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Diagnóstico de problemas de comportamiento

PorGary M. Landsberg, BSc, DVM, MRCVS, DACVB, DECAWBM
Última revisión/modificación may 2014

    Los veterinarios deben conocer el comportamiento y el desarrollo de la especie, los principios del aprendizaje y las manifestaciones del miedo y la ansiedad para diferenciar el comportamiento normal del comportamiento anormal. Cuando se presenta un animal con un comportamiento indeseable, el primer paso es excluir otros problemas médicos que pueda estar causando o contribuyendo a las alteraciones del comportamiento. Además, aunque es común considerar los efectos de la enfermedad en el comportamiento, el estrés puede causar alteraciones en las respuestas conductuales, fisiológicas e inmunes, que pueden tener efectos variables sobre la salud y el comportamiento con una cronicidad creciente. El estrés conduce a alteraciones en el eje hipotalámico-hipofisario y en los niveles de dopamina, serotonina, norepinefrina y prolactina. En los animales, el estrés puede causar o contribuir a la cistitis intersticial felina; trastornos dermatológicos, respiratorios y GI; y también problemas de conducta, como los trastornos compulsivos o las respuestas de miedo exageradas y la polidipsia y la polifagia psicógenas.

    El diagnóstico de cualquier problema de comportamiento requiere la identificación de todas las alteraciones del comportamiento y médicas, la obtención de la historia clínica, una evaluación física y neurológica, y cualquier prueba diagnóstica indicada para excluir afecciones médicas subyacentes que puedan causar o contribuir a las alteraciones ().

    Tabla
    Tabla

    Si no existe una causa médica subyacente para las alteraciones del comportamiento, se requiere una historia clínica exhaustiva del comportamiento para determinar el diagnóstico, el pronóstico y las opciones de tratamiento. La historia clínica debe incluir: 1) sexo, raza y edad del animal (predisposiciones raciales); 2) edad al inicio de la afección o dolencia; 3) duración de la afección o dolencia; 4) descripción del comportamiento indeseable; 5) frecuencia (horaria, diaria, semanal, mensual); 6) duración de los episodios; 7) cualquier cambio en el patrón, frecuencia, intensidad y duración de los episodios; 8) las medidas correctivas probadas y la respuesta, si la hubo; 9) cualquier actividad que detenga el comportamiento (p. ej., coaptación del animal); 10) horario de 24 h del animal y del propietario, así como cualquier variabilidad del día a día; 11) medio ambiente y vivienda; 12) historia familiar del animal; y 13) cualquier otra cosa que el propietario considere relevante. En los animales de granja, las preguntas deben enmarcarse dentro del contexto del problema, de modo que se aborden el alojamiento, el manejo, el comportamiento del grupo o del rebaño, la producción y quizás la reproducción.

    Para cada problema de conducta, debe considerarse el "ABC", es decir, el antecedente o lo que precede a la conducta; el comportamiento (behavior) o la descripción del problema; y las consecuencias, o lo que sucede inmediatamente después de la conducta. Con la madurez y el aprendizaje, la respuesta del animal a un estímulo puede modificarse; por tanto, los acontecimientos iniciales pueden ser tan importantes en la evaluación como los acontecimientos más recientes.

    La historia puede recopilarse en parte haciendo que el propietario complete un cuestionario de historia antes de la visita, especialmente con respecto a los datos sobre el hogar y la vivienda, la familia, el horario diario, el entrenamiento, la cría y los antecedentes. Sin embargo, se requieren más preguntas interactivas y discusiones con los responsables del cuidado, alojamiento y entrenamiento del animal para evaluar más a fondo el progreso y desarrollo del problema desde el momento inicial hasta el momento presente. Hacer que los propietarios traigan vídeos de los comportamientos ayuda a proporcionar información sobre el diagnóstico, el pronóstico y sobre cómo el problema puede manejarse o mejorarse.

    Se puede obtener información adicional sobre el temperamento de la mascota, la relación con el propietario, la respuesta a los estímulos y la respuesta del propietario durante la visita mediante la observación de la mascota y cómo interactúa con los propietarios. Aunque provocar a la mascota suele estar contraindicado porque cualquier repetición adicional del problema no es aconsejable para la mascota y podría conducir a un aprendizaje no deseado, una evaluación interactiva controlada podría incluir cómo el animal responde a otros animales y personas, sonidos, una muñeca parecida a un niño o la manipulación, incluyendo la exploración física, las caricias o la colocación de productos como el collar, el bozal o el arnés corporal. La respuesta de la mascota a los comandos puede evaluarse durante la visita, así como los tipos de premios de comida o juguetes que tienen más probabilidades de actuar como refuerzo positivo.