A menudo se sospecha la enfermedad hepática primero sobre la base del aumento de la actividad de las enzimas hepáticas en los perfiles de cribado. Sin embargo, la actividad enzimática hepática anormalmente aumentada excede la prevalencia de la enfermedad hepática porque un amplio abanico de trastornos no hepáticos puede influir en la actividad enzimática hepática.
Las mediciones de las enzimas hepáticas no son pruebas de la función hepática, sino que reflejan la integridad de la membrana de los hepatocitos, la necrosis del epitelio biliar o del hepatocito, la colestasis o el fenómeno de inducción. La actividad enzimática hepática también puede estar atenuada secundariamente a la pérdida crítica del parénquima hepático funcional. Hasta el 2,5 % de los animales clínicamente normales tienen actividades enzimáticas hepáticas anormales en el límite.
Reconocer si las anomalías enzimáticas son persistentes o cíclicas ayuda a categorizar las causas probables. El patrón de anomalías de las enzimas hepáticas ha de considerarse en relación con la reseña del paciente, los antecedentes, la concentración de bilirrubina total, las concentraciones séricas de ácidos biliares, las comorbilidades y las medicaciones.
La evaluación de la actividad de las enzimas hepáticas debe considerar lo siguiente:
Patrón predominante de cambio enzimático (enzimas de fuga hepatocelular frente a enzimas colestáticas).
Magnitud del incremento en la actividad enzimática en relación con el rango de referencia (leve, <3 veces; moderado, 3-9 veces; marcado, >10 veces).
Tasa de recambio (aumento o resolución) con evaluaciones secuenciales de muestras.
Naturaleza del curso del cambio (fluctuación frente a aumento o disminución progresiva).
La actividad de las enzimas hepáticas en suero suele reflejar la muerte de los hepatocitos, que corresponde a las características evidentes en la evaluación histológica. Sin embargo, los procesos patológicos en los que la muerte de los hepatocitos está orquestada por vías apoptóticas pueden no mostrar la correspondiente actividad enzimática.
Los fenómenos tóxicos que afectan a la capacidad sintética de los hepatocitos reducen la actividad enzimática. Esto puede ocurrir con toxinas específicas como la microcistina (hepatotoxicidad por algas verdeazuladas) y la aflatoxicosis, así como en la lesión hepática crónica tardía, cuando hay una disminución notable de la masa hepática viable. Algunas intoxicaciones que causan insuficiencia hepática fulminante provocan la muerte antes de que se pueda documentar el aumento de las enzimas hepáticas.
La investigación de la función hepática midiendo las concentraciones de ácidos biliares séricos totales (ABST) preprandiales y posprandiales puede acelerar la decisión de realizar una biopsia hepática en pacientes con signos clínicos vagos y actividad enzimática vacilante. El inconveniente de este abordaje es que numerosos perros de razas pequeñas con displasia microvascular tienen concentraciones elevadas de ABST que no justifican una biopsia hepática. Los estudios de imagen ayudan a detectar trastornos primarios subyacentes que afectan secundariamente al hígado y causan un aumento de la actividad enzimática. La imagen ecográfica puede ayudar a determinar la utilidad de la biopsia hepática; no se recomiendan los métodos de biopsia con aguja en animales con microhepatía, ascitis o lesiones hepáticas focales de difícil muestreo.
Los rangos de referencia apropiados para la edad de la actividad de las enzimas hepáticas son esenciales para la interpretación de valores de laboratorio en cachorros y gatitos. Las actividades plasmáticas de las enzimas fosfatasa alcalina (FA) y gamma-glutamil transferasa (GGT) en perros y gatos neonatos son notablemente más altas que las de los adultos. Las diferencias reflejan adaptaciones fisiológicas durante la transición desde las etapas de la vida fetal y neonatal, la ingestión de calostro, la maduración de las vías metabólicas, los efectos del crecimiento, las diferencias en el volumen de distribución y composición corporal, y la ingesta nutricional.
Las actividades séricas de FA, AST, CK y LDH en los neonatos suelen aumentar mucho durante las primeras 24 horas después del nacimiento. En los gatitos, las actividades séricas de FA, CK y LDH superan los valores de los adultos hasta las 8 semanas de edad. La actividad de la FA sérica aumenta notablemente en cachorros y gatitos de 1 día de vida después de la ingestión de calostro, como también se observa en terneros recién nacidos, corderos, cerdos y potros.
Aminotransferasas en la actividad enzimática en la enfermedad hepática
La AST y la ALT son aminotransferasas comúnmente utilizadas para inferir lesión hepática en cuestiones de enfermedad hepática. Sin embargo, ambas enzimas están presentes en altas concentraciones en el hígado y en otros tejidos. La actividad de la AST es mayor en el riñón, el corazón y el músculo esquelético que en el hígado, mientras que la actividad de la ALT es mayor en el hígado. Dado que la actividad de la ALT hepática es 10 000 veces mayor que la actividad enzimática plasmática en animales sanos, tiene una gran utilidad diagnóstica para detectar lesiones hepáticas.
La localización citosólica de las transaminasas permite su liberación inmediata con incluso una alteración menor en la integridad de la membrana celular de los hepatocitos. Desafortunadamente, la fuga indiscriminada limita la especificidad de su utilidad diagnóstica. No obstante, la duración y la magnitud de la actividad de las transaminasas séricas medidas secuencialmente pueden predecir la actividad y la gravedad de la enfermedad y estimar de forma aproximada la magnitud de la afectación de los hepatocitos.
La actividad de las transaminasas hepáticas también aumenta con la lesión muscular, así como con la actividad física vigorosa en los perros. La persistencia de las transaminasas en el plasma contribuye a su elevada actividad sostenida en ciertos trastornos. Debido a que el catabolismo de las transaminasas se produce por endocitosis de absorción en el borde sinusoidal de los hepatocitos, la eliminación lenta de las enzimas puede mantener la actividad de las enzimas circulantes en pacientes con insuficiencia hepática (es decir, aquellos con pérdida sustancial del parénquima hepático funcional, nódulos regenerativos, fibrosis disecante y derivaciones portosistémicas adquiridas).
Alanina aminotransferasa
Los mayores incrementos de la actividad de la ALT circulante se observan e los casos de necrosis e inflamación hepatocelular. Después de una necrosis aguda grave de los hepatocitos, la actividad de la ALT sérica aumenta bruscamente en 24-48 horas hasta valores a menudo de >100 veces por encima del valor normal, alcanzando su punto máximo durante los primeros 5 días de la lesión. Si la lesión se resuelve, la actividad de la ALT disminuye gradualmente hasta la normalidad a lo largo de 2-3 semanas.
Aunque este patrón se considera clásico, algunas hepatotóxicos graves no se asocian con un aumento de la actividad de la ALT, porque inhiben la transcripción génica o interfieren con la biosíntesis de ALT (p. ej., hepatotoxicidad por aflatoxina B1, hepatotoxicidad por microcistina). Sin embargo, en el caso de muchas lesiones agudas graves, la disminución de la ALT también puede reflejar una escasez adquirida de hepatocitos viables en fase terminal.
Algunos ejemplos de hepatotóxicos necrotizantes clásicos son el tetracloruro de carbono, la nitrosamina y la exposición repetida a paracetamol. Una sola exposición al tetracloruro de carbono causa un aumento agudo de la ALT que se resuelve durante la semana siguiente. La necrosis hepatocelular inducida por nitrosaminas aumenta la actividad de la ALT plasmática, pero no de forma notable hasta después de 1 semana de exposición crónica intermitente. La actividad incrementada de la ALT persiste durante semanas en ausencia de exposición recurrente hasta que se resuelve la necrosis.
La hepatotoxicidad inducida por paracetamol causa un aumento notable de ALT y AST en 24 horas, que puede disminuir en 72 horas hasta valores casi normales. Esta toxina es altamente dependiente de la dosis en perros y gatos, y los gatos son sumamente sensibles a la toxicidad hematológica (metahemoglobinemia, hemólisis grave) después de ingerir tan solo 125 mg. Sin embargo, en perros, la ingestión de 200 mg/kg puede provocar insuficiencia hepática mortal, con sensibilidad aumentada por exposición previa a fármacos inductores de la enzima P450 (p. ej., fenobarbital) y administración de dosis repetidas.
La degeneración hepatocelular de bajo grado, observada en algunos perros con derivaciones portosistémicas congénitas, refleja un retraso en el aclaramiento enzimático y una lenta eliminación de hepatocitos. Muchos de estos perros desarrollan pequeños lipogranulomas, supuestamente reflejando una lesión de los hepatocitos asociada con una perfusión sinusoidal alterada y focos inflamatorios que pueden reflejar una alteración de la eliminación de toxinas y desechos entéricos de las células de Kupffer.
La necrosis hepática aguda debida a la hepatitis infecciosa canina aumenta 30 veces la actividad de la ALT plasmática, alcanzando un máximo en 4 días. A partir de entonces, la actividad crónica sostenida de la ALT persiste a medida que se desarrolla hepatitis crónica en perros incapaces de eliminar el virus. La lesión hepática inducida por tóxicos suele hacer que la actividad de la ALT plasmática aumente, alcance su punto máximo y vuelva a la normalidad antes que en el caso de la a hepatitis vírica infecciosa.
La hepatitis crónica, una lesión hepática necroinflamatoria persistente o cíclica asociada al cobre o idiopática en perros, se asocia con necrosis y fibrosis de gravedad variable. La actividad cíclica de la enfermedad se refleja en los "brotes" de las enzimas plasmáticas. A veces, la actividad de la ALT plasmática es >10 veces superior a la normal.
Las fluctuaciones enzimáticas contrastan con los perfiles enzimáticos secuenciales asociados a episodios lesivos individuales. En los perros con hepatitis crónica, la actividad de la ALT sérica disminuye a medida que se resuelve la lesión; sin embargo, la actividad de la FA sérica puede aumentar como resultado de las respuestas regenerativas asociadas a la proliferación de células progenitoras (reacción ductal). Los perros tratados con glucocorticoides pueden desarrollar un leve aumento de la actividad de la ALT que se resuelve a las pocas semanas de la retirada de los glucocorticoides.
A pesar de la alta sensibilidad de la ALT para la identificación de un trastorno hepático, su falta de especificidad no le permite diferenciar una enfermedad hepática clínicamente significativa o anomalías histológicas específicas ni detectar una disfunción hepática. Su mejor utilidad es junto con otras pruebas diagnósticas.
Aspartato aminotransferasa
La AST está presente en concentraciones importantes en una amplia variedad de tejidos, especialmente el músculo. El aumento de la actividad de la AST puede reflejar cambios reversibles o irreversibles en la permeabilidad de la membrana celular de los hepatocitos, daños en la membrana mitocondrial de los hepatocitos, necrosis celular, inflamación hepática y, en perros, inducción de enzimas microsomales. Después de una necrosis hepática grave difusa aguda, la AST sérica aumenta bruscamente durante los primeros 3 días hasta valores de 10 a 30 veces por encima de lo normal en perros y hasta 50 veces por encima de lo normal en gatos. Si la necrosis se resuelve, la actividad de la AST disminuye gradualmente durante 2-3 semanas. En la mayoría de los casos, la AST es paralela a los cambios en la actividad de la ALT.
Aunque el aumento de la actividad de la AST en ausencia de una actividad anormal de la ALT implica una fuente enzimática extrahepática (especialmente en la lesión muscular), existen excepciones clínicas que pueden relacionarse con la gravedad y la localización zonal del daño hepático. En algunos gatos con enfermedad hepática, la AST es un marcador más sensible de lesión hepática que la ALT (p. ej., necrosis hepática, colangiohepatitis, enfermedad mieloproliferativa, linfoma infiltrativo hepático y obstrucción extrahepática de los conductos biliares [EHBDO]).
En algunos perros hay una tendencia similar. Dado que la AST se localiza dentro de las mitocondrias y está libre dentro del citosol de los hepatocitos, los aumentos de AST mayores o iguales a los aumentos de la ALT pueden reflejar una lesión mitocondrial. Los perros tratados con glucocorticoides pueden desarrollar un leve aumento de la actividad de la AST; sin embargo, esto se resuelve varias semanas después de la retirada de los glucocorticoides.
Fosfatasa alcalina en la enfermedad hepática en pequeños animales
El aumento de la actividad de la fosfatasa alcalina (FA) en perros es la anomalía más común en las pruebas bioquímicas rutinarias de la enfermedad hepática; su alta sensibilidad y baja especificidad pueden suponer un reto diagnóstico si no se dispone de biopsia hepática. La actividad de la FA en perros tiene la especificidad más baja de las enzimas hepáticas utilizadas rutinariamente por su complejidad asociada con la inducción de diferentes isoenzimas.
En perros y gatos, los tejidos que contienen mayor actividad de FA (en orden descendente) son el intestino, riñón (corteza), placenta (solo en perros), hígado y hueso. Se pueden extraer distintas isoenzimas séricas de FA de algunos de estos tejidos en cada especie (p. ej., isoenzimas óseas [B-FA], hepáticas [L-FA] e inducidas por glucocorticoides [G-FA] en el suero canino). En los perros, la L-FA y la G-FA son las principales responsables de la elevada actividad de la FA sérica, mientras que la L-FA es la principal responsable en los gatos. El aumento de la actividad de la FA se desarrolla hasta en un 75 % de los gatos hipertiroideos, dependiendo de la cronicidad, contribuyendo sustancialmente la B-FA.
Las magnitudes comparativamente pequeñas de la actividad de la FA en gatos con enfermedad hepática (2-3 veces la normal) en relación con los perros (por lo general >4-5 veces) reflejan la menor actividad específica de la FA en el hígado felino y su semivida más corta. No obstante, la actividad de la FA sigue siendo clínicamente útil para diagnosticar la enfermedad hepática felina si se considera la perspectiva adecuada para la especie.
La utilidad de la actividad de la FA sérica como indicador diagnóstico en los perros se complica por la acumulación común de isoenzimas L-FA y G-FA. Aunque cada uno de estos puede ser inducido por hormonas esteroidogénicas, predomina la G-FA. Desafortunadamente, la utilidad clínica de determinar qué isoenzima contribuye a la actividad de la FA es baja, porque incluso en perros con enfermedad hepática que conduce a la liberación de FA, finalmente predomina la G-FA.
Dado que la isoenzima B-FA aumenta de forma secundaria a la actividad de los osteoblastos, se detecta en animales jóvenes en crecimiento y en animales con tumores óseos, hiperparatiroidismo renal secundario y osteomielitis. Sin embargo, la menor contribución de la B-FA a la actividad de la FA sérica total no suele dar lugar a un diagnóstico erróneo de enfermedad hepática colestásica. La remodelación ósea secundaria a una neoplasia puede no afectar sustancialmente a la actividad de la FA sérica o puede causar solo un incremento leve (2-3 veces) en los perros. En gatos jóvenes en crecimiento, el aumento de la actividad B-FA puede simular la actividad enzimática observada en la enfermedad hepatobiliar.
Aunque la ALT se libera inmediatamente del citosol hepatocelular en la necrosis hepática aguda, esto no sucede con las pequeñas cantidades de FA unidas a la membrana. Se necesitan varios días para que la inducción de la enzima asociada a la membrana se "acelere" y pase a circulación sistémica. El aumento de la FA sérica puede reflejar un aumento de novo de la síntesis hepática, lesión canalicular, colestasis y solubilización de su anclaje a la membrana (por sales biliares).
Los mayores incrementos en la actividad de la FA sérica (L-FA o G-FA ≥100 veces lo normal) se desarrollan en perros con trastornos colestásicos difusos o focales, incluyendo la EHBDO, la enfermedad hepática asociada a pancreatitis (principalmente EHBDO), el carcinoma hepatocelular masivo (fenómeno de inducción) y el carcinoma de las vías biliares, y en perros expuestos a hormonas esteroidogénicas (endógenas o exógenas).
Aunque la actividad sérica de la FA puede ser normal o estar solo moderadamente aumentada en perros con neoplasia metastásica que afecta al hígado, también puede aumentar drásticamente en perros con neoplasia mamaria. La actividad de la FA sérica elevada se desarrolla en ~50 % de las perras con tumores mamarios malignos o benignos, observándose la mayor actividad de la FA en perras con tumores malignos mixtos. No obstante, la FA sérica no tiene valor como marcador diagnóstico o pronóstico en el cáncer de mama; no está claro si la remisión de la enfermedad (quirúrgica, quimioterapia) va seguida de una regresión en la actividad de la FA sérica o si la actividad de la FA sérica funciona como un marcador paraneoplásico.
Después de una necrosis hepática grave aguda, la actividad de la FA aumenta de 2 a 5 veces en perros y gatos, se estabiliza y luego disminuye gradualmente durante 2-3 semanas. La actividad sostenida de la FA se suele correlacionar con una respuesta ductal reparativa (hiperplasia de células progenitoras, también conocida como reacción ductular). En los gatos, la EHBDO da lugar a un aumento de la FA al doble en 2 días, hasta 4 veces en 1 semana y hasta 9 veces en 2-3 semanas. A partir de entonces, la actividad se estabiliza y disminuye gradualmente, pero no suele llegar al rango normal; la disminución de la actividad enzimática se coordina con el desarrollo de la cirrosis biliar.
Los trastornos inflamatorios que afectan a las estructuras biliares o canaliculares, o los trastornos que comprometen el flujo biliar, aumentan la actividad de la FA sérica secundariamente a la inflamación/rotura de la membrana y a la acumulación local de ácidos biliares que facilita la liberación de FA de las membranas. Tanto en perros como en gatos se desarrollan incrementos similares en la actividad de la FA sérica en la colestasis intrahepática (metabólica, bioquímica, sepsis) u obstrucción que afecta a las estructuras biliares extrahepáticas. Por consiguiente, la actividad de la FA no puede diferenciar entre trastornos colestáticos intrahepáticos y extrahepáticos.
Muchas afecciones extrahepáticas y hepáticas primarias se asocian con un aumento de la L-FA. En los gatos, la lipidosis hepática felina se asocia con un marcado aumento de la actividad de la FA e ictericia. El aumento de la FA aparentemente refleja disfunción canalicular o compresión según el estudio ultraestructural de los hepatocitos en los gatos afectados. Aunque en los gatos la FA rara vez se ve afectada por los anticonvulsivos o los glucocorticoides, puede aumentar con la diabetes mellitus, el hipertiroidismo y la pancreatitis.
En los perros, la inflamación hepática primaria, así como la infección sistémica o la inflamación y la exposición a hormonas esteroidogénicas, pueden inducir una hepatopatía vacuolar (HV) asociada al glucógeno. Cuando es difusa, grave y degenerativa, la HV altera la perfusión transhepática y provoca un efecto colestático que puede causar compresión canalicular. Aunque la HV asociada a glucógeno se caracterizó inicialmente como una lesión iniciada por glucocorticoides, ahora se ha establecido que casi el 50 % de los perros con HV asociada a glucógeno carecen de exposición manifiesta a sustancias esteroidogénicas.
Los perros con enfermedades crónicas pueden producir isoenzimas G-FA secundarias a la liberación de glucocorticoides inducida por el estrés. Estos perros a menudo demuestran supresión normal de la dexametasona y las pruebas de respuesta a la hormona adrenocorticotropa (ACTH). Sin embargo, en algunos perros, la FA elevada asociada con una HV asociada al glucógeno indica la existencia de una hiperplasia adrenal atípica, un trastorno asociado con una producción anormal de hormonas sexuales.
Lamentablemente, no existe una relación consistente entre la magnitud de la actividad de la FA sérica, la predominancia de la actividad de la G-FA elevada o las lesiones histológicas hepáticas. La determinación de la isoenzima G-FA no es útil para caracterizar el síndrome porque esta isoenzima también es predominante en perros tratados con glucocorticoides y en perros con hiperadrenocorticismo espontáneo o iatrogénico, neoplasia hepática o no hepática, inflamación hepática y numerosas enfermedades crónicas diversas, incluyendo la enfermedad hepática primaria.
La magnitud de la actividad de la FA inducida por la administración de glucocorticoides depende del tipo de fármaco y de la dosis administrada, así como de la respuesta individual. La prednisona o la prednisolona suelen aumentar la actividad de la FA en 5-7 días con escalada secuencial gradual con dosis de 2-4 mg/kg, PO, cada 24 horas. La producción de G-FA no implica que un perro tratado con cortisona tenga un hiperadrenocorticismo iatrogénico, un eje hipofisario-adrenal suprimido o una HV clínicamente importante asociada al glucógeno. En comparación, el hígado felino es relativamente insensible a los glucocorticoides, y ocasionalmente los gatos desarrollan una HV asociada al glucógeno o una vacuolación lipídica acelerada de los hepatocitos.
En los perros, la actividad de la FA sérica total y la isoenzima L-FA también pueden estar inducidas por la administración de ciertos anticonvulsivos (fenobarbital, primidona y fenitoína) y otros fármacos; en esta circunstancia, la actividad de la FA suele aumentar de 2 a 6 veces lo normal. Por el contrario, la FA y la L-FA séricas no aumentaron en los gatos tras la administración de fenobarbital (0,25 granos, cada 12 horas) durante 30 días.
Gamma-glutamil transferasa en la enfermedad hepática
La gamma-glutamil transferasa (GGT) es una glucoproteína unida a la membrana que desempeña un papel crucial en la desintoxicación celular porque está implicada en la disponibilidad del glutatión. Las concentraciones tisulares de GGT en perros y gatos son más altas en el riñón y el páncreas, con cantidades menores en el hígado, la vesícula biliar, los intestinos, el bazo, el corazón, los pulmones, el músculo esquelético y los eritrocitos. Sin embargo, la actividad de la GGT sérica se deriva en gran medida del hígado, aunque existe una variación considerable de especies en su localización dentro de este órgano.
La necrosis aguda, grave y difusa se asocia con ausencia de cambios o con incrementos leves (de 1 a 3 veces lo normal) en la actividad de la GGT, que se resuelven en ~10 días después de un único episodio. En los perros con EHBDO, la actividad de la GGT en suero aumenta de 1 a 4 veces por encima de lo normal en 4 días, y de 10 a 50 veces en 1-2 semanas. A partir de entonces, los valores pueden estabilizarse o continuar aumentando hasta 100 veces. En los gatos con EHBDO, la actividad de la GGT sérica puede aumentar hasta el doble en 3 días, de 2 a 6 veces en 5 días, de 3 a 12 veces en 1 semana y de 4 a 16 veces en 2 semanas.
Los glucocorticoides y otros inductores de enzimas microsomales pueden estimular la producción de GGT en perros; sin embargo, la respuesta es variable. La administración de muchos fármacos (p. ej., glucocorticoides, carbamazepina, cimetidina, furosemida, heparina, isotretinoína, metotrexato, estrógenos, fenobarbital, fenitoína y ácido valproico) puede aumentar la actividad de la GGT significativamente por encima del valor basal. Los perros tratados con fenitoína o primidona desarrollaron solo un aumento moderado de la actividad de la GGT sérica (hasta de 2 a 3 veces), a menos que estuvieran manifestando una hepatotoxicidad anticonvulsiva que a menudo se asocia con una marcada actividad enzimática. Actualmente, estos fármacos rara vez se usan como anticonvulsivos en perros.
Los gatos con enfermedad hepática necroinflamatoria avanzada, EHBDO o colestasis intrahepática inflamatoria pueden desarrollar un aumento mayor de la actividad de la GGT en relación con la actividad de la FA. Los glucocorticoides y otros inductores enzimáticos en perros no influyen clínicamente en la actividad de la GGT sérica en gatos. El rango normal de actividad de la GGT sérica en los gatos es mucho más estrecho e inferior que en los perros; por tanto, los ensayos deben ser lo suficientemente sensibles para detectar una baja actividad de GGT, y los intervalos de referencia caninos no deben aplicarse a las mediciones felinas.
La actividad de la GGT pueden aumentar notablemente en perros y gatos con neoplasia hepática o pancreática primaria. Sin embargo, la actividad de la GGT no parece ser adecuada para la vigilancia de metástasis hepáticas en ninguna de las dos especies.
Como la actividad de la FA, la actividad de la GGT carece de especificidad para diferenciar entre enfermedad hepática parenquimatosa y enfermedad biliar obstructiva. No es tan sensible en perros como la actividad de la FA, pero tiene mayor especificidad. En los gatos con enfermedad inflamatoria hepática, es más sensible pero menos específica que la actividad de la FA.
Estas dos actividades enzimáticas deben interpretarse simultáneamente. La probabilidad de que la lipidosis hepática (LH) se haya desarrollado de forma secundaria a enfermedad hepática necroinflamatoria, EHBDO o enfermedad pancreática puede predecirse examinando los incrementos relativos de actividad de la GGT y la FA.
Los trastornos necroinflamatorios que afectan a las estructuras biliares, la tríada portal o el páncreas se suelen asociar a un mayor aumento de la GGT que de la FA. Con la exclusión de estos trastornos subyacentes, los gatos con LH suelen tener un aumento mayor de FA en relación con la GGT; esto tiene una utilidad diagnóstica importante para discernir la causa subyacente de la LH.
Los animales neonatos de varias especies, incluidos los perros, pero no los gatos, desarrollan una elevada actividad de la GGT sérica secundaria a la ingestión de calostro.