Un traumatismo grave puede provocar una fractura en cualquier parte de la región del hombro. Sin embargo, los principales puntos afectados son la tuberosidad supraglenoidea de la escápula (que sirve como origen del músculo bíceps braquial), la escápula media a distal y la metáfisis humeral proximal.
Las fracturas de la tuberosidad supraglenoidea, si son completas, se desplazan invariablemente en dirección craneodistal, debido a la tracción del bíceps. Las fracturas grandes pueden repararse quirúrgicamente. Sin embargo, esto no es fácil, porque los fragmentos son a menudo difíciles de reducir y los implantes son difíciles de colocar y propensos a fallar durante la recuperación de la anestesia o durante la convalecencia. Los fragmentos más pequeños pueden extirparse, pero la afectación del tendón del bíceps de origen debe resecarse. Los fragmentos muy grandes pueden afectar la superficie articular. Los casos suelen presentarse con cojera grave y antecedentes de traumatismos (p. ej., una caída durante un salto o una colisión con un objeto fijo). Durante la manipulación, a menudo hay una sensación de desarticulación entre la extremidad inferior y el hombro cuando el bíceps se rompe. Se puede sentir crepitación. En la mayoría de los casos, dado que la causa desencadenante es un traumatismo significativo, otros signos, como las abrasiones de los tejidos blandos o la tumefacción, señalarán el hombro como el lugar del dolor. Las radiografías revelarán la fractura y la ecografía puede ser muy útil para valorar el tendón del bíceps. El manejo varía y depende del uso previsto, la edad, el tamaño del fragmento, el tamaño del caballo, etc. El pronóstico para la restauración de la función normal es reservado. El tamaño del fragmento, el grado de desplazamiento, la presencia/ausencia de afectación articular, el grado de rotura del bíceps y el uso previsto del caballo son probablemente los factores pronósticos más importantes.
Las fracturas de la escápula media a distal se producen por traumatismo o, en los caballos de carreras, como fracturas por estrés asociadas con fatiga cíclica acumulativa. El traumatismo puede dar lugar a fracturas completas o (supuestamente debido a la flexibilidad del hueso, especialmente en potros) fracturas incompletas. Las radiografías rara vez ayudan, debido a la dificultad de obtener imágenes diagnósticas del área. La ecografía puede evaluar con precisión la integridad de la superficie ósea y es la técnica de elección. La gammagrafía también puede detectar las lesiones. Pueden producirse fracturas conminutas y el pronóstico empeora al aumentar la complejidad de la fractura. Las fracturas simples, no desplazadas o mínimamente desplazadas suelen curarse bien con reposo.
La ecografía se puede utilizar para controlar la cicatrización. Las fracturas por estrés son casi siempre incompletas y curan muy bien, con un pronóstico excelente para volver al entrenamiento. Muy raramente, las fracturas de la escápula se manifiestan como lesiones graves, inestables y conminutas que requieren la eutanasia por motivos humanitarios. El aspecto clínico es clave para tomar una decisión en estas circunstancias; aunque dolorosas, las fracturas de escápula con buen pronóstico no causan inestabilidad observable de la extremidad.
Las fracturas de la tuberosidad deltoidea se observan con poca frecuencia. Suelen ser el resultado de un traumatismo, a menudo una coz de otro caballo, y pueden implicar una herida y cantidades variables de infección dentro de la lesión. Las radiografías oblicuas orientadas a la lesión y la ecografía definen estas lesiones, y los caballos afectados se suelen recuperar completamente solo con descanso, aunque en casos raros puede ser necesario el desbridamiento quirúrgico del hueso infectado.
Las fracturas por estrés afectan también al húmero proximal, casi exclusivamente en la región metafisaria caudal. Son una causa poco frecuente pero importante de cojera en los caballos de carreras (la metáfisis craneodistal del húmero también está afectada, ver Fracturas del hombro en caballos). La historia típica es de aparición súbita, a menudo de moderada a marcada cojera, estrechamente asociada con el ejercicio reciente, en un animal por lo general, pero no siempre en un trabajo más rápido. La cojera suele ser transitoria y el caballo por lo general se recupera en poco tiempo (de días a una semana). Si se reanuda el ejercicio, la cojera recidiva. La localización es difícil; muchos se detectan después de eliminar la extremidad inferior como fuente de dolor o mediante gammagrafía. Las radiografías pueden identificar hueso nuevo perióstico y endóseo en el punto de la lesión. La recuperación suele ser sencilla y completa con unas pocas semanas de descanso. El confinamiento prolongado puede ser contraproducente y el ejercicio ligero (solo caminar) puede introducirse sorprendentemente rápido una vez que el periodo doloroso inicial ha remitido. La lesión sigue siendo evidente en las radiografías mucho después de que el hueso sea lo suficientemente fuerte como para soportar el ejercicio, pero se observará un suavizado gradual y una resolución del callo a medida que avanza la remodelación. Las fracturas humerales por estrés no detectadas pueden dar lugar a un fallo del hueso durante el ejercicio y una rotura completa, lo que requiere la eutanasia.