La inmunidad activa se refiere a la inmunidad a una enfermedad resultante de respuestas de memoria humoral y celular a largo plazo por parte del sistema inmunitario en el hospedador en respuesta a un antígeno. Esto contrasta con la inmunidad pasiva, que se refiere a la protección temporal frente a la enfermedad resultante de la introducción de componentes del sistema inmunitario (es decir, anticuerpos).
La inmunidad activa puede adquirirse por exposición natural o puede estar inducida por una vacuna.
La inmunidad activa inducida por vacunas implica la administración de vacunas que contienen moléculas antigénicas (o ácidos nucleicos que codifican estas moléculas) derivadas de agentes infecciosos. En respuesta, los animales vacunados generan un gran número de células de memoria y desarrollan respuestas inmunitarias adaptativas rápidas, específicas y sólidas que proporcionan una protección duradera frente a la enfermedad (aunque no necesariamente la infección) debida a estos agentes.
Múltiples criterios determinan si se puede o debe emplear una vacuna. En primer lugar, debe establecerse la causa real de la enfermedad. Por ejemplo, aunque Mannheimia haemolytica puede aislarse sistemáticamente de pulmones de ganado vacuno con enfermedad respiratoria, estas bacterias no son la única causa de este síndrome, y las vacunas contra los patógenos virales primarios son necesarias para una protección completa.
En algunas enfermedades víricas importantes, como la anemia infecciosa equina, la peritonitis infecciosa felina y la enfermedad aleutiana en visones, los anticuerpos pueden contribuir al avance de la enfermedad, por lo que la vacunación puede incrementar la gravedad de la enfermedad.
Una vacuna ideal tiene varias características:
La vacunación debe conferir rápidamente una inmunidad potente y prolongada en los animales vacunados.
Según la naturaleza del patógeno, la vacunación debe inducir la respuesta más protectora (p. ej., dominada por linfocitos T citotóxicos frente a anticuerpos, clasificados como respuestas de tipo 1 y tipo 2, respectivamente).
La vacunación debería estimular preferiblemente respuestas diferenciables de la originada por la infección natural, de modo que la vacunación y la erradicación actúen simultáneamente.
La vacunación no siempre es un procedimiento inocuo; los efectos adversos pueden producirse y se producen. Por consiguiente, toda vacunación debe regirse por el principio del consentimiento informado. Los riesgos de la vacunación no deben ser superiores a los de la propia enfermedad.
Para más información
Consulte también la información para propietarios sobre vacunas e inmunoterapia en animales.