La cistitis bovina es una enfermedad del ganado vacuno que se caracteriza por una infección bacteriana ascendente e inflamación de las vías urinarias, con signos clínicos que incluyen piuria, hematuria y estranguria. Algunos animales infectados muestran síntomas que incluyen disminución del apetito y dolor abdominal. El tratamiento es un curso prolongado de antimicrobianos dirigidos guiado por los resultados del cultivo de orina y las pruebas de sensibilidad.
La cistitis bovina es una inflamación de la vejiga urinaria del ganado vacuno que puede ascender hasta los uréteres y provocar infección en los riñones (pielonefritis). Una afección similar se observa con menos frecuencia en las ovejas. La afección es esporádica y su distribución es mundial. La cistitis y la pielonefritis se observan con más frecuencia tras el parto (en un estudio, el promedio de días de aparición después del parto fue de 83), con un riesgo más alto en las vacas multíparas. En las zonas en que la enfermedad se ha estudiado, se ha visto una prevalencia baja (<1-2 %). La cistitis y la pielonefritis son raras en el ganado vacuno macho.
Etiología y patogenia de la cistitis y pielonefritis bovina
Anteriormente, los agentes causantes más frecuentes de cistitis y pielonefritis bovinas eran el grupo de bacterias Corynebacterium renale, que incluye C renale (tipo I), C pilosum (tipo II) y C cistitis (tipo III), así como Escherichia coli; sin embargo, E coli, Staphylococcus spp, Proteus spp, Streptococcus spp y Trueperella (anteriormente Arcanobacterium o Corynebacterium) pyogenes son ahora las bacterias más frecuentemente aisladas en vacas con pielonefritis. También pueden estar implicadas otras bacterias oportunistas y ambientales.
Los agentes causantes más comunes son ubicuos en el medio ambiente y son bacterias hospedadoras comunes en la vagina y el prepucio. La pielonefritis se desarrolla como una infección ascendente desde la vejiga urinaria. La cistitis puede presentarse sin implicación de los uréteres o sin ascender al riñón, hasta que se produzca algún suceso que comprometa el mecanismo de defensa de la mucosa ureteral. Los microorganismos suelen atacar o colonizar la pared de la mucosa de la vejiga urinaria y los uréteres, a raíz de alguna agresión traumática (como el parto o una deformidad anormal del tracto vaginal). El estrés del parto, el pico de la lactación y una dieta rica en proteína (que incrementa el pH de la orina y, por lo tanto, favorece la colonización de Corynebacterium spp) son factores contribuyentes. La cateterización de la vejiga con catéteres no estériles puede facilitar la transmisión de Corynebacterium spp entre vacas. La disminución en la frecuencia de cateterización urinaria se ha asociado con una menor prevalencia de Corynebacterium spp como causa de pielonefritis.
Hallazgos clínicos y lesiones de la cistitis y pielonefritis bovina
Cortesía del Dr. Sameeh M. Abutarbush.
El primer signo clínico observado en un caso de cistitis o pielonefritis bovina puede ser la expulsión de orina teñida de sangre en una vaca por lo demás sana. A medida que la infección asciende hacia los uréteres, causando inflamación y consecuentemente afectación del riñón, el animal muestra molestias que se manifiestan con intentos frecuentes para orinar, anorexia, fiebre leve, pérdida de producción, cólico con intranquilidad, movimientos bruscos de la cola, poliuria, hematuria o piuria. En los casos crónicos, el animal puede manifestar cólico, diarrea, poliuria, polidipsia, estranguria y anemia. A medida que la enfermedad evoluciona, la vejiga urinaria se vuelve engrosada e inflamada. Los uréteres se engrosan y dilatan, produciendo un exudado purulento. Los riñones afectados desarrollan múltiples y pequeños abscesos en la superficie que pueden extenderse a la corteza y a la médula.
Diagnóstico de la cistitis y pielonefritis bovina
Presencia de sangre, proteínas y leucocitos en una muestra de orina tomada por micción espontánea.
Cateterización de la vejiga y cultivo y pruebas de sensibilidad de cepas bacterianas.
El diagnóstico de la cistitis y pielonefritis bovina se basa en los signos clínicos; la hematuria; los antecedentes de parto reciente; la palpación del riñón izquierdo en busca de aumento de tamaño, pérdida de la lobulación y dolor; la inspección ecográfica de los riñones, los uréteres y la vejiga; la inspección endoscópica de la vejiga para detectar cistitis; el examen microscópico de la orina en busca de leucocitos y bacterias; la prueba de tira reactiva para detectar proteinuria y hematuria; y el cultivo de orina cuantitativo para identificar el microorganismo. El riñón derecho no puede palparse por vía rectal, excepto el polo caudal en vacas Jersey y novillas. En el inicio de los casos agudos, el agrandamiento de los uréteres y la implicación del riñón pueden no detectarse por palpación rectal. Solo se suele ver afectado un riñón.
Tratamiento de la cistitis y pielonefritis bovina
Tratamiento antimicrobiano prolongado; se ha de considerar la posibilidad de cambiar el pH de la orina a través de la dieta.
Nefrectomía unilateral en casos que no responden y afectan sólo a un riñón
El diagnóstico precoz y el tratamiento rápido y sostenido son necesarios para una recuperación satisfactoria de la cistitis y pielonefritis bovinas. Debe tomarse una muestra de orina mediante cateterización para realizar un cultivo y una prueba de sensibilidad antimicrobiana.
El tratamiento de elección para la pielonefritis causada por Corynebacterium spp es la penicilina procaína (22 000 UI/kg, IM, cada 12 horas, o 44 000 UI/kg, IM, cada 24 horas; se desaconseja SC) o la trimetoprima-sulfadoxina (16 mg combinados/kg, IM, cada 12 horas) durante 3-4 semanas. La dosis, la frecuencia y la duración de la administración de ambos medicamentos pueden diferir de lo estipulado en las instrucciones de uso, de ahí que sean necesarias las precauciones adecuadas para prevenir la entrada de residuos antimicrobianos en la cadena alimentaria humana. Las infecciones por E coli requieren un antimicrobiano. Por tanto, una prueba de sensibilidad a antimicrobianos también puede ser útil para determinar el tratamiento antimicrobiano. En algunos casos se ha utilizado con éxito el ceftiofur (1,1-2,2 mg/kg, IM o SC, cada 24 horas durante 2-3 semanas) o la gentamicina (5-6 mg/kg, IM, cada 24 horas durante 5-7 días). Debido al tiempo de depleción tisular sumamente prolongado, la administración parenteral de aminoglucósidos rara vez está indicada en animales productores de alimentos.
La manipulación del pH de la orina puede ser teóricamente valiosa porque E coli crece mejor en orina ácida (pH <7), mientras que Corynebacterium spp crece mejor en orina alcalina (pH >7). Los animales no azoémicos con pielonefritis afectando a un solo riñón pueden beneficiarse de la nefrectomía unilateral.
Aunque los microorganismos son ubicuos en el medio ambiente, los animales afectados deben aislarse del resto del rebaño para restringir la proliferación de dichos microorganismos. Debido a la sospecha de que los toros pueden actuar como vectores mecánicos de Corynebacterium spp, puede considerarse la inseminación artificial en rebaños con múltiples animales afectados.
Puntos clave
La cistitis y la pielonefritis se dan con mayor frecuencia después del parto en el ganado vacuno.
Los síntomas clínicos frecuentes son hematuria, piuria y estranguria.
El tratamiento prolongado (2-4 semanas) con la administración de antimicrobianos apropiados suele ser eficaz en los casos agudos.