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Hepatitis crónica canina

PorSharon A. Center, DVM, DACVIM
Revisado/Modificado ago 2023

La hepatitis crónica canina es un síndrome de inflamación crónica del hígado.

La hepatitis crónica que no se centra en las estructuras biliares es más común en los perros que en los gatos Se ha observado que ciertas razas tienen predisposición a la hepatitis crónica. Un problema importante que contribuye a la hepatitis crónica es la acumulación patológica de cobre. Desde los ajustes dietéticos del tipo de cobre utilizado en los alimentos comerciales para mascotas (óxidos de cobre no biodisponibles reemplazados por quelatos de cobre biodisponibles) ~1997, la prevalencia de la hepatopatía asociada al cobre ha aumentado y es ahora la causa dominante de enfermedad hepática necroinflamatoria crónica en perros en América del Norte.

Aunque varias razas especialmente afectadas (Bedlington Terrier, Labrador Retriever, Doberman Pinscher, Dálmata, West Highland White Terrier, Welsh Corgi, Keeshond y otras), ninguna raza está libre de esta devastadora intoxicación. Dado que la acumulación de cobre en los hepatocitos induce la lesión oxidativa, su presencia aumenta el daño de los hepatocitos iniciado por otros procesos. Hasta que las recomendaciones dietéticas sean modificadas y promulgadas, este será un problema canino continuo.

Excluyendo la hepatopatía asociada al cobre, las afecciones que pueden iniciar la hepatitis crónica incluyen la hepatitis crónica secundaria a procesos infecciosos (es decir, bacteriana, fúngica, protozoaria, rara vez vírica), la lesión hepática inducida por fármacos (DILI) y la lesión iniciada por ciertos factores biológicos, ambientales o químicos tóxicos. Se prefiere la terminología que refleje la supuesta etiología o la predilección racial, como hepatitis crónica asociada a fármacos, hepatitis crónica infecciosa o hepatitis asociada al cobre. La hepatitis crónica idiopática denota una etiología desconocida.

Los cambios histopatológicos suelen ser similares en todos los casos de hepatitis crónica, independientemente de la causa subyacente. Esto implica inflamación linfoplasmocitaria y mediada por macrófagos con tropismos zonales particulares, necrosis unicelular variable o apoptosis, y en la enfermedad avanzada, desarrollo de fibrosis disecante sinusoidal, fibrosis en puente y nódulos regenerativos. La identificación de la satelitosis linfocitaria implica la focalización de linfocitos citotóxicos. Sin embargo, la ausencia de esta observación no descarta la lesión celular mediada por linfocitos. La zona acinar afectada varía algo según la causa subyacente.

Hepatitis crónica con o sin incremento de cobre hepático en West Highland White Terriers

Aunque se ha demostrado que los West Highland White Terriers acumulan un exceso de cobre hepático, no todos los que tienen altas concentraciones de cobre hepático desarrollan hepatitis. Algunos perros con concentraciones hepáticas muy elevadas de cobre mueren de vejez sin lesiones necroinflamatorias del hígado. Aunque los West Highland White Terriers con hepatitis crónica suelen tener altas concentraciones de cobre en los tejidos, se diferencian de los Bedlington Terriers con hepatopatía por almacenamiento de cobre en los siguientes aspectos:

  1. No se ha determinado el modo de herencia.

  2. La acumulación máxima de cobre se produce a los 6 meses y después puede disminuir.

  3. Las concentraciones generales de cobre hepático son más bajas que en los Bedlington Terriers.

  4. No se ha descrito anemia hemolítica.

Se puede observar hepatitis focal en perros adultos jóvenes clínicamente normales. La hepatitis crónica se asocia con anorexia, náuseas, vómitos, diarrea, ictericia y posteriormente ascitis. Primero se desarrolla un aumento de las enzimas hepáticas con la patología focal, seguido de un aumento de las concentraciones de ácidos biliares séricos totales (ABST) y después hiperbilirrubinemia a medida que avanza la gravedad de la lesión hepática. Los cambios histopatológicos incluyen hepatitis necroinflamatoria multifocal con granulomas asociados al cobre y necrosis unicelular, con enfermedad avanzada que culmina en cirrosis.

Los tratamientos se dirigen principalmente al cobre si se comprueba histológicamente una asociación entre la inflamación y la acumulación de cobre.

Hepatitis crónica idiopática

La hepatitis crónica idiopática se define como una enfermedad hepática necroinflamatoria crónica que se perpetúa a sí misma, asociada con un infiltrado inflamatorio no supurativo. Para calificar como un síndrome idiopático, debe haberse buscado rigurosamente la causa subyacente y no haber podido determinarla. La hepatitis autoinmunitaria se incluye en esta clasificación. Se deben realizar prueba de anticuerpos antinucleares, prueba de enfermedades infecciosas endémicas (pruebas de títulos o antígenos), investigación de la exposición a fármacos y tóxicos, así como los antecedentes dietéticos, ambientales y familiares. Los perros de mediana edad o adultos mayores se ven afectados con mayor frecuencia; no hay predilecciones de raza o sexo.

Las características clínicas incluyen anorexia o hiporexia variables, letargo, debilidad, vómitos, diarrea, pérdida de peso, ictericia, poliuria/polidipsia (PU/PD) y, en la enfermedad grave o avanzada, coagulopatías, ascitis y encefalopatía hepática (EH).

Los primeros hallazgos de laboratorio son aumentos persistentes o cíclicos en la actividad de ALT, AST, fosfatasa alcalina (FA) y gamma-glutamil transferasa (GGT). Con el avance de la enfermedad, el aumento de las concentraciones de ácidos biliares séricos totales (ABST) va seguido de hiperbilirrubinemia. Otros hallazgos pueden incluir anemia no regenerativa, leucocitosis e hiperglobulinemia.

En el estadio avanzado de la enfermedad, la hipertensión portal causa el desarrollo de derivaciones portosistémicas adquiridas (DPSA) y los marcadores de laboratorio asociados de microcitosis eritrocitaria, hipocolesterolemia, hipoalbuminemia, tiempo de tromboplastina parcial activado (TTPA) o tiempo de protrombina (TP) prolongados y cristaluria de biurato de amonio.

En esta etapa, pueden manifestarse signos clínicos evidentes de EH. En la fase inicial de la enfermedad, el tamaño del hígado es normal y puede que no haya lesiones ecográficas demostrables. En la fase avanzada de la enfermedad, las radiografías pueden mostrar un hígado pequeño con lesiones nodulares detectadas en la ecografía. Las evaluaciones ecográficas también pueden revelar ascitis y DPSA en perros con lesión hepática avanzada.

El diagnóstico definitivo requiere biopsia hepática para detallar la distribución acinar de la lesión hepática, el tipo de infiltrados inflamatorios, la presencia de remodelado lobular y fibrosis y la acumulación de cobre o hierro.

Los aumentos crónicos, sostenidos e inexplicables de las enzimas hepáticas suelen recomendar la realización de biopsia hepática. Las muestras de biopsia deben enviarse para realizar cultivos bacterianos aerobios y anaerobios y cuantificar el cobre, el hierro y el zinc. Las tinciones de cobre deben correlacionarse con las mediciones cuantitativas de cobre para evitar interpretaciones erróneas.

Las biopsias hepáticas deben ser lo suficientemente grandes para detallar al menos 15 tríadas portales contiguas, y las biopsias deben tomarse de varios lóbulos hepáticos diferentes. Las muestras recogidas solo de "lesiones masivas" aparentes pueden conducir a diagnósticos erróneos. La aplicación de tinciones especiales revelará la localización acinar de la lesión hepática (tinción de reticulina), la presencia de depósitos de colágeno de fibrosis (tinción de tricrómico de Masson), el grado de acumulación de hierro en macrófagos, células de Kupffer y hepatocitos (tinción con azul de Prusia) y la extensión y localización de la acumulación hepatocelular de cobre (tinción con rodanina).

Se recomienda tratamiento de soporte (nutricional, suplementos vitamínicos) y tratamientos específicos para disminuir la inflamación y la fibroplasia y para restaurar el estado antioxidante del hígado. Los antimicrobianos se prescriben inicialmente de forma empírica hasta que los resultados de la biopsia y los cultivos tisulares estén disponibles, y luego se ajustan o suspenden en función de los resultados del cultivo. Los tratamientos adicionales incluyen lo siguiente:

  • Ácido ursodesoxicólico (ursodiol) como hepatoprotector y colerético antiinflamatorio (10-15 mg/kg/día, PO, con alimentos, cada 24 horas o dividido cada 12 horas).

  • Fosfatidilcolina poliinsaturada como antifibrótico (la fuente específica utilizada contiene un 52 % del componente antifibrótico activo dilinoleoilfosfatidilcolina; 25-50 mg/kg, PO con alimentos, cada 24 horas).

  • Vitamina E como antifibrótico y antioxidante (10 U/kg, PO, con alimentos, cada 24 horas).

  • S-adenosilmetionina biodisponible (SAMe) como antioxidante (20-40 mg/kg, PO, con el estómago vacío, cada 24 horas).

Los inmunosupresores se usan solo tras una cuidadosa consideración y exclusión de causas infecciosas o tóxicas y cuando se caracteriza un proceso patológico activo (inflamación no supurativa o piogranulomatosa) en la biopsia hepática. La prednisolona o prednisona se suele iniciar a una dosis de 2-4 mg/kg, PO, cada 24 horas durante 7-10 días, y se ajusta a la baja hasta un nivel de mantenimiento de 0,5-1 mg/kg, PO, cada 24 horas o en días alternos, según la respuesta del paciente.

Si hay ascitis o DPSA se emplea dexametasona en lugar de prednisona o prednisolona, porque es un glucocorticoide sintético que carece de efectos mineralocorticoides. La dosis se ajusta teniendo en cuenta su semivida biológica más prolongada (72-96 horas) y su mayor potencia (7 a 10 veces más que la prednisolona o la prednisona), de modo que la dexametasona se usa en dosis de 0,1-0,2 mg/kg, PO, administrada cada 3 días después de una dosis de carga diaria durante 3 días.

Se usa un agente inmunomodulador adicional al glucocorticoide para permitir la titulación de la dosis de glucocorticoide a la dosis eficaz más baja. Esto disminuye la dosis de cada inmunosupresor, disminuyendo sus efectos adversos y consiguiendo un efecto inmunosupresor multimodal. Los efectos adversos de los glucocorticoides en la enfermedad hepatobiliar crónica incluyen la retención de sodio y agua (que puede exacerbar o favorecer la ascitis), los efectos catabólicos (que pueden propiciar la EH), la ulceración GI y la hemorragia entérica (que pueden precipitar la EH), la pancreatitis, la predisposición a las infecciones secundarias, la intolerancia a la glucosa y el hiperadrenocorticismo iatrogénico (hepatopatía vacuolar de tipo glucógeno).

La azatioprina se usa con mayor frecuencia en dosis de 1-2 mg/kg, PO, cada 24 horas durante 3-5 días, y después cada 48 horas. Pueden no observarse efectos beneficiosos hasta las 8 semanas. Como la azatioprina puede causar supresión de la médula ósea y toxicidad gastroentérica, pancreática y, en raras ocasiones, hepática, son imprescindibles las evaluaciones de seguimiento frecuentes.

Si la azatioprina causa supresión aguda de la médula ósea (en el plazo de 1 mes), el tratamiento se suspende hasta la recuperación y luego se reinicia con una disminución de la dosis del 25-50 %. Si los efectos de la toxicidad en la médula ósea se identifican solo después de la administración crónica (meses), la azatioprina debe suspenderse permanentemente. La pancreatitis y la hepatotoxicidad idiopática son efectos adversos raros que también obligan a suspender el fármaco.

El micofenolato de mofetilo se usa en perros que no toleran la azatioprina o, alternativamente, como inmunosupresor inicial. La dosis recomendada es de 10-20 mg/kg, PO, cada 12 horas, durante 7-10 días, luego cada 24 horas, seguido de la titulación de la dosis según la respuesta del paciente.

La ciclosporina es otro inmunosupresor alternativo usado en el tratamiento combinado. Algunos perros que anteriormente respondían bien a azatioprina han perdido la remisión tras la conversión a ciclosporina. Otros perros que empezaron con ciclosporina como inmunosupresor primario han respondido bien.

En ausencia de ensayos clínicos controlados con placebo para el tratamiento de la hepatitis inmunomediada canina, el tratamiento se individualiza para cada perro basándose en la monitorización secuencial y, a veces, en la biopsia hepática de seguimiento. No se recomienda interrumpir el tratamiento inmunosupresor en perros con hepatitis crónica; si los fármacos se suspenden, deben retirarse gradualmente, con una estrecha monitorización (perfiles bioquímicos séricos).

Debido a que la remisión completa es difícil de evaluar clínicamente, puede ser necesario efectuar una biopsia de seguimiento. En la mayoría de los casos, la actividad de la ALT sérica sirve como marcador indirecto de la actividad de la enfermedad.

El pronóstico es muy variable. Algunos perros viven ≥5 años después del diagnóstico inicial. Los perros con ascitis necesitan restricción de sodio en la dieta y tratamiento con furosemida y espironolactona. Los perros con EH requieren una modificación de las proteínas de la dieta y pueden beneficiarse de la lactulosa y la administración de metronidazol a dosis bajas.

Si la hepatitis inmunomediada se considera el diagnóstico definitivo, se debe considerar cuidadosamente antes de la administración de vacunaciones rutinarias. La estimulación inmunitaria inespecífica puede estimular adversamente la hepatitis y causar un brote de la enfermedad.

Hepatitis crónica específica de la raza

Labrador Retriever y hepatitis crónica

Los Labrador Retriever tienen predisposición a la hepatitis crónica que suele estar asociada a la acumulación patológica de cobre hepatocelular. Sin embargo, esta raza también puede desarrollar una hepatitis linfoplasmocitaria primaria que parece implicar mecanismos inmunomediados.

Las manifestaciones clínicas en el momento del diagnóstico (en orden de mayor frecuencia) incluyen ictericia, inapetencia, vómitos, letargo y pérdida de peso, y algunos perros presentan malestar abdominal, PU/PD o ausencia de signos clínicos relevantes para la hepatitis.

Las hallazgos laboratoriales más habituales son hematocrito normal, leucocitosis, aumento de ALT (10 veces), aumento de FA (5 veces), aumento moderado o nulo de AST y GGT, hiperbilirrubinemia, TTPA prolongado y glucosuria transitoria si existe al mismo tiempo una hepatopatía grave asociada al cobre.

Las imágenes ecográficas suelen mostrar nódulos parenquimatosos hipoecoicos e hiperecoicos, microhepatía subjetiva y, con menor frecuencia, márgenes hepáticos irregulares y ascitis. Una hepatitis linfoplasmocitaria con necrosis y remodelado unicelular puede concentrarse en el tracto portal o estar diseminada de forma difusa. Si la acumulación patológica de cobre es la causa principal de la lesión hepática, las respuestas inflamatorias se concentran en la región centrolobulillar. Cuando ambos trastornos coexisten, hay infiltrados linfoplasmocitarios marcados presentes dentro de los sinusoides de todas las zonas acinares. La hepatopatía asociada al cobre no se suele asociar con un infiltrado linfoplasmocitario marcado.

En perros con lesiones coexistentes no está claro si la sensibilización a los epítopos de los hepatocitos dañados por la intoxicación por cobre es la etiopatogenia subyacente primaria de la respuesta inmunomediada.

Las decisiones sobre el tratamiento se basan en la biopsia hepática con tinciones hepáticas de rutina y especiales y en la cuantificación del cobre tisular. La quelación del cobre y la ingestión restringida de cobre (comida y agua) establecen una remisión completa en perros con sobrecarga de cobre manifiesta (>800 mcg/g de peso seco de tejido, pero sin reacción inflamatoria no supurativa). La respuesta al tratamiento es rápida y espectacular si se diagnostica rápido; sin embargo, es necesario el tratamiento de por vida de la hepatopatía asociada al cobre.

Los Labrador Retriever con hepatitis crónica no supurativa inmunomediada no asociada con la retención hepática de cobre requieren tratamiento de por vida como en la hepatitis crónica idiopática. La respuesta al tratamiento puede ser espectacular y es especialmente eficaz cuando el diagnóstico se establece al principio del proceso de la enfermedad.

Doberman Pinscher y hepatitis crónica

Una hepatitis idiopática crónica e inmunomediada reconocida en los Doberman Pinscher a mediados de la década de 1980 afectaba predominantemente a perras adultas de mediana edad. La retención de cobre parece desempeñar un papel en algunos perros y actualmente contribuye a la hepatitis observada en esta raza.

En perros con enfermedad avanzada, las características clínicas incluyen enfermedad cíclica que implica anorexia, pérdida de peso, vómitos, diarrea, PU/PD, ictericia, coagulopatías (melena, epistaxis), esplenomegalia, microhepática, ascitis y EH. Las características analíticas pueden incluir anemia no regenerativa, leucocitosis, trombocitopenia, aumento de las actividades de FA y ALT, hiperbilirrubinemia, hipoalbuminemia, TTPA prolongado y un derrame abdominal trasudativo puro o modificado. La ecografía puede identificar lesiones nodulares en el hígado.

La biopsia hepática es necesaria para el diagnóstico definitivo y las recomendaciones de tratamiento.

El tratamiento en perros con hepatitis no supurativa inmunomediada incluye inmunomodulación con prednisona (1-2 mg/kg, PO, cada 24 horas durante varias semanas, titulada lentamente en dosis de 0,5 mg/kg, PO, cada 24 horas y, si es posible, cada 48 horas) y antioxidantes, con o sin azatioprina. En perros con fibrosis en desarrollo también se recomienda la fosfatidilcolina poliinsaturada (25-50 mg/kg, PO, con alimentos).

El apoyo nutricional depende de la presencia de EH y de la necesidad de restricción de cobre.

El pronóstico es malo para los perros con hepatitis no supurativa avanzada. Los perros pueden lograr la remisión durante varios años con un diagnóstico precoz y tratamiento con prednisona, vitamina E, antioxidantes y ácido ursodesoxicólico.

El pronóstico para perros con hepatopatía aparente asociada al cobre puede ser bueno si se diagnostica precozmente en el proceso de la enfermedad.

Hepatopatía del Cocker Spaniel y hepatitis crónica

La hepatopatía crónica del Cocker Spaniel se asocia con una hepatopatía vacuolar degenerativa (glucógeno, lípidos y degeneración hidrópica) asociada con una inflamación no supurativa de bajo grado y activación de los miofibrocitos sinusoidales que conduce a la deposición sinusoidal de finos zarcillos de colágeno fibrilar.

La enfermedad suele estar avanzada en la evaluación inicial.

El diagnóstico definitivo por biopsia hepática demuestra nódulos regenerativos y una marcada distorsión de la arquitectura hepática compatible con cirrosis micronodular y macronodular. No hay predisposición de sexo y la mayoría de los perros son diagnosticados como adultos jóvenes (4-4,6 años; rango, 2-11 años).

La mayoría de los perros carecen de signos clínicos de enfermedad hepática previos al desarrollo de hipertensión portal, ascitis (trasudado puro o modificado), hipoalbuminemia, aparición súbita de EH y DPSA. Los signos clínicos pueden incluir (con una frecuencia decreciente) inapetencia, letargo, diarrea, pérdida de peso, melena, vómitos y amaurosis. En algunos perros la hepatopatía se descubre durante la ecografía abdominal por otro problema de salud.

Las características clinicopatológicas incluyen un aumento moderado a normal de la actividad enzimática hepática, hipoalbuminemia, hipocolesterolemia y aumento de los ABST en ausencia de hiperbilirrubinemia. El fibrinógeno normal, los tiempos de coagulación, la proteína C reactiva normal o aumentada y la actividad antitrombina por debajo de lo normal indican una falta de inducción de marcadores de fase aguda y un fenotipo inflamatorio.

Algunos perros tienen una cantidad de cobre de moderada a abundante (en la tinción específica de cobre), que puede representar una retención de cobre secundaria a la colestasis (retención de cobre leve) o una lesión más primaria asociada al cobre (cobre >800 ppm). En estos últimos perros, los focos de daño hepatocelular se coordinan con regiones de densa retención de cobre.

La tinción sinusoidal intensa con actinina alfa del músculo liso confirma la transformación de las células estrelladas en reposo (células de Ito) que suelen almacenar ácido retinoico (vitamina A) en miofibrocitos activados. Aunque la lesión ha sido etiquetada como "hepatitis disecante lobular" y "hepatitis" del Cocker Spaniel, la mínima inflamación y necrosis y la falta de marcadores clinicopatológicos de inflamación sugieren que "hepatopatía" es una terminología mejor. El estudio de la hepatopatía crónica del Cocker Spaniel realizado en Suecia hace casi 20 años investigó si una anomalía genética estaba implicada en la deficiencia de alfa1 antitripsina (AAT).

La AAT es un importante inhibidor de la proteasa sérica que se sintetiza en el hígado y se exporta a la circulación sistémica. El estudio de la configuración de la proteína AAT plasmática y la inmunohistoquímica de la AAT en biopsias de hígado canino implican un fenotipo enzimático único asociado con los glóbulos de AAT evidente en los hepatocitos de algunos Cocker Spaniels, pero no de todos ellos. Desafortunadamente, la retención de AAT en los hepatocitos dañados o disfuncionales también puede ocurrir como un epifenómeno de transcripción de proteínas comprometida como consecuencia de una lesión hepatocelular (pero por lo general no la retención de glóbulos) como se demuestra en los perros afectados. Sin embargo, se desconoce si la AAT desempeña un papel en este síndrome relacionado con la raza. En humanos, el tratamiento de la deficiencia de AAT es el trasplante de hígado.

El tratamiento es de apoyo usando un protocolo equilibrado como el descrito para la hepatitis crónica. El tratamiento precoz con glucocorticoides a dosis inmunomoduladoras (p. ej., antes del diagnóstico de enfermedad hepática, los glucocorticoides prescritos para trastornos del oído o de la piel) aparentemente ha prolongado el tiempo de supervivencia en los perros afectados. Sin embargo, en perros con hipoalbuminemia o ascitis, los glucocorticoides se toleran mal y pueden causar melena, ascitis, EH, etc. Si se realiza un ensayo con glucocorticoides, se debe utilizar dexametasona en lugar de prednisona para evitar los efectos mineralocorticoides.

Se recomienda el uso de ácido ursodesoxicólico, vitamina E, SAMe, fosfatidilcolina poliinsaturada y un apoyo nutricional individualizado. Una uretrostomía permanente puede ser necesaria en perros machos que desarrollan cálculos de biurato de amonio.

El tratamiento de los perros gravemente afectados puede ser satisfactorio durante años. La necesidad de quelación del cobre se basa en tinciones específicas y en la cuantificación del cobre. Se recomienda el tratamiento de la EH (modificación de la dieta, lactulosa, dosis bajas de metronidazol o antimicrobianos no absorbibles administrados oralmente) y de la ascitis (restricción de sodio, diuréticos, abdominocentesis terapéutica cuidadosa) como se ha descrito anteriormente.

Los perros que reciben glucocorticoides como tratamiento por problemas de salud previos antes del diagnóstico de hepatopatía y los perros tratados con glucocorticoides con o sin azatioprina después del diagnóstico pueden haber mejorado la supervivencia. Otros tratamientos de apoyo descritos incluyen ácido ursodesoxicólico, antioxidantes y antifibróticos. Aunque no hubo corrección de la hipoalbuminemia en la mayoría de los perros, se describió la supervivencia más allá de los 3 años del diagnóstico.

Skye Terriers y hepatitis crónica

Tres informes de hepatitis crónica en Skye Terriers, uno de los cuales caracterizó la enfermedad en nueve perros relacionados, no describieron predilección por edad o sexo y los signos clínicos variaron desde una insuficiencia hepática clínicamente normal hasta una fase terminal en el momento del diagnóstico inicial. Se describieron tres trastornos hepáticos distintos: una inflamación leve sin evidencia de cirrosis o acumulación de cobre, una cirrosis macronodular avanzada con colestasis y una marcada acumulación de cobre.

Según los resultados de la biopsia hepática, el tratamiento es el descrito para el trastorno subyacente.

Hepatopatía del Bichón Maltés de zona 3 (centrolobulillar)

Los Bichones Malteses tienen una alta prevalencia de malformaciones vasculares hepáticas congénitas (displasia microvascular [DMV], malformaciones vasculares portosistémicas [MVP]). Los perros con DMV superan con creces a los que tienen MVP. Dentro de las familias, el hallazgo de ABST elevados en el 60-90 % de los perros confirma una alta prevalencia.

Los clínicos y los aficionados a la raza se han visto confundidos por un artículo publicado que propone que la cuantificación de ABST en los Bichones Malteses está confundida por analitos que interfieren. Las biopsias hepáticas de Bichones Malteses con concentraciones elevadas de ABST refutan firmemente esa suposición, con >250 casos estudiados (60 % sin MVP) que demuestran lesiones de hipoperfusión portal.

Una lesión hepática inflamatoria y degenerativa de la zona 3 (centrolobulillar) se desarrolla en un subgrupo de perros con el rasgo DMV/MVP; la lesión a menudo coexiste con marcados aumentos persistentes o cíclicos de la actividad sérica de ALT. Las lesiones histológicas varían en gravedad y pueden ser progresivas, culminando finalmente en cirrosis. Esta hepatopatía se asocia a menudo con enfermedad intestinal inflamatoria concomitante y puede derivarse de la liberación esplácnica de citocinas inflamatorias y células inflamatorias.

Las lesiones histológicas en los perros con aumento de ALT sérica y concentraciones elevadas de ABST suelen consistir en un infiltrado linfoplasmocitario con o sin eosinófilos adyacentes a las vénulas hepáticas (centrolobulillar, zona 3). Los perros desarrollan una hepatopatía degenerativa con lipogranulomas (agregados espumosos de macrófagos) adyacentes a las vénulas hepáticas que parecen ocluir parcial o totalmente la luz vascular.

Existe un espectro de gravedades histológicas dentro de las secciones de biopsia de cada perro. Las lesiones graves provocan hipertensión portal intrahepática postsinusoidal y desarrollo de DPSA. Aunque la cirrosis se ha confirmado en unos pocos perros, la ascitis se detecta clínicamente en casi el 75 % de los afectados. En los perros con ascitis, la ecografía suele revelar nódulos parenquimatosos hepáticos, un contorno nodular de la superficie hepática compatible con la remodelación hepática y un estrechamiento de las vénulas hepáticas en la exploración vascular de flujo de color.

Unos pocos perros puede tener hepatopatía asociada al cobre (tinción con rodanina y cobre tisular cuantificado >1200 ppm). Los perros con hepatopatía degenerativa de la zona 3 concomitante con una MVP suelen responder mal a la resolución quirúrgica de la derivación con ameroide.

El tratamiento se centra en el tratamiento de la enfermedad inflamatoria intestinal asociada (dietas hipoalergénicas, dietas caseras formuladas por nutricionistas o dietas disponibles comercialmente), metronidazol (7,5 mg/kg, PO, cada 12 horas [dosis baja debido a hipoperfusión portal]) y glucocorticoides que evitan el uso de fármacos con efectos mineralocorticoides (p. ej., dexametasona, cada 3 días, dosis antiinflamatorias). La vitamina E (10 UI/kg, PO, cada 24 horas) y la SAMe (20 mg/kg, PO, cada 24 horas) se recomiendan por sus beneficios antioxidantes y antifibróticos.

Dado que un subgrupo de perros gravemente afectados ha desarrollado tromboembolias que afectan a las vénulas hepáticas y/o a las venas portales, se ha prescrito aspirina en minidosis (0,5 mg/kg, PO, una vez al día a dos veces al día) para algunos perros hasta que la inflamación disminuya (se supone que en base a la disminución de la actividad de las enzimas hepáticas con el mantenimiento de los marcadores sintéticos). La inflamación también se ha tratado con éxito con budesónida en algunos perros. En perros tratados con glucocorticoides, la dosis se ajusta a la respuesta (enzimas, características clínicas) para minimizar los efectos adversos indeseables.

Algunos perros requieren terapia inmunomoduladora combinada para lograr el control de la inflamación o debido a los escasos efectos glucocorticoides. En estos casos, se usa azatioprina o ciclosporina en combinación con los glucocorticoides o para reemplazarlos. La ascitis se trata con restricción de sodio y administración combinada de furosemida y espironolactona. Una dosis de carga de espironolactona (2-4 mg/kg, PO, administrada una vez) va seguida de 1-2 mg/kg, PO, cada 12 horas. La furosemida se dosifica a 1 mg/kg, PO, una vez al día a dos veces al día. El tratamiento con diuréticos se suspende cuando la ascitis está en remisión y se reinicia en caso de recidiva, con restricción continua de sodio.