La hiperlipemia es la acumulación anormal de lípidos en la sangre, como resultado de la excesiva movilización de grasa corporal ante la gestación, la anorexia o la insuficiencia dietética. A continuación se produce el depósito de lípidos en el hígado. Se produce un círculo vicioso de anorexia, un balance energético negativo persistente e hiperlipemia continua, que finalmente puede dar lugar a insuficiencia orgánica del hígado y los riñones. El tratamiento requiere alimentación forzada o nutrición parenteral, junto con la resolución de cualquier estado patológico primario.
Epidemiología y patogenia de la hiperlipemia y la lipidosis hepática
El alimento de mala calidad o la disminución de su consumo, especialmente durante un periodo de elevadas necesidades energéticas (p. ej., gestación, enfermedad sistémica), puede dar lugar a hiperlipemia, una acumulación de lípidos en la sangre. Esta se produce más comúnmente en ponis, caballos miniatura y burros y, con menor frecuencia, en caballos adultos de tamaño estándar. La patogenia de la hiperlipemia es compleja; es un balance energético negativo el que desencadena una movilización excesiva de ácidos grasos desde el tejido adiposo que conduce a un incremento en la síntesis hepática de triglicéridos y a la secreción de lipoproteínas de muy baja densidad, hipertrigliceridemia simultánea e infiltración grasa del hígado.
En los ponis, la hiperlipemia suele ser un proceso patológico primario asociado con obesidad, gestación, lactación, estrés o el transporte. La hiperlipemia puede ser secundaria a cualquier enfermedad sistémica que produzca anorexia y un balance energético negativo. La hiperlipemia secundaria a enfermedad sistémica puede producirse en caballos de cualquier edad y en cualquier situación. La hiperlipemia secundaria es más frecuente que la primaria en razas miniatura. Las hembras de burros sometidas a estrés son las que tienen un mayor riesgo de padecer hiperlipemia, independientemente de si están gestantes o no. La hiperlipemia se produce con mayor frecuencia en invierno y primavera, cuando la calidad nutritiva de los pastos puede verse afectada pero la ingesta calórica es máxima debido al clima frío y las necesidades gestacionales tardías.
Las alpacas y las llamas pueden desarrollar hiperlipemia y cetonuria tanto en las fases avanzadas de la gestación como de forma secundaria a otros estados patológicos. Los camélidos adultos e incluso las crías jóvenes son sensibles a la lipidosis hepática durante los estados patológicos.
La lipidosis hepática, o enfermedad del hígado graso, es una enfermedad metabólica compleja que se produce principalmente en el ganado vacuno lechero. En las cabras, la lipidosis hepática ha sido asociada con déficit de cobalto. Las lesiones histológicas son compatibles con las que caracterizan la enfermedad del hígado blanco en ovejas.
Hallazgos clínicos de hiperlipemia y lipidosis hepática
Los signos clínicos de hiperlipemia son inespecíficos y variables, y no se deben a la pérdida de la función hepática. Incluyen depresión, anorexia, debilidad, disminución de la ingesta de agua y diarrea. A menudo existen antecedentes de anorexia prolongada, rápida pérdida de peso y obesidad previa. Pueden aparecer emaciación, edema ventral, cólico y temblores. Los valores bioquímicos plasmáticos y las pruebas de coagulación en los caballos miniatura y ponis con hiperlipemia indican que se produce a menudo una alteración de la función hepática. Los animales afectados presentan sangre opalescente y plasma lipémico. La concentración sanguínea de los lípidos totales está incrementada, especialmente en lo que respecta a los triglicéridos, los acidos grasos no esterificados, y a las lipoproteinas de muy baja densidad. Los burros presentan concentraciones plasmáticas de triglicéridos más altas que otros équidos. La hipoglucemia es un hallazgo común en ponis con hiperlipemia, pero no en los caballos miniatura. La concentración total de ácidos biliares suele ser normal. El tiempo de protrombina (TP) y el tiempo parcial de tromboplastina (TPT) pueden estar prolongados. Las actividades de la sorbitol deshidrogenasa (SDH) y la AST pueden ser normales o estar aumentadas. Las concentraciones de BUN y creatinina varían. La anorexia puede producir hipopotasemia. Los animales pueden presentar neutropenia con un incremento de los neutrófilos en banda. Rra vez, se ha descrito pancreatitis concomitante.
El incremento prolongado de las concentraciones séricas de triglicéridos está asociado con la acumulación de lípidos en hígado, riñones, miocardio y músculo esquelético, lo que interfiere con la función de estos órganos. El hígado y los riñones se tornan friables y se puede producir la muerte por rotura hepática aguda.
Las alpacas y las llamas pueden desarrollar hiperlipemia y cetonuria en las fases avanzadas de la gestación, durante la lactación o de forma secundaria a otros estados patológicos. Los signos clínicos, inespecíficos, son letargo, anorexia y postración. Puede aparecer hipertrigliceridemia, hipercolesterolemia, aumento de la actividad de la SDH, acidosis metabólica, azoemia y cetonuria. Puede desarrollarse insuficiencia renal secundaria. Los camélidos parecen ser similares a caballos (hiperlipidemia) y ganado vacuno (cetosis) en cuanto a su respuesta al desequilibrio energético grave producido al final de la gestación. La lipidosis hepática es la causa más frecuente de enfermedad hepática en las llamas y las alpacas. Los camélidos de diferentes edades y necesidades energéticas son sensibles, y la patogenia es multifactorial. Los signos clínicos más comunes incluyen anorexia; pérdida de peso; alta concentración de ácidos biliares, ácidos grasos no esterificados y betahidroxibutirato; niveles elevados de actividad de gamma-glutamil transferasa (GGT) y AST; e hipoproteinemia.
Lesiones
El hígado y los riñones en pacientes afectados de hiperlipemia y lipidosis hepática están a menudo pálidos, infamados, friables y con una textura grasa. Microscópicamente existen grados variables de deposición grasa en los hepatocitos y en el epitelio de los conductos biliares. Los sinusoides hepáticos pueden aparecer comprimidos y anémicos si la infiltración grasa es grave. En ponis y caballos pueden predominar las lesiones macroscópicas y microscópicas del proceso patológico primario.
Diagnóstico de hiperlipemia y lipidosis hepática
Plasma o suero de aspecto graso muy anormal.
Aumentos medibles de los lípidos plasmáticos sin cambios visibles.
Cortesía del Dr. Sameeh M. Abutarbush.
El diagnóstico clínico de hiperlipemia se basa a menudo en los datos identificativos del paciente, la anamnesis, los signos clínicos y la observación a simple vista de una coloración blanca o amarilla en el plasma en équidos. Las concentraciones de triglicéridos en plasma o suero >500 mg/dL confirman el diagnóstico. El colesterol puede verse incrementado, indicando un aumento de las lipoproteínas. Los ácidos grasos no esterificados, las lipoproteínas de muy baja densidad y el beta-hidroxibutirato (en camélidos) también pueden estar incrementados. Las pruebas de laboratorio de disfunción hepática respaldan el diagnóstico.
Tratamiento de la hiperlipemia y lipidosis hepática
Tratamiento de la afección subyacente cuando la hiperlipemia es secundaria a una enfermedad sistémica.
Administración de fluidos intravenosos que contienen glucosa.
Aumentar la calidad de la dieta y la ingesta.
La corrección de la enfermedad subyacente, los fluidos intravenosos y el soporte nutricional son los factores más esenciales en el tratamiento de la hiperlipemia. El soporte nutricional revierte el balance energético negativo, eleva las concentraciones séricas de glucosa, potencia la liberación de insulina endógena e inhibe la movilización del tejido graso periférico. Se debe administrar una solución electrolítica poliiónica que contenga dextrosa suplementaria (7,5-9,0 g/kg/h IV) y potasio (cloruro potásico a 20-40 mEq/L IV, administrado a no más de 0,5 mEq/kg/hora) a los caballos hipoglucémicos e hipopotasémicos. La administración de glucosa puede causar una hiperglucemia refractaria en animales con resistencia a la insulina. Las concentraciones de glucosa, la función renal, la excreción de orina y las concentraciones séricas de electrolitos deben monitorizarse estrechamente.
La nutrición enteral voluntaria es preferible si el animal afectado consume cantidades adecuadas de alimentos de alto valor nutritivo; sin embargo, la mayoría no lo hará. Es prefible la administración frecuente de dietas ricas en carbohidratos y bajas en grasa. La alimentación suplementaria por sonda puede ser necesaria en animales con una ingestión inadecuada. Los preparados enterales ricos en calorías disponibles comercialmente proporcionan un adecuado soporte nutricional a corto plazo. También se pueden utilizar recetas de preparados líquidos caseros para administrar a caballos por sonda nasogástrica. Se necesitan comidas pequeñas y frecuentes, para satisfacer los requerimientos calóricos sin sobrecargar el tracto GI. Los animales deben mantenerse en observación después de cada comida, por si aparecieran signos clínicos de dolor cólico. El peso, el consumo líquido total y la consistencia fecal deben monitorizarse a diario. En los animales que sobreviven, la hiperlipemia suele resolverse en 3-10 días; sin embargo, la nutrición enteral debe continuarse, incluso si se reduce gradualmente, hasta que la ingesta voluntaria de alimentos sea adecuada.
Los caballos totalmente anoréxicos pueden tratarse con nutrición parenteral parcial en la que se omite la porción lipídica de la solución convencional de nutrición parenteral total. La concentración de glucosa en sangre debe monitorizarse al menos dos veces al día para garantizar que la normoglucemia se mantiene en los límites correctos y evitar una hiperglucemia significativa (mayor o igual a 180 mg/dL).
En camélidos, para mantener un consumo de energía adecuado así como para minimizar una movilización posterior de grasa, se puede administrar una alimentación parenteral, complementada con un suplemento enteral. Dada la singularidad del metabolismo de los camélidos, los productos de nutrición parenteral deberán contener mayor concentración de aminoácidos (especialmente aquellos que proporcionen calorías no proteicas) que las fórmulas empleadas con otras especies. Se debe monitorizar cuidadosamente la glucosa porque los camélidos no asimilan bien la glucosa exógena.
Se recomienda la administración de insulina exógena para el tratamiento de la hiperglucemia y la hiperlipemia iatrogénicas, especialmente cuando estas condiciones sean resistentes a tratamientos convencionales. La insulina reduce la movilización del tejido graso periférico al estimular la actividad de la lipoproteinlipasa e inhibir la actividad de la lipasa hormonosensible del adipocito. La dosis apropiada de insulina para caballos no está bien establecida y depende del tipo de insulina utilizada. Cuando se utiliza insulina, la respuesta al tratamiento, incluyendo las concentraciones de glucosa en sangre, se deben monitorizar estrechamente para ajustar la dosis de insulina consecuentemente. Ante un estado de resistencia a la insulina, su administración puede no conseguir hacer bajar los triglicéridos séricos o las concentraciones de glucosa en los animales hiperlipémicos. El tratamiento con insulina en camélidos está descrito como efectivo en el tratamiento de lipidosis hepática.
La heparina se usa en el tratamiento de la hiperlipemia porque potencia la utilización periférica de los triglicéridos y fomenta la lipogénesis mediante la estimulación de la actividad de la lipoproteinlipasa. La heparina puede administrarse por vía intravenosa o subcutánea (pero no intramuscular), con dosis recomendadas de 150 UI/kg SC o IV como dosis de carga, seguida de 125 UI/kg SC o IV cada 8-12 horas. Los ajustes de dosis se realizan basándose en la monitorización del tiempo parcial de tromboplastina activada. El uso de heparina es cuestionable cuando la producción hepática de triglicéridos está elevada y la eliminación periférica de triglicéridos no está afectada. La administración de heparina puede potenciar las complicaciones hemorrágicas y está contraindicada en animales con coagulopatías debidas a disfunción hepática.
La suplementación nutricional para prevenir la hiperlipemia está indicada en caballos miniatura, burros, ponis y caballos y camélidos con enfermedad sistémica asociada a hipofagia y con elevada demanda metabólica.
En ponis con hiperlipemia las variables bioquímicas clínicas no son indicadoras útiles del pronóstico de supervivencia. La mayoría de las veces la supervivencia depende de la capacidad para tratar con éxito la enfermedad primaria. El pronóstico es a menudo malo en ponis, caballos de tamaño estándar y camélidos.
Puntos clave
La hiperlipemia está causada por un balance energético negativo o por un estado patológico primario.
La hiperlipemia se produce con mayor frecuencia en ponis, caballos miniatura y burros y camélidos.
La administración de fluidos intravenosos y glucosa, combinada con el apoyo nutricional, es la clave del éxito del tratamiento.
Algunos pacientes también necesitarán nutrición parenteral parcial, así como tratamiento con insulina y heparina.