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Bioseguridad de los animales

Revisado/Modificado feb 2021

    Los veterinarios han reconocido desde hace tiempo los principios de la bioseguridad. Sin embargo, a lo largo de las últimas décadas, el interés por la bioseguridad como disciplina científica ha aumentado debido a 1) los brotes de enfermedades que han amenazado con destruir las economías agrícolas y 2) el bioterrorismo. De hecho, el significado del término bioseguridad y la estructura y el enfoque de los programas de bioseguridad han evolucionado a lo largo del tiempo para reflejar con mayor precisión la percepción evolutiva de las enfermedades por parte de la comunidad científica, así como las necesidades del consumidor, la profesión veterinaria, los productores y los propietarios.

    En la medicina animal moderna, la bioseguridad se define probablemente mejor como "todos los procedimientos aplicados para reducir el riesgo y las consecuencias de la infección por un agente causante de enfermedades". Esta amplia definición reconoce que la enfermedad es una compleja interacción entre el hospedador, el agente causal de la enfermedad y el entorno. La bioseguridad puede considerarse en términos de animales individuales o poblaciones de animales (rebaños o manadas), entidades económicas (instalaciones de producción o empresas) o regiones geográficas (condados, estados, países o continentes), facilitando así la comparación con fines comerciales. Lo más importante es que aborda estrategias tanto de prevención de la enfermedad (erradicación) como de control (limitación de las consecuencias de la infección).

    Los beneficios de un programa de bioseguridad eficaz incluyen la mejora de la salud y el bienestar de los animales y, en el caso de la medicina de los animales de abasto, la mejora de la productividad y el valor del producto final, la reducción de las pérdidas económicas y la seguridad del comercio regional e internacional. Aunque la implantación de un plan o programa integral de bioseguridad tiene beneficios evidentes, la asignación de recursos debe estar justificada desde el punto de vista económico (animales de consumo) o emocional (animales de compañía). A menos que una enfermedad suponga un riesgo específico para la salud humana o el bienestar animal o provoque pérdidas económicas sustanciales, su mera presencia en un animal individual o en una población de animales no es significativa. En consecuencia, las estrategias de actuación se eligen en función de su eficacia económica y biológica.

    Se requiere un análisis epidemiológico y económico, dinámico e integrado para determinar y cuantificar el efecto negativo de un brote de la enfermedad y la respuesta positiva prevista a la estrategia de intervención propuesta. Este análisis integrado ha adquirido una importancia significativa en los sistemas de producción intensiva.

    El impacto económico de la enfermedad puede ser difícil de evaluar. Esto es así especialmente en los sistemas de producción intensiva en los que el rendimiento económico se rige no solo por la productividad de los animales, sino también por la calidad del producto. Además, la pérdida consecuente del brote de la enfermedad es, en el mejor de los casos, solo parcialmente recuperable. Utilizar el coste de la enfermedad para justificar la intervención hace hincapié en la consecuencia de la inacción, y solo es útil para justificar las estrategias de intervención dirigidas a prevenir el desafío de la enfermedad.