Cortesía del Dr. Cecil Brownie.
Cortesía del Dr. Cecil Brownie.
La intoxicación por alcaloides pirrolizidínicos suele ser una intoxicación crónica que causa insuficiencia hepática. Está causada por muchas plantas tóxicas, con mayor frecuencia pertenecientes a los géneros Senecio, Crotalaria, Heliotropium, Amsinckia, Echium, Cynoglossum y Trichodesma. Estas plantas crecen principalmente en climas templados; sin embargo, algunas (p. ej., Crotalaria spp) requieren climas tropicales o subtropicales. Las plantas responsables más frecuentes son la hierba de Santiago (Senecio jacobaea), S riddellii, S longilobus, Crotalaria retusa y las semillas de A intermedia.
El ganado vacuno, los caballos, los ciervos de granja y los cerdos son los más sensibles. Las ovejas y los cabras necesitan ~20 veces más material vegetal que el ganado vacuno antes de que se desarrolle una intoxicación mortal. La sensibilidad individual es muy variable entre especies; los animales jóvenes en crecimiento son los más sensibles.
Etiología y patogenia de la intoxicación por alcaloides pirrolizidínicos en animales
En las plantas se han encontrado más de 350 factores tóxicos (alcaloides a base de pirrolizidina), y algunas plantas contienen varias toxinas alcaloides. Senecio jacobaea contiene jacobina; otros alcaloides pirrolizidínicos frecuentemente implicados en intoxicaciones incluyen la retrorsina, la senecifilina y la monocrotalina.
Estas plantas, que en condiciones normales son evitadas por los animales en pastoreo, pueden ser ingeridas en épocas de sequía. Algunos animales pueden comer preferentemente estas plantas como fuente de fibra cuando están disponibles en pastizales sumamente suculentos. Los animales también se intoxican al ingerir el material vegetal del heno, del ensilaje o de los granulados. Se sabe que al menos algunos de los compuestos tóxicos sobreviven a la desecación. Las semillas de Crotalaria, Amsinckia, y Heliotropium spp, que fueron cosechadas con grano, produjeron enfermedad en equinos, bovinos, porcinos y aves de producción.
Toxicocinética
Absorción. Los alcaloides pirrolizidínicos se absorben rápidamente a través del tracto GI.
Distribución. Los alcaloides pirrolizidínicos se distribuyen al hígado a través de la vena porta. Se encuentran en los tejidos fetales, la leche y los huevos de los animales afectados.
Metabolismo. Los alcaloides pirrolizidínicos sufren metabolismo hepático.
Eliminación. Los alcaloides pirrolizidínicos se excretan rápidamente por la orina.
Mecanismo de acción. Los alcaloides tóxicos se metabolizan en el hígado hasta pirroles reactivos, los cuales producen efectos citotóxicos en los lugares diana, que lo más común es que sean los núcleos de los hepatocitos. Otros lugares diana pueden incluir tejidos epiteliales y vasculares de los riñones y de los pulmones. Estos pirroles establecen enlaces cruzados con las hebras de ADN y además unen dicho ADN con nucleoproteínas como la actina. Se supone que estas alteraciones moleculares provocan los efectos citotóxicos, antimitóticos y megalocíticos característicos de la alcaloidosis pirrolizidínica. Existe buena evidencia de que algunos de los aductos formados estimulan el desarrollo de neoplasias hepáticas.
Hallazgos clínicos de la intoxicación por alcaloides pirrolizidínicos en animales
La enfermedad hepática con signos clínicos asociados es la manifestación más común de intoxicación por alcaloides pirrolizidínicos en especies animales domésticas. La intoxicación aguda se caracteriza por muerte súbita debida a necrosis hepática hemorrágica y hemorragias viscerales. Es un suceso raro porque la escasa palatabilidad de estas plantas provoca una rápida ingestión de grandes cantidades de toxinas poco comunes. La exposición crónica es más frecuente, y en el hígado se reflejan los efectos acumulativos y progresivos de una ingestión reiterada de pequeñas dosis de toxina. Por consiguiente, los signos clínicos pueden no aparecer hasta varias semanas o meses después de la exposición inicial. El consumo de la planta agresora puede haber cesado meses antes. La continua lesión hepática en estas circunstancias se sospecha que es debida al reciclado de pirroles tóxicos cuando son liberados por una célula moribunda y captados por otra. La progresión clínica puede también ser alterada por una enfermedad hepática simultánea; puede dar lugar a una crisis hemolítica en ovejas con reservas hepáticas de cobre excesivas.
En los equinos y bovinos, los signos clínicos son pérdida de condición corporal, anorexia, flojedad y estreñimiento o diarrea. El tenesmo y la deposición de heces sanguinolentas puede continuar con prolapso rectal, especialmente en el ganado vacuno. Pueden aparecer ascitis e ictericia y a veces los bovinos y ovinos muestran una fotosensibilización intermitente. Algunos animales se debilitan progresivamente y están poco dispuestos a moverse. Otros, especialmente los caballos, presentan signos de encefalopatía hepática como head-pressing (el animal presiona la cabeza contra una pared u objeto), bostezo, desorientación o incluso comportamiento frenético y agresivo. Puede aparecer pica. La muerte se puede producir súbitamente o tras un decúbito prolongado con coma hepático y altos niveles de amonio en sangre.
Los signos clínicos menos comunes que se han descrito con la intoxicación por alcaloides pirrolizidínicos incluyen disnea inspiratoria en ponis debida a parálisis laríngea y faríngea, disnea debida a neumonía intersticial en caballos y enfermedad renal en cerdos.
Lesiones
En los casos agudos, el hígado puede estar dilatado, hemorrágico e ictérico. En los casos crónicos está atrofiado, fibroso, finamente nodular y por lo general pálido, con una superficie brillante debida a engrosamiento fibroso de la cápsula. Otros hígados están fuertemente ictéricos. La vesícula biliar con frecuencia presenta edema y una distensión evidente con la bilis espesa y mucoide. Es común que el abomaso, segmentos de los intestinos, mesenterio y nódulos linfáticos asociados presenten edema, y también puede presentarse ascitis. En algunos casos aparecen numerosas y pequeñas hemorragias en las membranas serosas abdominales.
Los cambios histopatológicos característicos se producen a menudo en el hígado; sin embargo, la amplia gama de alcaloides pirrolizidínicos potencialmente dañinos significa que estos cambios representan una característica diagnóstica poco fiable. Se puede observar una dilatación irreversible de algunos hepatocitos (megalocitosis); es notorio en equinos y ovinos pero menos pronunciado en bovinos. En el ganado vacuno suele haber una notable fibrosis perivenosa de las venas sublobulares; sin embargo, esto no siempre se observa en equinos y ovinos. En todas las especies, los incrementos en el tejido conjuntivo, tanto dentro como alrededor de los lóbulos, pueden ser marcados. Puede haber necrosis unicelular (necrosis fragmentaria) de los hepatocitos. La hiperplasia de los conductos biliares es variable, pero puede ser el cambio microscópico más llamativo en algunos hígados. Los cambios pulmonares observados en caballos expuestos a Crotalaria spp pueden incluir hiperplasia del epitelio bronquioloalveolar, congestión, fibrosis septal y enfisema. Las células del epitelio tubular renal y del glomérulo también pueden estar aumentadas de tamaño en porcinos.
Diagnóstico de la intoxicación por alcaloides pirrolizidínicos en animales
El diagnóstico presuntivo se basa en los signos clínicos, los cambios compatibles en los parámetros bioquímicos y los antecedentes de exposición. El análisis químico de la sangre completa en busca de metabolitos tóxicos puede confirmar una exposición reciente; sin embargo, el análisis depende de la semivida de los eritrocitos a los que se unen estos pirroles. Esto se ha realizado por lo general mediante el uso de cromatografía líquida de alta resolución (HPLC) y espectrometría de masas y, por tanto, se ha restringido a los laboratorios de toxicología. Sin embargo, las preocupaciones sobre el potencial de los alcaloides pirrolizidínicos en alimentos como la miel, los cereales y la leche han fomentado el desarrollo de inmunoensayos para detectar aductos pirrol-proteicos. Estos ensayos probablemente estarán disponibles comercialmente para el análisis de muestras de sangre, aunque solo se dirigirán a los alcaloides pirrolizidínicos más comunes.
Cuando la cirrosis hepática es extensa, se desarrollan hipoalbuminemia e hiperglobulinemia. La concentración sérica de fibrinógeno, la concentración de bilirrubina, la actividad de la gamma-glutamiltransferasa (GGT) y la actividad de la glutamato deshidrogenasa (GDH) pueden estar aumentadas; sin embargo, esta enfermedad es insidiosa y los cambios bioquímicos séricos pueden ser sorprendentemente leves. La biopsia hepática suele ser útil, especialmente si se observan cambios megalocíticos. Otras hepatotoxinas, (p. ej., cobre o aflatoxinas), y también infecciones como la fascioliasis crónica, deben ser consideradas antes de establecer el diagnóstico.
En la exploración post mortem, el diagnóstico a menudo se puede establecer basándose en los hallazgos macroscópicos más los cambios histopatológicos característicos en los tejidos hepáticos, pulmonares o renales. Las pruebas de tejido hepático para metabolitos pirrólicos y aductos de ADN-pirrol en muestras de biopsia no fijadas o en tejido hepático recogidas en el examen post mortem pueden proporcionar una confirmación definitiva de la exposición a la toxina, en algunos casos incluso cuando la ingestión del alcaloide pirrolizidínico se produjo meses antes.
Tratamiento y control de la intoxicación por alcaloides pirrolizidínicos en animales
Debe evitarse que la ingestión de material vegetal tóxico continúe. Los animales que muestran signos clínicos raras veces se recuperan, y las lesiones presentes en los animales afectados subclínicamente pueden progresar y causar más pérdidas durante varios meses. Están indicadas las raciones ricas en carbohidratos debido a que una ingestión altamente proteica puede precipitar la sintomatología clínica. Puede ser necesario un tratamiento de apoyo para la deshidratación y la fotosensibilización.
Debe acentuarse la prevención de otros brotes reduciendo la exposición a los factores contribuyentes.
Las ovejas suelen emplearse para el control de estas plantas mediante el pastoreo; sin embargo, esta práctica conlleva algunos riesgos a menos que se utilicen ovejas destinadas al sacrificio precoz. El control biológico de las plantas mediante las mariposas nocturnas, los escarabajos pulga y las moscas se ha experimentado con resultados variables. El Senecio y las especies tóxicas de los pastizales relacionadas se han controlado satisfactoriamente mediante aplicaciones anuales de herbicidas, preferiblemente en la primavera y antes de la conservación del heno o del ensilaje.
Para más información
Consulte también la información para propietarios sobre intoxicación por alcaloides pirrolizidínicos.