Cortesía del Dr. Ronald Green.
La displasia de cadera es un desarrollo anormal multifactorial de la articulación coxofemoral en perros, que se caracteriza por laxitud articular y la consiguiente enfermedad articular degenerativa. Es más frecuente en razas grandes. El crecimiento excesivo, el ejercicio, la alimentación y los factores hereditarios afectan la aparición de la displasia de cadera. La base de la fisiopatología de la displasia de cadera consiste en una disparidad entre la masa muscular de la articulación de la cadera y el crecimiento rápido del hueso. Como resultado se desarrolla una laxitud o inestabilidad articular coxofemoral, que conlleva los posteriores cambios degenerativos articulares, como esclerosis ósea acetabular, osteofitosis, engrosamiento de la cabeza femoral, fibrosis de la cápsula articular y subluxación o luxación de la cabeza femoral.
Los signos clínicos son variables y no siempre se correlacionan con las anomalías radiológicas. La cojera puede ser leve, moderada o grave, y es más pronunciada tras el ejercicio. En ocasiones, es evidente una marcha en "saltos de conejo". La laxitud articular (signo de Ortolani) reduce el rango de movimiento, y puede haber crepitación y dolor durante la extensión completa.
La radiografía es útil para trazar el grado de artritis y para planificar los tratamientos médicos y quirúrgicos. Las placas ventrodorsales de animales sedados o anestesiados pueden ser catalogadas por la OFA, o se pueden realizar radiografías de estrés y medir la laxitud articular (Penn Hip). Una vista del margen dorsal acetabular es utilizada por algunos cirujanos para valorar el acetábulo antes de la intervención quirúrgica reconstructiva. Se han propuesto las proyecciones ventrodorsal y dorsoventral modificadas como un intento de simular la postura normal de los perros en estación. Las revisiones recientes americanas e internacionales de los programas de detección radiográfica no han logrado identificar una técnica de referencia. Un cambio de evaluación hacia el cribado del genoma puede producir resultados más prometedores en el futuro.
El tratamiento es tanto médico como quirúrgico. Los casos leves o los candidatos no quirúrgicos (debido a limitaciones de salud o del propietario) se beneficiarán de la reducción de peso, la restricción del ejercicio en superficies duras, la terapia física controlada (p. ej., hidroterapia) para fortalecer y mantener el tono muscular y los antiinflamatorios (p. ej., aspirina, corticoesteroides, AINE). Los modificadores del líquido articular (glucosaminas) y la acupuntura pueden ser útiles en algunos pacientes, aunque la mayoría de los informes son anecdóticos.
Los tratamientos quirúrgicos consisten en miotenectomía pectínea para reducir el dolor, triple ostetomía pélvica para evitar la subluxación, fusión púbica para evitar la subluxación, denervación de la cápsula articular para reducir el dolor, reforzamiento dorsal del acetábulo para reducir la subluxación, resección de la cabeza y el cuello femoral para reducir la artritis y sustitución total de la cadera para una restauración óptima de las funciones articulares y de la extremidad. Adicionalmente, se pueden practicar osteotomías correctivas del fémur para reducir la subluxación de la cabeza femoral, aunque puede persistir la artritis degenerativa.
El pronóstico es sumamente variable y depende de la salud general del animal y de su entorno. Habitualmente, si la intervención quirúrgica está indicada y si se realiza correctamente, esta resulta beneficiosa. Los animales que no se someten a una cirugía pueden necesitar un cambio en su estilo de vida para que sea confortable.