Los huesos proporcionan una estructura rígida al cuerpo y protegen los órganos internos de lesiones. También albergan la médula ósea, donde se forman las células sanguíneas, y mantienen los depósitos de calcio y fósforo del organismo. El tejido óseo viejo se reemplaza constantemente por tejido óseo nuevo en un proceso llamado remodelación. Esto ayuda a mantener los huesos sanos.
Los huesos se unen para formar articulaciones. El tipo de articulación formada determina el grado y la dirección del movimiento. Por ejemplo, las articulaciones esféricas permiten la rotación, mientras que las articulaciones de bisagra solo permiten el plegado y el estiramiento. Algunas articulaciones no se mueven en absoluto. En una articulación, los extremos de los huesos están cubiertos con cartílago, que es un tejido protector liso que ayuda a reducir la fricción cuando las articulaciones se mueven.
Hay varios tipos diferentes de músculos en el organismo. Dos de estos tipos, el músculo esquelético y el músculo liso, forman parte del sistema musculoesquelético. Los músculos esqueléticos son responsables de la postura y el movimiento. Están adheridos a los huesos y dispuestos alrededor de las articulaciones. El músculo liso ayuda a facilitar muchos procesos en el cuerpo, como el flujo de sangre (por las arterias circundantes) y el movimiento de los alimentos a lo largo del tracto digestivo.
Los tendones son bandas duras de tejido conectivo formadas principalmente por una proteína llamada colágeno. No se estiran. Los tendones unen cada extremo de un músculo a un hueso. Se encuentran dentro de vainas que les permiten moverse con facilidad. Los ligamentos también son cordones resistentes formados por tejido conectivo pero, a diferencia de los tendones, pueden estirarse hasta cierto punto. Los ligamentos rodean las articulaciones y ayudan a sostenerlas y estabilizarlas. También conectan un hueso con otro.
Rodilla, perro
