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El sistema inmunitario de los caballos

PorIan Rodney Tizard, BVMS, BSc, PhD, DSc (Hons), DACVM
Revisado/Modificado mar 2019 | Modificado abr 2019

El sistema inmunitario consiste en una red de glóbulos blancos, anticuerpos y otras sustancias que combaten las infecciones y rechazan las proteínas extrañas. Además, el sistema inmunitario incluye varios órganos. Algunos, como el timo y la médula ósea, son los lugares donde se producen los glóbulos blancos. Otros, como el bazo, los nódulos linfáticos y el hígado, atrapan microorganismos y sustancias extrañas y proporcionan un lugar para que las células del sistema inmunitario se acumulen, interactúen entre sí y con sustancias extrañas y generen una respuesta inmunitaria.

La función principal del sistema inmunitario es defender al organismo de invasores extraños o células anormales que lo invaden o atacan. Para hacer esto, el sistema inmunitario debe distinguir entre lo "propio" y lo "no propio". Al reconocer los microorganismos invasores (como los virus), los agentes químicos u otras sustancias extrañas que son "no propias", el organismo puede protegerse a sí mismo de los ataques. Las sustancias que estimulan una respuesta inmunitaria en el organismo se denominan antígenos. Los antígenos pueden estar contenidos dentro de las bacterias, los virus, otros microorganismos o células cancerosas o sobre ellos. Los antígenos también pueden existir por sí mismos, por ejemplo, como polen o moléculas de alimentos. Una respuesta inmunitaria normal consiste en reconocer un antígeno extraño, movilizar fuerzas para defenderse de él y atacarlo.

Hay tres líneas de defensa contra los invasores: las barreras físicas, la inmunidad inespecífica (o innata) y la inmunidad específica (o adaptativa). En la inmunidad inespecífica y específica intervienen varios glóbulos blancos.

Tabla
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Barreras físicas

Las primeras líneas de defensa frente a los invasores son las barreras mecánicas o físicas. Estas incluyen la piel, la córnea del ojo y las membranas que recubren los tractos respiratorio, digestivo, urinario y reproductor. Mientras estas barreras permanezcan intactas, muchos invasores no pueden atravesarlas. Sin embargo, si se rompe una barrera (p. ej., si la piel se rompe por una herida), el riesgo de infección aumenta.

Además, las barreras físicas están defendidas por bacterias "buenas" que viven en el área y por secreciones que contienen enzimas que pueden destruir a las bacterias dañinas. Algunos ejemplos son las lágrimas en los ojos, las secreciones en el tracto digestivo y la "flora intestinal" normal (bacterias) que viven en el tracto digestivo.

Inmunidad inespecífica

La inmunidad inespecífica (innata) está presente al nacimiento. Se llama así porque sus componentes tratan a todas las sustancias extrañas de la misma manera. La inflamación aguda es el proceso más importante implicado en la inmunidad inespecífica. Durante la inflamación, los glóbulos blancos (como los neutrófilos y los macrófagos) viajan rápidamente desde la sangre a los tejidos para destruir los microorganismos invasores y eliminar las células dañadas. Otros glóbulos blancos implicados en la inmunidad inespecífica son los monocitos (que se convierten en macrófagos), los eosinófilos, los basófilos y las células natural killer. Estos tipos no específicos de glóbulos blancos suelen actuar por sí mismos para destruir a los invasores. El sistema del complemento y las citocinas son moléculas producidas por el sistema inmunitario que también participan en la inmunidad no específica.

Inmunidad específica

Inmunidad específica (adaptativa) se adquiere y mejora con el tiempo. A medida que el sistema inmunitario encuentra diferentes antígenos, aprende la mejor manera de atacar cada tipo y comienza a desarrollar una memoria para ese antígeno. La inmunidad específica se llama así porque adapta su ataque a un antígeno específico previamente encontrado. Se necesita tiempo para desarrollar inmunidad específica después de la exposición inicial a un nuevo antígeno; sin embargo, cuando el antígeno se encuentra en el futuro, la respuesta es más rápida y más eficaz que la generada por la inmunidad no específica. La inmunidad específica implica la acción de los linfocitos (B y T), los anticuerpos, las células presentadoras de antígenos y las citocinas.

La mayoría de las vacunas actúan estimulando el desarrollo de la inmunidad específica. Se han desarrollado vacunas para muchas enfermedades en caballos y son una forma eficaz de potenciar la respuesta inmunitaria.

Desarrollo de una respuesta inmunitaria

Para destruir a los invasores, el sistema inmunitario debe reconocerlos primero. Puede hacer esta distinción porque todas las células tienen marcadores únicos en su superficie que las identifican. Una célula con marcadores en su superficie que no son idénticos a los de las células del propio organismo se identifica como extraña. El sistema inmunitario ataca entonces a esa célula.

Algunos glóbulos blancos (linfocitos B) reconocen a los invasores, o antígenos, directamente. Cuando un linfocito B reconoce el antígeno y se adhiere a él, produce anticuerpos que recubren la superficie del virus o de la bacteria para evitar que se multiplique o infecte a otras células. Este proceso se llama neutralización. Los anticuerpos también marcan a los invasores extraños para que otras defensas inmunitarias puedan encontrarlos y atacarlos. Para evitar respuestas inmunitarias inapropiadas, los linfocitos B suelen necesitar "permiso" de los linfocitos T colaboradores para producir anticuerpos.

Los linfocitos T son glóbulos blancos que también necesitan la ayuda de las células que primero ingieren al invasor y lo rompen en fragmentos. Los fragmentos se presentan después a los linfocitos T para que puedan reconocerlos y destruirlos. Estos linfocitos colaboradores se llaman células presentadoras de antígenos.

Antígenos y linfocitos T

Después de la eliminación de un microorganismo infeccioso, la mayoría de las células inmunitarias y los anticuerpos que combatieron la infección desaparecen. Sin embargo, un pequeño grupo de células inmunitarias de "memoria" permanece en el organismo. Si las células de memoria se exponen más tarde a un antígeno que recuerdan, ayudan al organismo a responder mucho más rápido y con más fuerza. Esta es la razón por la que las vacunas previenen con éxito muchas enfermedades. Las vacunas preparan al sistema inmunitario para que responda rápidamente exponiendo los linfocitos T y B a los antígenos del microorganismo infeccioso.

Tipos de trastornos del sistema inmunitario

El sistema inmunitario no siempre funciona correctamente. Los trastornos del sistema inmunitario, llamados trastornos inmunomediados, se producen cuando el sistema inmunitario está hiperactivo o poco activo. Los trastornos resultantes de un sistema inmunitario poco activo, llamados inmunodeficiencias, hacen que los animales tengan mayor riesgo de tener infecciones. De otro modo, un sistema inmunitario hiperactivo puede atacar partes de su propio organismo que identifica erróneamente como extrañas, causando lo que se conoce como trastorno autoinmunitario. En otras ocasiones, el sistema inmunitario reacciona de forma exagerada a los invasores extraños produciendo demasiados anticuerpos (lo que se denomina gammapatías) u otras sustancias químicas (lo que se conoce como hipersensibilidad o reacciones alérgicas). Puede haber respuestas excesivas de inmunidad inespecífica (innata) o específica (adaptativa).

Respuestas inespecíficas (innatas) excesivas

El síndrome de respuesta inflamatoria sistémica es una forma de shock que se produce en respuesta a infecciones o lesiones graves. Cuando una infección grave causa este síndrome, se denomina shock séptico. En respuesta a una infección o lesión, se liberan varias proteínas de señalización (llamadas citocinas) para dirigir la inflamación. Sin embargo, las infecciones o lesiones graves pueden liberar una gran cantidad de estas proteínas, lo que puede causar fiebre, presión arterial baja, coagulación anormal de la sangre, insuficiencia orgánica múltiple y muerte.

Respuestas específicas (adaptativas) excesivas

Hay cuatro clasificaciones generales o tipos de respuestas excesivas de inmunidad específica (adaptativa).

Las reacciones de tipo I son respuestas inmunitarias excesivas desencadenadas por anticuerpos, mastocitos y eosinófilos. Incluyen las reacciones alérgicas, la más grave de las cuales es la anafilaxia. La anafilaxia es una reacción alérgica inmediata, poco frecuente y potencialmente mortal, a algo que ha entrado en el organismo (p. ej., ingerido o inyectado). En un sistema inmunitario normal, la unión de un antígeno a un anticuerpo activa varias células, que producen sustancias químicas, como la histamina. En la anafilaxia, el organismo activa un número excesivo de células, dando lugar a la producción de un gran número de histamina y otras sustancias químicas. Estas sustancias químicas pueden afectar intensamente a varios órganos, como los vasos sanguíneos. La gravedad de la reacción depende del tipo y la cantidad de antígeno, de la cantidad de anticuerpos producidos y de la vía de exposición. Entre los agentes que pueden causar reacciones anafilácticas y alérgicas se encuentran los insectos que pican, las vacunas, los medicamentos, los alimentos y los productos sanguíneos.

Las reacciones de tipo II se producen cuando los anticuerpos se unen a antígenos presentes en la superficie de las células del propio organismo. Esto activa una serie de proteínas que destruyen las células, llamadas complemento, lo que produce muerte celular y daño tisular. Una infección puede desencadenar esta reacción, o los anticuerpos "de reacción cruzada" pueden dirigirse a las células normales. Algunos animales parecen nacer con un mayor riesgo de padecer este trastorno. Los signos de la hipersensibilidad de tipo II varían y dependen del órgano en el que se produce la reacción. La destrucción inmunomediada de los glóbulos rojos y las plaquetas son las reacciones de tipo II más comunes. La piel y los músculos son otros objetivos potenciales. El método de diagnóstico también varía según el órgano afectado. El tratamiento de apoyo consiste en la eliminación del agente infeccioso (si se determina) y el tratamiento farmacológico antiinflamatorio o inmunosupresor.

Las reacciones de tipo III se producen cuando un gran número de complejos antígeno-anticuerpo se alojan en pequeños vasos sanguíneos, provocando inflamación y daños en los tejidos. Hay muchas razones posibles para la presencia continua de antígenos, incluidas las infecciones persistentes, el cáncer y la exposición a largo plazo a los antígenos inhalados. Algunos animales pueden reaccionar y producir anticuerpos contra sus propios tejidos. Sin embargo, en muchos casos, la causa de la enfermedad no es identificable. Las zonas afectadas con mayor frecuencia son las articulaciones, la piel, los riñones, los pulmones y el cerebro. Los signos varían y pueden incluir fiebre, lesiones cutáneas, cojera que cambia de una pata a otra, articulaciones dolorosas o hinchadas, cambios de comportamiento, diarrea y dolor abdominal. Una enfermedad por inmunocomplejos se suele diagnosticar con análisis de sangre, biopsias y descartando otras causas de la enfermedad. El tratamiento suele incluir tratamiento de apoyo para el órgano afectado, eliminación del agente causal o tratamiento de la infección (como el tratamiento antibiótico apropiado para la infección bacteriana). Es posible que se necesiten fármacos que supriman el sistema inmunitario para detener la formación continua de inmunocomplejos y disminuir la inflamación asociada a estas reacciones.

Las reacciones de tipo IV o hipersensibilidad retardada se producen más de 24 horas después de que el organismo se haya expuesto a un antígeno. A diferencia de otros tipos de reacciones que implican a los anticuerpos, las reacciones de tipo IV implican a las células inmunitarias, como los linfocitos T y los macrófagos. Los antígenos responsables del desarrollo de las reacciones de tipo IV pueden proceder de bacterias, parásitos, virus, sustancias químicas y ciertas células. Este tipo de reacción puede producirse en cualquier órgano. Por esta razón, los signos variarán. La reacción se diagnostica basándose en la exclusión de otras causas de enfermedades específicas de órganos y mediante pruebas de laboratorio en el tejido. Los objetivos del tratamiento consisten en proporcionar una terapia de apoyo en función del curso de la enfermedad específica del órgano, identificar (si es posible) y eliminar la fuente del antígeno responsable de la reacción, y administrar antiinflamatorios o inmunosupresores, si es necesario.

Para más información

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