La fotosensibilización es una afección en la que la piel se vuelve demasiado sensible a la luz ultravioleta (luz solar). Esta afección no es una quemadura solar, aunque la diferencia puede ser difícil de distinguir. La fotosensibilización se produce cuando ciertos compuestos, que son activados por la luz, están presentes en la piel expuesta a la luz ultravioleta (UV). Los compuestos fotodinámicos se energetizan por la luz ultravioleta y causan reacciones químicas que dañan las células de la piel y provocan ulceración y acumulación de líquido. Muchas sustancias químicas, incluidas algunas de origen fúngico y bacteriano, pueden actuar como agentes fotosensibilizadores. Las zonas afectadas suelen ser aquellas que están ligeramente pigmentadas o que tienen poco pelo, como los labios, los párpados y la punta de las orejas.
La fotosensibilización se clasifica a menudo en función de la fuente del compuesto fotodinámico. Las que se observan con mayor frecuencia en caballos incluyen la fotosensibilidad sistémica (también conocida como fotosensibilidad primaria o tipo I) y la fotosensibilidad hepatógena (también conocida como fotosensibilidad secundaria). La fotosensibilidad hepatógena es más común en caballos y a menudo implica una función hepática alterada. Si el hígado es incapaz de metabolizar ciertas sustancias químicas normalmente, estas se acumulan en la sangre. Una causa común de fotosensibilidad hepatógena es el envenenamiento por plantas tóxicas para el hígado o por la ingestión de algas verdeazuladas (cianobacterias) o toxinas fúngicas.
Los signos relacionados con la fotosensibilidad son similares, independientemente de su causa. Los animales fotosensibles son hipersensibles cuando se exponen a la luz solar y se retuercen con aparente malestar. Se rascan o frotan zonas de la piel ligeramente pigmentadas y expuestas, como las orejas, los párpados o el hocico. La luz solar intensa puede causar lesiones cutáneas típicas (desde urticaria hasta enrojecimiento y descamación de la piel), incluso en animales de pelo negro. El enrojecimiento se desarrolla rápidamente y a continuación se produce la hinchazón. Si la exposición a la luz cesa en ese momento, las lesiones se resuelven al poco tiempo. Cuando la exposición es prolongada puede producirse descarga de líquido, formación de costras y la muerte del tejido cutáneo.
Los signos se reconocen fácilmente en los casos avanzados de fotosensibilidad, pero son similares a los efectos de las quemaduras solares en los casos tempranos o leves. La referencia a las enfermedades específicas en las que la fotosensibilización es un signo puede ayudar a su veterinario a diagnosticar la enfermedad subyacente. La evaluación de las enzimas hepáticas y las biopsias hepáticas pueden ser necesarias para confirmar la presencia de una enfermedad hepática. También puede realizarse un examen de sangre, heces y orina para detectar porfirinas.
El tratamiento consiste principalmente en aliviar los signos. Mientras continúe la fotosensibilidad, los animales deben estar totalmente a la sombra o, preferiblemente, alojados y solo se les permite salir por la noche. El estrés intenso de la fotosensibilización y la muerte extensiva del tejido de la piel pueden ser altamente dañinos, incluso mortales. Las inyecciones de corticoesteroides pueden ser útiles en las primeras etapas. Las heridas de la piel deben mantenerse limpias para minimizar las infecciones cutáneas secundarias. La exposición a las moscas debe evitarse porque la piel dañada durante la fotosensibilidad atrae a las moscas y otros insectos. Las lesiones de la piel se curan notablemente bien, incluso después de un gran daño. El pronóstico de un caballo individual está relacionado con la localización y la gravedad de la lesión primaria y/o la enfermedad hepática, y con el grado de curación.
Para más información
Consulte también el contenido para veterinarios sobre la fotosensibilización en animales.