Aunque son raras, se han observado anomalías congénitas del tracto respiratorio. Entre los ejemplos se pueden incluir quistes en los senos paranasales y cornetes, hipoplasia traqueal, cornetes nasofaríngeos y pulmones accesorios. Una causa común de mal funcionamiento de las vías respiratorias superiores es la rinitis (que produce un exudado líquido con neutrófilos y macrófagos) o la erosión y ulceración (o ambas) de la mucosa nasal. Puede ser consecuencia de agentes virales, bacterianos, fúngicos o parasitarios, o bien de reacciones de hipersensibilidad, como las alergias localizadas y la anafilaxia ( ver La biología del sistema inmunitario). La atrofia de los cornetes nasales (p. ej., en la rinitis atrófica porcina) destruye una función de filtrado importante y expone a los pulmones a cargas mucho mayores de polvo y de microorganismos. La fosa nasal se puede obstruir por tumores, granulomas, abscesos o cuerpos extraños. La sinusitis puede ser una complicación de las infecciones respiratorias superiores, de las infecciones de las raíces dentarias o del descornado.
La laringitis, la traqueítis y la bronquitis causan tos y posible disnea inspiratoria o espiratoria. La tos puede ser no productiva, si la irritación está causada por erosión de la mucosa, o productiva, si se debe a exudado copioso en las vías aéreas de gran calibre. El edema pulmonar grave y el enfisema causan insuficiencia respiratoria extrema.
Una de las enfermedades respiratorias más común es la neumonía, que se define como una inflamación del pulmón. Hay muchos sistemas para clasificar los diversos tipos de neumonía. Uno de gran utilidad consiste en clasificarlos según la distribución de las lesiones en los pulmones. La neumonía focal presenta uno o más focos discretos según un patrón al azar, como los abscesos causados por émbolos de otros sitios, la tuberculosis o la actinomicosis. La neumonía lobular acentúa el patrón anatómico de los lóbulos, como en la bronconeumonía causada por Pasteurella multocida. La neumonía lobar afecta a grandes áreas de los lóbulos y con frecuencia es grave, como en la pasteurelosis neumónica fibrinosa del ganado vacuno. La neumonía difusa o intersticial, que muchas veces afecta a todo el pulmón, como en el caso del maedi de las ovejas o en las reacciones por hipersensibilidad. El aspecto o la causa de una neumonía en particular puede describirse adicionalmente, concretando, p. ej., si es gangrenosa, parasitaria (verminosa), por aspiración, etc.
La infección puede desarrollarse como resultado de uno o varios factores:
Los mecanismos de defensa innatos están sobrepasados, el animal está bajo estrés (p. ej., transporte, enfermedad).
El agente infeccioso es muy virulento.
El tamaño del inóculo es grande.
El animal está inmunocomprometido
Se piensa que el problema inicial en muchos casos de neumonías podría ser un cambio súbito de la flora bacteriana nasal normal, que causaría un aumento drástico y súbito en una o más especies de bacterias. La proliferación bacteriana suele estar causada por una degradación de las defensas del hospedador como resultado del estrés (p. ej., transporte, enfermedad concomitante) o por una agresión celular (p. ej., infección viral, toxicidad). Estas bacterias se inspiran dentro de los pulmones en gran cantidad y pueden superar a los mecanismos normales de defensa, localizarse, multiplicarse e iniciar la inflamación.
Además, es frecuente el estrés como precursor de una infección respiratoria viral, particularmente en grupos de animales que se han reunido recientemente y que han estado sometidos al estrés del transporte, el manejo y la mezcla con otros animales. Algunas infecciones virales respiratorias pueden causar trastornos pasajeros de los mecanismos fagocíticos de los macrófagos alveolares. Esto suele ocurrir varios días después de la exposición al virus. Las bacterias inspiradas proliferan, con lo que se desarrolla una neumonía, a menudo con una infección devastadora y exudación masiva dentro de los alvéolos.
La neumonía también puede ser consecuencia de una infección directa de virus, bacterias y hongos, así como de las toxinas que llegan por vía hematógena, por inhalación o por el aspirado del alimento o del contenido gástrico.
Gracias a la evolución natural, posiblemente ayudado con un tratamiento apropiado, el exudado puede eliminarse de los pulmones y puede curar las lesiones mucosas de las vías aéreas. No obstante, pueden persistir secuelas graves. La bronquiectasia es una lesión crónica de los bronquios y el parénquima caracterizada por dilatación irreversible, cilíndrica o saculada, infección secundaria y atelectasia. La ulceración de los bronquiolos como consecuencia de los agentes virales puede dar lugar a tapones organizados de tejido conectivo en los bronquiolos terminales, una lesión denominada bronquiolitis obliterante, que puede causar una obstrucción permanente, atelectasia e insuficiencia respiratoria grave. La constricción de los bronquios y bronquiolos en la bronquitis alérgica crónica y en la bronquiolitis da lugar a signos clínicos similares. Sin embargo, la administración de broncodilatadores produce un alivio rápido de la obstrucción de las vías respiratorias en los casos de bronquitis alérgica (p. ej., arcadas en los caballos). Algunas neumonías crónicas (p. ej., maedi en las ovejas) se caracterizan por lesiones difusas firmes, causadas por la hiperplasia de los folículos linfoides, la hiperplasia del músculo liso alrededor de los bronquiolos, la fibrosis difusa y la infiltración linfocitaria difusa.
La mayoría de las neumonías infecciosas se desarrollan en las porciones anteroventrales del pulmón. Sin embargo, los agentes infecciosos, así como las células tumorales malignas, pueden invadir los pulmones a través del torrente sanguíneo. El líquido o el aire dentro del espacio pleural (es decir, empiema, hidrotórax, quilotórax, atelectasia, hernia diafragmática o neumotórax) también pueden alterar gravemente la función respiratoria. La trombosis pulmonar da lugar a una insuficiencia respiratoria aguda, muchas veces fulminante, como consecuencia de una falta de flujo sanguíneo de la arteria pulmonar hacia zonas ventiladas del pulmón. La lesión tóxica, como en el caso de la intoxicación por 3-metilindol, causa en el ganado vacuno edema, enfisema y necrosis del epitelio alveolar, seguidos de hiperplasia compensatoria de estas células; los efectos en el intercambio gaseoso provocan hipoxia grave y disnea.
Aunque la neumonía es la más importante, otras enfermedades torácicas también pueden causar trastornos respiratorios. El edema pulmonar es la acumulación anómala de líquido en el tejido intersticial y en los alvéolos, y puede producirse junto con trastornos circulatorios, especialmente la insuficiencia ventricular izquierda o el aumento de la permeabilidad capilar, a veces por reacciones anafilácticas y alérgicas y por algunas enfermedades infecciosas. El traumatismo craneal puede causar edema pulmonar no cardiogénico. Los animales prefieren ponerse de pie antes que tumbarse, solo se tumban en decúbito esternal o pueden adoptar una posición sentada (también conocida como ortopnea). La auscultación del tórax puede revelar crepitaciones o rhales.
La patología del espacio pleural puede estar causada por líquidos o aire que provocan dificultad respiratoria. Suele observarse respiración corta y entrecortada con aumento de la frecuencia y el esfuerzo, a menudo con movimientos paradójicos del tórax y el abdomen con cada respiración.
La pleuritis (pleuresía) puede estar causada por cualquier microorganismo patógeno que logra entrar en la cavidad pleural, y puede ser una extensión de la bronconeumonía. La respiración rápida y superficial, la fiebre y el dolor torácico sugieren una pleuritis. La auscultación del tórax puede revelar sonidos de fricción así como sonidos pulmonares sordos.
El empiema (derrame de pus en la cavidad pleural) está causado por bacterias piógenas u hongos que alcanzan la cavidad torácica por vía hematógena, o por extensión de una neumonía, una reticulitis traumática un cuerpo extraño migratorio o heridas penetrantes torácicas. Puede haber tos, fiebre, dolor, taquipnea y ortopnea.
El hemotórax (acumulación de sangre en la cavidad pleural) suele estar causado por un traumatismo en el tórax, una coagulopatía o una neoplasia torácica (p. ej., hemangiosarcoma). El hidrotórax (acumulación de trasudado en la cavidad pleural) se suele deber a la interferencia con el flujo sanguíneo venoso o al drenaje linfático, o bien es secundario a una disminución de la presión osmótica coloidal por hipoalbuminemia. El quilotórax (derrame del líquido linfático en la cavidad pleural) es una afección relativamente rara que se observa más a menudo en los gatos pero que también puede darse en perros. Puede estar provocado por la rotura del conducto torácico, pero con frecuencia es idiopático. También puede ser secundaria a insuficiencia cardíaca congestiva del lado izquierdo.
El neumotórax (acumulación de aire en la cavidad pleural) puede ser de origen traumático o espontáneo. El aire puede entrar en la cavidad pleural a través de heridas penetrantes de la pared torácica o por extensión del enfisema pulmonar o de la rotura de las bullas enfisematosas. El pulmón se colapsa si una gran acumulación de aire entra en la cavidad pleural. Si el mediastino es débil o incompleto puede desarrollarse un neumotórax bilateral. La disnea inspiratoria o una respiración rápida y superficial se hace evidente.