El dolor cumple una función protectora que alerta al individuo de las lesiones procedentes del entorno o del interior. Por ejemplo, si una distensión o tirón muscular causa dolor en una extremidad, no apoyar peso sobre esa extremidad puede ayudar a evitar una lesión mayor.
Los tipos de dolor más frecuentes pueden clasificarse como agudo, crónico, canceroso y neuropático.
El dolor agudo es la respuesta normal, predecible y notable a un estímulo indeseable (como torsión, aplastamiento o quemadura) o lesión tisular (como contusiones, heridas e incisiones quirúrgicas). Las personas describen el dolor agudo como agudo, punzante, doloroso o ardiente. El dolor agudo suele mejorar en los primeros 3 días después del suceso que lo provocó, pero puede durar todo el tiempo de curación (hasta 3 meses).
El dolor crónico persiste durante más tiempo del previsto para la curación, o puede estar asociado a una enfermedad progresiva no cancerosa, como la osteoartritis.
El dolor por cáncer puede tener componentes tanto de dolor agudo (debido al crecimiento del tumor primario, a una enfermedad cancerosa que se extiende o a los efectos tóxicos de la quimioterapia o la radiación) como de dolor crónico.
El dolor neuropático resulta de una lesión en un nervio o en alguna otra parte del sistema nervioso central. Este tipo de dolor no se diagnostica frecuentemente en medicina veterinaria, principalmente porque los animales no pueden comunicar un problema como una sensación de hormigueo.