La osteocondrosis es una de las enfermedades ortopédicas del desarrollo más importantes y prevalentes en los caballos. A pesar de que se desconoce su etiología específica, se considera que proviene de una alteración focal en la osificación endocondral, con traumatismo posterior o carga fisiológica que da como resultado la formación de lesiones. El término osteocondrosis se usa actualmente para describir la manifestación clínica del trastorno; sin embargo, se prefiere el término condrodisplasia cuando se hace referencia a lesiones tempranas.
La osteocondrosis tiene una etiología multifactorial que incluye el crecimiento rápido, dieta rica en carbohidratos, desequilibrio mineral y biomecánica (es decir, traumatismo en el cartílago). Se ha implicado la genética, con algunas razas predispuestas (p. ej., Standardbreds y Suecos de Sangre Caliente). El trastorno afecta principalmente al cartílago de crecimiento articular, pero la metáfisis también puede estar implicada. Si el cartílago fisario-metafisario resulta afectado, se alteran los contornos del hueso y su crecimiento longitudinal ( ver Fisitis en caballos). La condrodisplasia en las superficies articulares puede progresar a la formación de colgajos de cartílago o fragmentos osteocondrales (osteocondrosis). En algunos puntos pueden desarrollarse quistes subcondrales ([XRef]). La afectación esquelética axial incluye facetas articulares vertebrales, que pueden estar asociadas con estenosis del canal vertebral y, por lo tanto, ataxia y déficits propioceptivos (es decir, síndrome de Wobbler), pero la relación entre estas afecciones no está clara.
Hallazgos clínicos:
Los signos clínicos de la osteocondrosis equina son difíciles de caracterizar específicamente, debido a la amplia serie de lesiones y puntos implicados. En los caballos jóvenes, muchos casos no presentan signos clínicos detectables y se identifican solo en las radiografías previas a la venta. Además, las lesiones de la condrodisplasia pueden no progresar a osteocondrosis y las lesiones de osteocondrosis observadas radiográficamente pueden resolverse con el tiempo sin producir signos clínicos. En casos graves también pueden desarrollarse otros signos de enfermedad ortopédica del desarrollo.
El signo de presentación más común de osteocondrosis es una distensión indolora de una articulación afectada (p. ej., gonitis, bog spavin). Las excepciones a esto son las articulaciones en las que la tumefacción es difícil de detectar (p. ej., la articulación del hombro, la articulación femorotibial medial), en cuyo caso la cojera es más a menudo el primer signo clínico observado. Los signos clínicos pueden dividirse ampliamente en dos categorías: los observados en potros <6 meses y los observados en animales más viejos. A menudo, el primer signo clínico que se aprecia en potros es una tendencia a pasar más tiempo tumbados. Esto se acompaña con frecuencia de una inflamación articular, rigidez y dificultad en mantener el ritmo del paso de los demás animales en el prado. Un signo adicional puede ser el desarrollo de la conformación vertical de las extremidades. La osteocondrosis del menudillo se produce principalmente en los potros más jóvenes (<6 meses de edad).
La cojera suele estar ausente o es leve, excepto en los lugares mencionados anteriormente en los que los signos más precoces de tumefacción articular son difíciles de detectar. Por ejemplo, las lesiones en el hombro con frecuencia producen cojera de moderada a grave, atrofia muscular, y dolor al flexionar la articulación. Algunos caballos con quistes óseos subcondrales en el cóndilo femoral medial presentan una cojera lo suficientemente grave en la babilla como para sospechar una fractura, y la inflamación solo puede detectarse mediante un examen cuidadoso. También se observan signos más graves cuando los fragmentos osteocondrales se desprenden dentro de la articulación. Esto se ve a menudo en caballos de un año o caballos mayores que presentan rigidez, respuestas de flexión y diversos grados de cojera. Estos signos suelen estar asociados con el inicio del entrenamiento.
Diagnóstico:
Cortesía del Dr. Chris Whitton.
El diagnóstico clínico a menudo se puede establecer basándose en la reseña y los signos. Un diagnóstico más definitivo requiere usar alguna ayuda clínica específica. El examen radiográfico ha sido la forma tradicional de confirmar el diagnóstico; sin embargo, es posible que no se visualicen lesiones tempranas que involucren cartílago sin daño óseo subcondral significativo. En la parte distal de la extremidad las proyecciones oblicuas pueden resultar útiles; en el corvejón, debido a que el punto más común de una lesión es el reborde intermedio distal de la tibia, la mejor proyección es una oblicua plantarolateral/dorsomedial. El examen ecográfico de las articulaciones tumefactas puede ayudar a delimitar el daño articular y la inflamación sinovial y determinar si los fragmentos osteocondrales son intraarticulares o extraarticulares. La forma más acertada para confirmar el diagnóstico es la artroscopia, y la mayoría de los sitios predilectos son accesibles.
La gammagrafía tiene limitaciones en los caballos en crecimiento debido a la alta actividad normal en las fisis y a los sitios de osificación endocondral activa. Es una técnica útil para detectar quistes subcondrales y cambios degenerativos secundarios en caballos mayores. La RM es ideal para el diagnóstico tanto de las lesiones iniciales como de las tardías, pero no suele ser necesario. Además, los sitios que son más difíciles de diagnosticar suelen estar en la parte proximal de la extremidad, donde el acceso es difícil. Las pruebas de laboratorio y la evaluación del líquido sinovial rara vez son útiles, pero pueden usarse para eliminar las causas inflamatorias de las articulaciones inflamadas.
Tratamiento y manejo:
El tratamiento de la osteocondrosis depende de la localización y gravedad de los signos. Los casos leves se curan espontáneamente y un enfoque conservador puede ser conveniente. En animales jóvenes (<12 meses de edad), esto implica un ejercicio restringido durante algunas semanas, combinado con una ingesta reducida de alimento para ralentizar la tasa de crecimiento. Se debe tener especial cuidado para asegurar una suplementación mineral adecuada (p. ej., en casos de sospecha de una deficiencia de cobre). Existe controversia sobre la corrección de la dieta (una vez desarrollados los signos) en cuanto a la cuestión si ello servirá para producir realmente una resolución, pero puede ayudar a limitar o evitar ulteriores casos en ganaderías de caballos. La medicación intraarticular con ácido hialurónico puede ser beneficiosa, pero la inyección de corticoesteroides de acción prolongada no se recomienda en caballos jóvenes en crecimiento.
Los casos considerados quirúrgicos se tratan con artroscopia. Esta técnica ha tenido éxito en la mayoría de los sitios afectados, principalmente el corvejón, la babilla y el menudillo. El cartílago lesionado, los fragmentos osteocondrales y el hueso subcondral afectado se extraen y la articulación se lava extensamente con líquido estéril. El pronóstico después de la eliminación de fragmentos osteocondrales discretos es bueno. En los casos con una lesión osteocondral más extensa, el pronóstico depende de la extensión de la superficie articular que deba extirparse. El pronóstico es malo en los casos con inestabilidad resultante de la pérdida de superficie articular o en los que la osteoartritis secundaria (enfermedad articular degenerativa) está avanzada. Este es a menudo el caso de la osteocondrosis del hombro debido a la dificultad para detectar los primeros signos. Los casos que implican quistes subcondrales tienen un pronóstico reservado, porque estos quistes se encuentran a menudo en áreas importantes de la articulación que soportan peso, y rara vez es posible la restauración de la superficie articular.