La luz ultravioleta (UV) del sol es una de las formas en que los virus se destruyen en la naturaleza; por ejemplo, los coronavirus (como el coronavirus felino) y los virus de la influenza aviar se destruyen rápidamente al aire libre en las heces de gatos y pollos en libertad. Las pandemias de influenza aviar se han producido regularmente solo desde el auge de las granjas industriales en la década de 1970. La cepa H5N1 del virus de la influenza aviar altamente patógena es destruida por los rayos UV del sol en 30 minutos; sin embargo, puede sobrevivir hasta 5 días en heces húmedas de aves de producción a temperatura ambiente y hasta 8 semanas a 4 °C. La creciente frecuencia de pandemias de enfermedades emergentes se ha atribuido a prácticas agrícolas intensivas (p. ej., hacinamiento); aunque la desinfección puede mitigar de alguna manera esos brotes, no se detendrán hasta que se modifiquen estas malas prácticas agrícolas.
La radiación UVB (rango de 280-320 nm) y la radiación UVC (por lo general 254 nm) se han estudiado por su capacidad potencial para desinfectar agua, superficies de preparación de alimentos, plasma para transfusiones y habitaciones de hospital. Los dispositivos que emiten radiación UVC pueden disminuir la población de algunos patógenos importantes (p. ej., Clostridioides difficile y enterococos resistentes a la vancomicina, pero no apreciablemente Acinetobacter) en entornos del mundo real, como habitaciones de hospital.