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Traumatismos articulares en perros y gatos

PorJoseph Harari, MS, DVM, DACVS
Última revisión/modificación nov 2020

Rotura del ligamento cruzado craneal

Estructuras osteoarticulares de la extremidad anterior distal, perro

Estructuras osteoarticulares de la extremidad anterior distal, perro. Ilustración del Dr. Gheorghe Constantinescu.

Tendones y músculos de la pata, perro

Tendones y músculos de la cara palmar de la pata, perro. Ilustración del Dr. Gheorghe Constantinescu.

La rotura del ligamento cruzado craneal es frecuentemente el resultado de un traumatismo excesivo y, posiblemente, de un ligamento debilitado como consecuencia de degeneración, enfermedades inmunomediadas o defectos de conformación (perros con patas rectas). La sinovitis linfoplasmocitaria a veces se diagnostica al mismo tiempo que la lesión del ligamento, pero no está claro si es una causa o un efecto de la inestabilidad articular. Las articulaciones estables (no quirúrgicas) con una afección temprana o leve pueden tratarse con esteroides o con un AINE. Muchas lesiones consisten en un desgarro del tejido central (perros adultos), aunque la avulsión (perros inmaduros) del hueso en el origen del ligamento es posible. La inestabilidad de la rodilla tras la rotura del ligamento cruzado craneal produce una lesión del menisco medial, derrame articular, osteofitosis y fibrosis de la cápsula articular.

Los signos clínicos comprenden cojeras, dolor, tumefacción medial de la articulación, derrame, crepitación, laxitud craneal excesiva de la tibia proximal relativa al fémur (signo de cajón, o test de compresión positivo) y un incremento de la rotación tibial interna. Los desgarros parciales del ligamento cruzado craneal se caracterizan por una laxitud craneal reducida, por lo general más pronunciada en la flexión. La lesión del menisco medial puede ser identificada por un sonido de chasquido durante la locomoción o durante la flexión y extensión. También se puede utilizar una prueba de compresión tibial (flexión del corvejón y desplazamiento craneal de la tuberosidad tibial) para demostrar la laxitud del ligamento cruzado craneal. La radiografía revela derrame articular y signos de enfermedad articular degenerativa en las lesiones crónicas. La artrocentesis puede revelar un incremento celular moderado y hemartrosis. La artroscopia puede confirmar el diagnóstico, pero requiere un equipo especializado.

Los tratamientos comprenden terapias médica y quirúrgica. La reducción de peso, la fisioterapia controlada y los AINE alivian el dolor y el malestar producido por la inflamación y por la enfermedad articular degenerativa. Se recomienda la estabilización quirúrgica de la rodilla en el caso de perros activos. Las técnicas extracapsulares comprenden la sutura fascial, la sutura de imbricación de la tuberosidad tibial a la fabela, la transposición de la cabeza fibular, la nivelación de la meseta tibial, el avance de la tuberosidad tibial, e implantes sintéticos. Las técnicas intracapsulares comprenden los injertos de fascia lata o del tendón rotuliano, suturados por encima de la cabeza del cóndilo femoral lateral. La lesión del menisco medial requiere la exéresis del tejido avascular lesionado. La fisioterapia posoperatoria es crucial para la recuperación clínica. En la mayoría de los casos el pronóstico después de la cirugía es bueno.

Fracturas articulares

Las fracturas traumáticas más frecuentes comprenden las de las articulaciones del hombro, codo, carpo, cadera, rodilla y tarso. En los animales inmaduros, la fragilidad de la fisis comparada con los huesos adyacentes, ligamentos y cápsula articular, predisponen estas áreas a lesiones. Se suele utilizar a menudo el esquema de clasificación Salter-Harris (de I a V) para describir la localización de la fractura con respecto a la fisis y a la articulación. Las ubicaciones comunes específicas de la lesión son el tubérculo mayor y el cóndilo del húmero, la fisis distal del peroné, y la cabeza y cóndilos del fémur. También resulta con frecuencia lesionado el cóndilo humeral en animales maduros de razas Spaniel, caracterizándose por fracturas en forma de Y o T. Esto puede estar relacionado con una osificación y vascularización incompletas del hueso.

Los signos clínicos de las fracturas articulares comprenden cojeras, dolor y tumefacción articular. Las lesiones crónicas pueden caracterizarse por deformidades angulares de la extremidad, si la lesión afectó una placa de crecimiento abierta. La radiografía y la TC son útiles en la delimitación de la fractura.

El objetivo del tratamiento de la fractura articular es la reconstrucción anatómica estable, con el fin de mantener la congruencia articular y las funciones de la articulación y de la extremidad. La fijación interna con clavos, alambres o tornillos se lleva a cabo para obtener una fijación estable. El pronóstico de recuperación es bueno, siempre y cuando se haya realizado la técnica quirúrgica adecuada, y si el traumatismo articular no ha sido excesivo.

Fallo carpopalmar

Esta lesión de hiperextensión, secundaria a caídas o saltos, ejerce una fuerza excesiva sobre el carpo y, en consecuencia, se produce un colapso de los ligamentos proximal, medial, carpopalmar y del fibrocartílago. Los signos clínicos comprenden cojeras, tumefacción carpiana y una posición plantígrada característica. En los casos leves se puede intentar el uso de férulas externas o escayolas, a pesar de que es habitualmente necesario el tratamiento quirúrgico para restaurar la función de la extremidad. La intervención quirúrgica comprende la fusión (artrodesis) de las articulaciones afectadas, empleando una placa ósea y tornillos, clavos y alambres, o una fijación esquelética externa. Se utiliza un injerto óseo esponjoso para acrecentar la unión ósea, siendo necesario el apoyo posoperatorio. El pronóstico de recuperación es bueno.

Luxación de cadera

Con mucha frecuencia, la luxación traumática de la cadera es un desplazamiento craneodorsal de la cabeza femoral con respecto al acetábulo. Los signos clínicos comprenden cojera, dolor durante la manipulación de la articulación de la cadera y un acortamiento de la extremidad debido al desplazamiento dorsal del fémur. La radiografía es útil en la confirmación de la luxación y para delimitar la presencia de otras fracturas en la cabeza femoral o en el acetábulo. El tratamiento consiste en una manipulación cerrada y un cabestrillo posoperatorio para mantener la reducción, o bien en la práctica de una estabilización quirúrgica abierta, empleando suturas o clavos pasadores. Tras el fallo de las reducciones es posible proceder a la resección de la cabeza y cuello femoral, o a la sustitución total de la cadera. El pronóstico de recuperación suele ser excelente.

Para más información

  • Consulte también la información para propietarios sobre los traumatismos articulares en perros y gatos.