La función principal de los glóbulos rojos (también llamados eritrocitos) es transportar oxígeno a los tejidos, donde es necesario para el metabolismo celular. Las moléculas de oxígeno se adhieren a las moléculas portadoras, llamadas hemoglobina, que son las proteínas que contienen hierro en los glóbulos rojos y que dan a las células su color rojo. El oxígeno es transportado desde los pulmones y se distribuye a todos los tejidos del organismo por la hemoglobina dentro de los glóbulos rojos. El oxígeno es utilizado por las células para producir la energía que el organismo necesita. El dióxido de carbono queda como producto de desecho durante este proceso. Los glóbulos rojos transportan ese dióxido de carbono fuera de los tejidos y lo devuelven a los pulmones, donde se exhala. Cuando el número de glóbulos rojos es demasiado bajo, se denomina anemia. Tener muy pocos glóbulos rojos significa que la sangre transporta menos oxígeno. El resultado es que se desarrollan fatiga y debilidad. Cuando el número de glóbulos rojos es demasiado alto, se denomina policitemia. El resultado es que la sangre puede volverse demasiado espesa y afectar a la capacidad del corazón para transportar oxígeno a todo el organismo. El metabolismo de un animal está orientado a proteger tanto los glóbulos rojos como la hemoglobina de los daños. La interferencia en la síntesis o liberación de hemoglobina y la producción o supervivencia de los glóbulos rojos o en su metabolismo producen enfermedades.
El número total de glóbulos rojos permanece constante a lo largo del tiempo en los animales sanos. Los glóbulos rojos maduros tienen una vida limitada; su producción y destrucción deben estar cuidadosamente equilibradas, o se desarrollan enfermedades.
La producción de glóbulos rojos comienza con las células madre en la médula ósea y termina con la liberación de glóbulos rojos maduros en la circulación del organismo. Dentro de la médula ósea, todas las células sanguíneas parten de un solo tipo de célula llamada célula madre. La célula madre produce una forma inmadura de glóbulo rojo, glóbulo blanco o célula productora de plaquetas. Esa célula inmadura se divide de nuevo, se desarrolla más y finalmente se convierte en un glóbulo rojo maduro, un glóbulo blanco o una plaqueta.
La tasa de producción de células sanguíneas está determinada por las necesidades del organismo. La eritropoyetina, una hormona producida por los riñones, estimula el desarrollo de los glóbulos rojos en la médula ósea. La eritropoyetina aumenta si el organismo carece de oxígeno (una afección llamada hipoxia). En la mayoría de las especies, el riñón es a la vez el órgano sensor que determina la cantidad de oxígeno que reciben los tejidos del organismo y el principal lugar de producción de eritropoyetina; por ello, la insuficiencia renal crónica provoca anemia. La eritropoyetina desempeña un papel importante a la hora de determinar si se aumenta el número de células madre que entran en la producción de glóbulos rojos, si se acorta el tiempo de maduración de los glóbulos rojos o si se provoca una liberación temprana de estos. Otros factores que afectan a la producción de glóbulos rojos son el suministro de nutrientes (como el hierro y las vitaminas) y las interacciones célula-célula entre los compuestos que ayudan a su producción.
La anemia puede estar causada por la pérdida de sangre, la destrucción de los glóbulos rojos (hemólisis) o la disminución de la producción. En la anemia por pérdida de sangre grave se pierden glóbulos rojos, pero la muerte suele producirse por la pérdida del volumen total de sangre, más que por la falta de oxígeno causada por la pérdida de glóbulos rojos. Los glóbulos rojos pueden ser destruidos por toxinas como las hojas de arce rojo, infecciones como la anemia infecciosa equina y fármacos como los tranquilizantes fenotiacínicos. La enfermedad hemolítica de los potros recién nacidos está causada por anticuerpos maternos contra los glóbulos rojos de los potros.
La disminución de la producción de glóbulos rojos puede estar causada por enfermedades primarias de la médula ósea (como anemia aplásica o cáncer hematopoyético), insuficiencia renal, toxinas o fármacos como la fenilbutazona. Las enfermedades debilitantes a largo plazo también pueden estar asociadas con anemia leve. Es importante recordar que la anemia es un hallazgo clínico, no un diagnóstico específico. El pronóstico y el tratamiento dependen de la causa subyacente.
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