Las fracturas del segundo y especialmente del cuarto metatarsiano son frecuentes y suelen surgir de un traumatismo directo (p. ej., una coz de otro caballo). Se producen fracturas simples, conminutas y desplazadas, que a menudo se asocian con heridas suprayacentes. El diagnóstico se confirma mediante radiografía.
La mayoría de las fracturas del segundo y cuarto metatarsiano cicatrizan con tratamiento conservador a pesar de la conminución y la osteítis infecciosa con tratamiento antimicrobiano apropiado, vendaje para el cuidado de la herida y reposo. En caballos con fracturas abiertas o infectadas puede ser necesario un reposo de 4-6 meses. La ostectomía segmentaria puede estar indicada en caballos con secreciones crónicas y desarrollo de secuestro. La extirpación completa de los huesos del cuarto metatarsiano gravemente conminutas se ha descrito con éxito, aunque puede producirse una cojera persistente. La fijación interna de las fracturas del extremo proximal del segundo hueso metatarsiano puede estar indicada en algunos casos con notable desplazamiento e inestabilidad de los fragmentos de la fractura. Las fracturas abiertas del extremo proximal del segundo y cuarto hueso metatarsiano pueden dar lugar a sepsis de las articulaciones tarsometatarsianas, lo que requiere un tratamiento antimicrobiano agresivo y un tratamiento apropiado.
Las fracturas simples del extremo distal del segundo y cuarto hueso metatarsiano, justo por encima del "botón del rudimentario", se asocian normalmente con desmitis de las ramas del ligamento suspensor.