Inspección regular:
Se deberían incluir en el servicio de salud del cebadero inspecciones regulares de todas las áreas. La observación atenta y un trabajo bien hecho junto con las recomendaciones para mejorar la cría de animales debe anotarse y registrarse para su discusión con el personal. Se ha de prestar atención particularmente al reparto de alimento y agua, el bienestar general del ganado y cualquier característica inusual de cada corral de cebo. Muchos problemas de salud del cebadero pueden prevenirse con un excelente manejo.
Vigilancia de enfermedades:
Es necesaria la vigilancia continuada de enfermedades a través de exámenes en necropsia de todos los animales muertos y observaciones regulares de los enfermos. En los climas más fríos, las canales se pueden congelar antes de que el veterinario esté disponible. Por el contrario, en los climas más cálidos, las canales se pueden descomponer y no ser útiles. Cuando la distancia hace que el veterinario consultor no pueda hacer una necropsia de cada animal muerto, se puede recurrir a un veterinario más accesible. En muchos casos, el personal del cebadero puede entrenarse para reconocer lesiones post mortem comunes, tomar fotografías digitales de tales lesiones y enviarlas al veterinario consultor, y recolectar tejidos para su posible análisis.
Una clave para manejar enfermedades en el cebadero es el diagnóstico rápido y preciso. Esto requiere un buen sistema de vigilancia, un plan sistemático de búsqueda de animales enfermos, instalaciones adecuadas para examen y tratamiento, identificación precisa de los animales e instalaciones adecuadas de laboratorio, especialmente un servicio de necropsias. Se pone énfasis sobre el entrenamiento y la supervisión de empleados del cebadero en la detección y el tratamiento precoz de animales enfermos. Los empleados, particularmente cualquier responsable de revisar los corrales buscando animales enfermos, deberían tener instrucciones regulares sobre los signos clínicos de las enfermedades comunes. Estos incluyen anorexia, depresión, cojera o marcha anormal, movimientos rígidos, descarga nasal y ocular, tasa respiratoria aumentada, costras en ollares, ojos hundidos, capa encrespada, heces sueltas o muy duras, llenado abdominal anormal y agotamiento. El ganado con estos u otros signos de enfermedad se examina más de cerca en el área de hospital y, si es necesario, se trata. En algunos cebaderos, el ganado tratado se devuelve inmediatamente a su corral original, mientras que otros animales se mantienen en corrales de hospitalización hasta que se recuperan. La mayoría de los animales que no se recuperan o que recaen después del primer tratamiento se retiran, aunque esta decisión depende de la naturaleza de la enfermedad y de los factores económicos involucrados. Si un animal enferma crónicamente y las posibilidades de recuperación son escasas, se debe vender para el matadero si esta es una opción viable (después del periodo de supresión apropiado) o, en el caso de un ternero, sacrificarlo.
Los corrales de los que se extraen animales enfermos tienen que observarse atentamente. Se debe identificar cualquier epidemia potencial para considerar la intervención a nivel de corral.
A pesar de su importancia, la vigilancia del corral no es muy fiable para la detección de animales en cebo enfermos, especialmente terneros después de su llegada. Es difícil distinguir terneros cansados y caquécticos que se pueden haber destetado unos días antes, de terneros en los primeros estadios de una enfermedad respiratoria aguda indiferenciada. Como mucho hasta un 50 % de los animales sacados de un corral de terneros que han llegado recientemente no muestran signos clínicos de enfermedad respiratoria basados en la medida de la temperatura corporal y una exploración clínica.
Protocolos de tratamiento:
El veterinario debe especificar los procedimientos para el manejo clínico del ganado enfermo y dar un protocolo estándar que subraye los tratamientos específicos de síndromes, incluyendo dosis de fármacos, intervalos de tratamientos, vías de administración y periodos de supresión. El protocolo debería seguirlo estrictamente todo el personal para que el éxito o el fracaso del tratamiento se pueda evaluar precisamente y que las posibilidades de crear riesgos alimentarios sean cero. La efectividad del protocolo de tratamiento debería evaluarse regularmente para determinar las tasas de respuesta para los diversos tipos de tratamiento. Los fallos en el desarrollo y la implantación de protocolos de tratamiento apropiados con frecuencia conducen al uso de fármacos muy diversos indiscriminadamente, lo cual genera costes excesivos por tratamiento y con frecuencia un aumento de la tasa de mortalidad.