencias clínicas básicas requiere un instrumento específico capaz de determinar múltiples análisis. Hay dos tipos disponibles: los basados en la fotometría de transmisión/absorbancia (química húmeda) y los basados en la fotometría de reflectancia (reactivos de química seca). La fotometría de transmisión/absorbancia es el método de referencia en el que se basan todos los valores de referencia y las pautas interpretativas. Los métodos de fotometría de reflectancia no siempre se comparan bien con el método de referencia, y es mejor limitarlos a pruebas más simples como la glucosa y la urea. Para aplicaciones más amplias, como el análisis de enzimas, se prefieren los instrumentos de química húmeda.
El análisis en la clínica es inevitablemente más caro que el proporcionado por un laboratorio profesional, y la gama de analitos disponibles es más restringida. Además, es probable que el nivel de precisión o fiabilidad sea menor. Por tanto, sigue siendo una buena práctica considerar el análisis en la práctica como una investigación de emergencia provisional, y que un laboratorio profesional confirme los resultados apropiadamente. La evaluación detallada del laboratorio de casos de pacientes que no sean de emergencia puede derivarse mejor a un laboratorio profesional por razones de coste, precisión, variedad de analitos disponibles y la asistencia del patólogo clínico en la interpretación de resultados.
Si se va a confiar en el análisis en la clínica para la evaluación de casos generales de laboratorio, se debe prestar una atención meticulosa a la garantía de calidad. Las muestras de composición conocida deben analizarse al menos una vez al día para cada analito, tanto en rangos normales como patológicos, y a menos que estén dentro de los límites de tolerancia, no se deben analizar muestras de pacientes. También es muy recomendable participar en un programa externo de validación de calidad. Emplear a un técnico experto resolverá algunos de estos temas, pero tiene implicaciones en cuanto a la disponibilidad de los resultados durante las horas libres y los días festivos. El veterinario encargado del laboratorio es el responsable de la totalidad de los resultados emitidos y está obligado legalmente a demostrar su exactitud y fiabilidad. Si estos no se pueden garantizar al mismo nivel que en un laboratorio de referencia, entonces no se debe confiar en los resultados sin una confirmación externa.