La tularemia es una enfermedad bacteriana que afecta a las personas y a muchas especies de animales silvestres y domésticos. Está causada por toxinas en la sangre producidas por la bacteria Francisella tularensis. La bacteria puede sobrevivir durante semanas o meses en un ambiente húmedo. Existen tres tipos de microorganismos que se diferencian en función de la gravedad de la enfermedad que producen. El tipo A es más probable que cause una enfermedad grave y se encuentra con mayor frecuencia en América del Norte. La enfermedad resultante de la infección de tipo B es menos grave y se produce con mayor frecuencia como resultado del contacto con animales acuáticos o de la ingestión de agua contaminada en América del Norte y Eurasia. El tipo C también es menos grave que el tipo A y es la forma menos común.
En los animales domésticos, las ovejas son las que se infectan con más frecuencia, pero se han descrito infecciones clínicas en perros, cerdos, caballos y gatos. Los lagomorfos silvestres (conejos de cola de algodón y liebres) son una fuente importante de infección. Los gatos corren un mayor riesgo que muchos otros animales domésticos debido a su comportamiento depredador. Los gatos también parecen tener una mayor sensibilidad que otros animales domésticos.
La enfermedad puede transmitirse por varias vías. Estas incluyen la difusión del microorganismo a través del aire, el contacto directo con bacterias en el tejido de animales infectados, la ingestión de carne infectada poco cocinada o una canal infectada, las picaduras de garrapatas, pulgas o moscas del venado y el contacto con agua contaminada. La fuente de infección más común para las personas es la picadura de una garrapata infectada o el consumo de carne de caza silvestre poco cocinada. En raras ocasiones, la mordedura de un gato que se ha alimentado recientemente de un animal infectado se ha encontrado como fuente de infección humana.
Los signos de infección dependen de la especie bacteriana y de la vía de infección. Algunos gatos no mostrarán signos de enfermedad, mientras que otros enfermarán gravemente. En la mayoría de los mamíferos, los signos de enfermedad pueden incluir una infestación intensa por garrapatas, la aparición súbita de fiebre alta, inflamación de los nódulos, letargo y falta de apetito. En ocasiones se observan otros signos como rigidez, movilidad reducida, aumento del pulso y frecuencia respiratoria, tos, diarrea y micción frecuente. Los gatos pueden desarrollar úlceras abiertas en la boca y la garganta. Las infecciones sanguíneas pueden diseminar la enfermedad a múltiples órganos, incluidos los pulmones, el hígado, el bazo y los nódulos linfáticos. El colapso y la muerte pueden producirse en pocas horas o días.
La tularemia se diagnostica con pruebas de laboratorio. Dado que la enfermedad puede transmitirse a los humanos, en algunas zonas es necesario declarar las infecciones de animales a los funcionarios públicos. Los animales afectados se tratan con un antibiótico. El tratamiento temprano debería evitar la muerte; sin embargo, puede ser necesario un tratamiento prolongado. El control es difícil y se limita a reducir la infestación por garrapatas, mantener a las mascotas confinadas para reducir el comportamiento depredador, y un diagnóstico y tratamiento rápidos. Los animales que se recuperan desarrollan una inmunidad duradera.
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