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Fármacos utilizados para tratar la enfermedad inflamatoria intestinal en animales monogástricos

PorPatricia M. Dowling, DVM, MSc, DACVIM, DACVCP;Derek Foster, DVM, PhD, DACVIM
Revisado/Modificado may 2023

La causa específica de la enfermedad inflamatoria intestinal (EII) en animales muchas veces se desconoce; por tanto, es difícil prescribir un tratamiento específico para el trastorno subyacente (consulte la tabla Fármacos usados para la enfermedad inflamatoria intestinal).

La forma más frecuente de EII es la colitis, que a menudo se clasifica como linfoplasmocitaria, eosinofílica, histiocítica o granulomatosa.

El objetivo del tratamiento de la enfermedad inflamatoria intestinal es restaurar la motilidad intestinal normal y aliviar la inflamación, los espasmos o las úlceras. En pequeños animales, el tratamiento dietético es un componente fundamental del tratamiento de la colitis crónica.

Tabla
Tabla

La sulfasalazina se compone de sulfapiridina y ácido 5-aminosalicílico (mesalamina) unidos por un anillo azólico. La bacteria rompe el enlace, en el colon, y libera los dos fármacos. El componente de sulfamida se absorbe en la circulación y el componente de ácido salicílico es activo localmente en el tracto GI. Menos de la mitad del salicilato se absorbe sistémicamente. La eficacia clínica parece deberse principalmente al efecto antiinflamatorio del salicilato. Existen pruebas de su actividad antilipoxigenasa, disminución de la interleucina 1, reducción de la síntesis de prostaglandinas y captación de radicales de oxígeno. La sulfasalazina se suele emplear en pequeños animales en el tratamiento de la colitis idiopática o ulcerosa o de la colitis linfoplasmocitaria una vez excluido el origen alimentario.

Como el salicilato apenas se absorbe, sus efectos sistémicos son generalmente mínimos. La sulfamida puede causar queratoconjuntivitis seca en el perro, y el salicilato puede resultar tóxico en el gato.

La dosis recomendada de sulfasalazina varía ampliamente, y tras una respuesta inicial, se va reduciendo gradualmente. Se han desarrollado nuevos productos para superar la dificultad del ácido 5-aminosalicílico para alcanzar el colon y los efectos secundarios sistémicos.

La mesalamina es un ácido 5-aminosalicílico sensible al pH, recubierto. El polímero de recubrimiento previene la liberación del fármaco activo hasta que alcance el colon.

La olsalazina está formada por dos moléculas de ácido 5-aminosalicílico unidas entre sí por un anillo azólico.

La tilosina es un antibiótico macrólido que se emplea con éxito en algunos perros con enfermedad inflamatoria intestinal. Se suele administrar a largo plazo como alternativa a la sulfasalazina. Se desconoce su mecanismo de acción; sin embargo, se cree que la actividad de la tilosina frente a micoplasmas, espiroquetas y clamidias es importante. Se obtienen mejores resultados cuando la formulación en polvo, autorizada para uso en el cerdo, se añade a la comida o al agua. Algunos perros pueden rechazar su sabor amargo.

El metronidazol tiene una eficacia buena frente a Giardia, y se ha administrado a perros, gatos y caballos con EII. Se sospecha que esta eficacia está relacionada con la actividad del metronidazol frente a bacterias anaerobias. El metronidazol también presenta un efecto inmunosupresor en la mucosa digestiva al reducir la respuesta inmunitaria celular. Se han descrito efectos neurológicos adversos en los perros y gatos tratados con metronidazol. El diazepam parece ser eficaz para el tratamiento de la neurotoxicidad inducida por metronidazol.

La eficacia de los glucocorticoidesen el tratamiento de la colitis se relaciona probablemente con sus efectos antiinflamatorios e inmunosupresores. Algunos casos de colitis pueden deberse a autoanticuerpos y a linfocitos T dirigidos contra células epiteliales del colon. Los glucocorticoides suprimen la respuesta inmunitaria y se emplean cuando los resultados de la biopsia sugieren colitis eosinofílica o linfoplasmocitaria. Debido a su bajo costo, los glucocorticoides a menudo se administran como tratamiento de primera línea en perros, gatos y caballos.

La prednisona se suele administrar a dosis inmunosupresoras, que se reducen lentamente a la dosis eficaz más baja cada 48 horas. Debido a la escasa biodisponibilidad oral de la prednisona y al escaso metabolismo hepático de la prednisona al compuesto activo prednisolona en gatos y caballos, se debe administrar prednisolona en estas especies.

El tratamiento combinado con sulfasalazina, metronidazol o azatioprina puede disminuir la dosis global de prednisona necesaria para lograr la remisión de los signos clínicos.

Si los efectos adversos (poliuria grave o polidipsia, jadeo, letargo, etc.) de la prednisona son importantes, se puede utilizar dexametasona en su lugar. En algunos perros, la dexametasona se tolera mucho mejor y los efectos adversos son mínimos o inexistentes.

Si los efectos adversos de la prednisona se consideran graves, se suele suspender durante 12-36 horas para facilitar un metabolismo y una depuración adecuados. La prednisona puede entonces reintroducirse al 25-50 % de la dosis previa o, alternativamente, puede instaurarse dexametasona a una dosis baja.

La budesónida es un glucocorticoide utilizado en seres humanos para tratar el asma, la rinitis y la enfermedad inflamatoria intestinal. La formulación humana consiste en gránulos recubiertos, con una matriz de etilcelulosa, para dirigir la liberación en la luz del íleon o del colon ascendente. Dado que la budesónida sufre un extenso metabolismo hepático de primer paso, con un 90 % del fármaco disponible de forma sistémica convertido en metabolitos menos activos, teóricamente tiene una actividad local aumentada con efectos sistémicos mínimos. Un estudio veterinario encontró que los perros con EII presentaban supresión del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal cuando se les administraba budesónida.(1) Una posible razón para esta supresión es que la capa mucosa GI dañada permitió una mayor absorción sistémica del fármaco.

Los ácidos grasos omega-3 se han sugerido para el tratamiento en humanos con colitis ulcerosa o enfermedad de Crohn. La adición de ácidos grasos omega-3 a la dieta reduce los ácidos grasos omega-6 disponibles para la ruta del ácido araquidónico. Se dispone de distintas formulaciones para pequeños animales, y puede añadirse aceite de linaza crudo al pienso de los caballos para obtener este efecto.

Algunos fármacos inmunosupresores potentes, como la azatioprina, se emplean en el tratamiento de algunos tipos de enfermedad inflamatoria intestinal. La azatioprina se metaboliza a 6-mercaptopurina, que tiene efectos inmunosupresores al interferir en la síntesis de ácidos nucleicos y bloquear la proliferación linfocitaria. Pueden pasar varias semanas o meses de tratamiento para que la azatioprina alcance su máxima eficacia. En particular, los gatos deben monitorizarse para detectar efectos adversos, que incluyen mielosupresión, enfermedad hepática y necrosis pancreática aguda.

Clorambucilo se ha utilizado en lugar de la azatioprina en algunos casos difíciles o refractarios de enfermedad inflamatoria intestinal en gatos. Tiene un coste prohibitivo en todos los perros, excepto en los muy pequeños.

La ciclosporina también puede usarse en el tratamiento de la EII refractaria a los esteroides en las dosis indicadas para tratar la atopia en perros y gatos. En un estudio de perros con enfermedad inflamatoria intestinal, los linfocitos T disminuyeron notablemente después del tratamiento con ciclosporina,(2) lo que respalda un mecanismo de acción por el cual se inhibe la expresión de interleucina 2, disminuyendo así las citocinas proinflamatorias.

Referencias

  1. Tumulty JW, Broussard JD, Steiner JM, Peterson ME, Williams DA. Clinical effects of short-term oral budesonide on the hypothalamic-pituitary-adrenal axis in dogs with inflammatory bowel disease. J Am Anim Hosp Assoc. 2004;40(2):120–123. doi:10.5326/0400120

  2. Fellman CL, Archer TM, Stokes JV, Wills RW, Lunsford KV, Mackin AJ. Effects of oral cyclosporine on canine T-cell expression of IL-2 and IFN-gamma across a 12-h dosing interval. J Vet Pharmacol Ther. 2016;39(3):237–244. doi:10.1111/jvp.12280.