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Trastornos del hígado y de la vesícula biliar en los perros

PorStanley I. Rubin, DVM, MS, DACVIM
Revisado/Modificado may 2018

El hígado es un órgano que realiza numerosas funciones. Tiene una gran capacidad de almacenamiento y reserva funcional y es capaz de regenerarse. Estas propiedades proporcionan cierta protección contra los daños permanentes. Sin embargo, el hígado también es susceptible de sufrir lesiones debido a su función de metabolizar, desintoxicar y almacenar diversos compuestos tóxicos.

Los signos de que un perro tiene una enfermedad hepática pueden variar e incluyen pérdida de apetito, vómitos, ulceración de estómago, diarrea, convulsiones u otros problemas neurológicos, fiebre, problemas de coagulación de la sangre, ictericia (una coloración amarilla perceptible en la piel, las membranas mucosas y los ojos), acumulación de líquido en el abdomen, orina y sed excesivas, cambios en el tamaño del hígado y pérdida de peso. Puede observarse hemorragia gastrointestinal en animales con enfermedad hepática debida a úlceras o a problemas con la coagulación de la sangre. La comprensión por parte del veterinario de las causas potenciales de cada uno de estos signos le ayuda a diagnosticar la enfermedad y proporcionar el tratamiento apropiado.

Una variedad de análisis de sangre puede ser útil para detectar y diagnosticar la enfermedad hepática. Las radiografías y la ecografía pueden ayudar a su veterinario a determinar el tamaño del hígado y encontrar irregularidades, cálculos biliares y enfermedades de la vesícula biliar. Los procedimientos de aspiración o biopsia pueden utilizarse para obtener muestras para el cultivo de bacterias, el análisis de células y tejidos y, en su caso, el análisis toxicológico. Otras pruebas menos comunes, como la gammagrafía, pueden utilizarse en algunos casos para identificar derivaciones portosistémicas (véase más adelante) y otras anomalías de los vasos sanguíneos.

El hígado, la vesícula biliar y el páncreas de un perro

El tratamiento precoz es fundamental para los perros con insuficiencia hepática aguda. Su veterinario le prescribirá un tratamiento específico si se identifica una causa subyacente En los casos de enfermedad hepática de larga duración o en fase terminal, y en los casos de enfermedad hepática aguda cuando no se ha identificado una causa subyacente, el tratamiento de apoyo está dirigido a ralentizar la progresión de la enfermedad, minimizar las complicaciones y dar tiempo a que el hígado se regenere y compense.

La dieta que se suele recomendar para los perros con enfermedad hepática debe incluir suficientes calorías para mantener un peso normal. La restricción proteica solo se necesita en los perros que corren riesgo de desarrollar encefalopatía hepática. Siga los consejos específicos proporcionados por su veterinario. Puede ser mejor dar comidas pequeñas y frecuentes. Los perros que se niegan a comer pueden necesitar alimentación por sonda.

Funciones del hígado

  • Metaboliza grasas, carbohidratos y proteínas.

  • Metaboliza fármacos (los inactiva o facilita que el organismo los excrete).

  • Almacena, metaboliza y activa vitaminas.

  • Almacena minerales, glucógeno y triglicéridos.

  • Produce proteínas necesarias para diversas funciones del organismo, como la coagulación sanguínea.

  • Produce los ácidos biliares necesarios para la digestión.

  • Desintoxica de los productos dañinos fabricados dentro del organismo (como el amoníaco) o consumidos por el animal (como los venenos).

  • Influye en las respuestas inmunitarias.

  • Ayuda a desarrollar células sanguíneas (hematopoyesis extramedular).

Los suplementos recetados pueden incluir vitaminas del grupo B, vitamina K y vitamina E. Los niveles bajos de potasio y la disminución de los niveles de vitaminas del grupo B son complicaciones comunes de la enfermedad hepática, y a menudo se recomienda la administración de suplementos. La vitamina C no parece agotarse en perros con enfermedad hepática y no se recomienda la suplementación en perros con enfermedad hepática por almacenamiento de cobre. A veces se administran inyecciones de vitamina K a los perros con tendencia a las hemorragias. Siga las recomendaciones de su veterinario sobre la suplementación vitamínica porque las sobredosis de algunas vitaminas pueden ser perjudiciales.

Insuficiencia hepática aguda

La insuficiencia hepática aguda produce una pérdida súbita de la función hepática, que a menudo se asocia con signos neurológicos y anomalías de la coagulación. Puede producirse debido a una lesión repentina de un hígado previamente sano o debido a una lesión adicional en un hígado ya enfermo. Es importante buscar atención veterinaria inmediata para el tratamiento de apoyo al hígado hasta que pueda regenerarse y compensar la agresión. Cualquier causa subyacente de la insuficiencia hepática se debe identificar y tratar, si está presente. Asegúrese de informar a su veterinario sobre cualquier medicamento que reciba su mascota o cualquier acceso que su mascota pueda tener a venenos. El tratamiento puede incluir fluidos intravenosos, cambios en la dieta, antibióticos y ciertos medicamentos para el hígado. Otro objetivo del tratamiento es prevenir o tratar las complicaciones neurológicas de la insuficiencia hepática.

Complicaciones de la enfermedad hepática

El hígado tiene múltiples funciones, incluyendo la eliminación de muchas toxinas del torrente sanguíneo y la producción de proteínas de coagulación. Cuando no funciona correctamente, muchos otros órganos pueden verse afectados.

Encefalopatía hepática

La encefalopatía hepática, un síndrome de problemas neurológicos causado por una función hepática deficiente, se observa en varias enfermedades hepáticas. Aunque el desarrollo de esta afección no se comprende completamente, el fallo del hígado para eliminar los tóxicos del torrente sanguíneo, los cambios en el metabolismo de los aminoácidos causados por la enfermedad hepática y los cambios neurológicos pueden actuar juntos para causar este trastorno. Los signos de encefalopatía hepática incluyen embotamiento, incapacidad para responder a órdenes básicas, movimiento en círculos, presión de la cabeza, deambular sin rumbo, debilidad, mala coordinación, ceguera, babeo excesivo, cambios de comportamiento (p. ej., agresividad), demencia, colapso, convulsiones y coma.

El tratamiento de la encefalopatía hepática está dirigido a proporcionar cuidados de apoyo y a reducir los tóxicos que se están produciendo en el tracto digestivo. Los perros gravemente afectados pueden estar comatosos o semicomatosos y no deben alimentarse hasta que su estado mejore. Es probable que el tratamiento incluya fluidos intravenosos para corregir la deshidratación y los desequilibrios electrolíticos (sales). Los enemas pueden usarse para limpiar los intestinos de amoníaco y otros venenos, y para introducir nutrientes que ayuden a disminuir la producción de tóxicos. También pueden utilizarse medicamentos que afecten a las poblaciones bacterianas del intestino para reducir la absorción de productos tóxicos, como el amoníaco. Una vez que el perro se ha estabilizado, el tratamiento se dirige a prevenir la reaparición. Se puede prescribir una dieta modificada restringida en proteínas. Los signos de la encefalopatía hepática pueden empeorar por hemorragia intestinal, infecciones, ciertos fármacos (como corticoesteroides y sedantes), cáncer, baja glucosa en sangre, fiebre, enfermedad renal, deshidratación y estreñimiento. Su veterinario puede prescribir tratamientos adicionales para tratar estos problemas.

Ascitis

La ascitis es una afección en la que se acumula líquido en el abdomen. En los pacientes con enfermedad hepática, la ascitis está causada por una combinación de presión arterial alta en el hígado, niveles bajos de proteínas en la sangre y un desequilibrio en el metabolismo del sodio y el agua. El primer paso para controlar la ascitis es la restricción del sodio en la dieta del perro. Sin embargo, las dietas con restricción de sodio por sí solas no suelen ser suficientes, y es posible que también se necesiten diuréticos (medicamentos que favorecen la pérdida de líquidos por los riñones). Si la ascitis interfiere en la respiración, el apetito o la comodidad, se puede extraer líquido del abdomen usando una aguja larga en un proceso llamado abdominocentesis. La abdominocentesis periódica también puede usarse si la ascitis no responde al tratamiento con medicación.

Defectos de coagulación

Los defectos de la coagulación se producen en perros con enfermedad hepática porque el hígado produce muchas de las proteínas responsables del proceso de coagulación. Además, puede haber una menor absorción de las vitaminas que ayudan a la coagulación desde el tracto digestivo. Los problemas de coagulación pueden tratarse mediante transfusiones de sangre o plasma para proporcionar los factores de coagulación necesarios. También se pueden administrar heparina y vitamina K para disminuir o aumentar la capacidad de coagulación. Su veterinario le prescribirá el tratamiento más apropiado para su mascota, su estado general y su grupo sanguíneo.

Infecciones bacterianas

Los perros con insuficiencia hepática aguda y enfermedad hepática de larga duración son susceptibles de sufrir infecciones bacterianas. Su veterinario estará atento a esta posibilidad porque los signos de la propia enfermedad hepática (p. ej., fiebre o bajo nivel de azúcar en sangre) pueden ser similares a los de la infección. Pueden ser necesarios uno o más antibióticos para tratar adecuadamente los tipos de bacterias asociados a la infección.

Fibrosis

La fibrosis, la formación de tejido cicatricial fibroso en el hígado, puede producir finalmente cirrosis hepática. La cirrosis es una enfermedad grave que altera la función hepática. Sin embargo, la fibrosis a veces puede revertirse o reducirse mediante el uso de medicamentos apropiados. Su veterinario puede determinar cuál de los medicamentos disponibles, si es que hay alguno, sería beneficioso para su mascota.

Derivaciones portosistémicas y otras anomalías vasculares

Las derivaciones portosistémicas ya se han descrito como un defecto congénito (innato). Sin embargo, en algunos casos pueden desarrollarse como parte de una enfermedad. En estos casos se denominan derivaciones adquiridas. Pueden estar causadas por una presión sanguínea elevada en los vasos que entran en el hígado. Se puede pensar que el hígado enfermo se resiste al flujo de sangre hacia el órgano. En este caso, se abren nuevos vasos sanguíneos para evitar el hígado y conectar con el sistema sanguíneo del resto del cuerpo, donde la presión arterial es más baja. Es como si el sistema sanguíneo encontrara un desvío alrededor de un atasco. Las derivaciones adquiridas suelen observarse en animales de edad avanzada y son más frecuentes en los perros que en los gatos.

Los signos de una derivación adquirida incluyen sed excesiva, vómitos y diarrea. Es frecuente la acumulación de líquido en el abdomen (ascitis). Los perros afectados también pueden presentar signos neurológicos (debidos a la encefalopatía hepática) que aparecen y desaparecen. Las pruebas de laboratorio pueden identificar anomalías asociadas con la enfermedad hepática subyacente. El tratamiento médico de la enfermedad para minimizar los signos neurológicos y la acumulación de líquido en el abdomen puede dar lugar a un pronóstico favorable para algunos perros con esta enfermedad.

Venenos que afectan al hígado

Debido a la función del hígado en el metabolismo de los fármacos, algunos medicamentos se han asociado con la disfunción hepática en los perros. Los signos y efectos específicos dependen del fármaco y de la dosis. En muchos casos, su veterinario será consciente de la posibilidad de que se produzcan enfermedades hepáticas al prescribir estos fármacos y vigilará a su perro para detectar cualquier signo de disminución o alteración de la función.

Otras sustancias que son tóxicas para el hígado incluyen metales pesados, ciertos herbicidas, fungicidas, insecticidas, venenos para roedores, aflatoxinas (producidas por el moho), setas amanita, plantas cícadas (plantas ornamentales de palma de sagú para el jardín y el hogar) y algas. Estos pueden causar daño hepático potencialmente mortal.

Si su perro ha tenido una sobredosis accidental de un medicamento, ha tenido una reacción adversa a un medicamento (incluso a la dosis prescrita) o ha comido un veneno, se debe consultar inmediatamente a un veterinario. Si es necesario, el veterinario puede tomar medidas para minimizar la absorción del fármaco o del veneno. Según la situación, el veterinario puede inducir el vómito, administrar carbón activado, bombear el estómago del animal y/o administrar una antitoxina apropiada.

Enfermedades infecciosas del hígado

Varios tipos de infecciones pueden afectar al hígado, incluyendo enfermedades víricas, bacterianas, fúngicas y parasitarias.

Las enfermedades víricas de los perros asociadas a la disfunción hepática incluyen la hepatitis infecciosa canina y el herpesvirus canino. La hepatitis infecciosa canina, causada por el adenovirus canino 1, puede provocar inflamación a largo plazo y cicatrización del hígado, además de causar la muerte del tejido hepático. El herpesvirus canino provoca una enfermedad hepática grave, a menudo mortal, en los cachorros.

Inyectar accidentalmente una vacuna intranasal de Bordetella en la piel en lugar de rociarla en la nariz puede causar daño hepático en algunos perros.

La leptospirosis es una infección bacteriana, causada por Leptospira interrogans, que puede causar enfermedad hepática. El diagnóstico se suele hacer con un análisis de sangre o la identificación del organismo en muestras de orina o sangre. El tratamiento incluye cuidados de apoyo y tratamiento con antibióticos adecuados. Se recomienda tomar precauciones especiales al manipular perros sospechosos de padecer leptospirosis, ya que este organismo también puede infectar a los humanos.

Otros tipos de infecciones bacterianas, como las causadas por Clostridium piliforme o especies de Mycobacterium, pueden causar daño hepático. Las infecciones en otras partes del organismo pueden invadir el tejido hepático y causar daño o disfunción. Dado que el hígado puede ayudar a proteger al organismo de las infecciones bacterianas, los perros con insuficiencia hepática o con enfermedad hepática de larga duración son más sensibles a muchos tipos de infecciones bacterianas.

Las infecciones fúngicas más frecuentes asociadas a la disfunción hepática son la coccidioidomicosis y la histoplasmosis. Los signos de disfunción hepática incluyen acumulación de líquido en el abdomen (ascitis), ictericia y agrandamiento del hígado. La histoplasmosis se suele tratar con uno o más fármacos antimicóticos recetados. Según la gravedad de la enfermedad, el pronóstico de recuperación puede ser malo. La coccidioidomicosis se puede tratar con éxito mediante la administración prolongada (6-12 meses) de medicamentos antifúngicos. Sin embargo, a veces se producen recidivas, y en algunos perros puede ser necesario un tratamiento de por vida.

La toxoplasmosis es una enfermedad parasitaria que puede destruir células hepáticas y causar insuficiencia hepática súbita. Se observan ictericia, fiebre, letargo, vómitos, aumento del líquido abdominal y diarrea, además de signos de afectación del sistema nervioso central, los pulmones o los ojos. La enfermedad hepática asociada a la toxoplasmosis en perros se observa con mayor frecuencia en perros jóvenes o con el sistema inmunitario suprimido. Algunos perros con toxoplasmosis también están infectados con el virus del moquillo canino, en cuyo caso la enfermedad es de aparición súbita y rápidamente mortal. El diagnóstico puede ser difícil. El tratamiento suele incluir antibióticos apropiados. El pronóstico de recuperación depende de la gravedad de la enfermedad.

La leishmaniosis es una enfermedad potencialmente mortal causada por especies de los protozoos Leishmania. La enfermedad afecta a múltiples órganos, incluido el hígado. Existen varios fármacos disponibles para el tratamiento, pero rara vez curan la enfermedad. Puede ser necesario un tratamiento de por vida. La enfermedad puede transmitirse a las personas, especialmente a aquellas con sistemas inmunitarios comprometidos. El pronóstico en los animales gravemente afectados es malo.

Hepatitis canina crónica

La hepatitis crónica es una inflamación de larga duración del hígado. Es más frecuente en perros que en gatos. Varias razas de perros están predispuestas a padecer esta enfermedad, como los Bedlington Terrier, los Labradores Retriever, los Cocker Spaniel, los Doberman Pinscher, los Skye Terrier, los Caniches estándar, los Springer Spaniel, los Chihuahuas, los Bichones Malteses y los West Highland White Terrier. Aunque la causa puede determinarse en algunos casos de hepatitis crónica, en muchos casos la causa sigue siendo desconocida. En los perros con hepatitis crónica se observa a menudo la acumulación de cobre y hierro. Otras afecciones que se han asociado con la hepatitis crónica incluyen infecciones víricas (como la hepatitis infecciosa canina), la leptospirosis, la exposición a ciertos productos químicos o venenos y toxicidad de los fármacos.

Las acumulaciones anormales de cobre pueden conducir a una hepatopatía asociada al cobre, una de las causas más comunes de hepatitis crónica. Añadir zinc a la dieta puede ayudar a proteger el hígado al evitar la absorción de cobre desde el intestino en estos casos. Por favor, ver Hígado para más información sobre la enfermedad hepática asociada al cobre.

Dependiendo de los signos, la causa (si se conoce) y la raza y la historia del perro, su veterinario determinará el plan apropiado para tratar y controlar la hepatitis crónica.

Colangiohepatitis canina

La inflamación del hígado también puede producirse debido a infecciones alrededor del tracto biliar, que transporta la bilis desde el interior del hígado hasta el intestino delgado. Estas infecciones ascienden desde el tracto intestinal, a menudo debido al lento movimiento de la bilis, cálculos biliares u otros trastornos del tracto biliar. La afección, llamada colangiohepatitis, es rara en perros. Se necesitan antibióticos para tratar la infección, y la cirugía puede ser necesaria, dependiendo de la causa.

Enfermedades endocrinas que afectan al hígado

Varias enfermedades que afectan a las glándulas endocrinas pueden causar problemas hepáticos en los perros. Estas enfermedades incluyen diabetes mellitus, enfermedad de Cushing e hipertiroidismo.

Los perros con diabetes mellitus rara vez presentan disfunción hepática asociada con su enfermedad. Los perros diabéticos tienen un mayor riesgo de inflamación del páncreas (pancreatitis), que puede conducir a algunos tipos de enfermedad hepática. Algunos perros diabéticos desarrollarán el síndrome hepatocutáneo, que a menudo es mortal. También pueden tener un mayor riesgo de desarrollar degeneración grasa del hígado porque la diabetes mellitus aumenta el metabolismo y la movilización de lípidos. Los lípidos incluyen cualquier grupo de grasas solubles en agua y sustancias químicas similares a las grasas que son fuentes de combustible para el organismo. Sin embargo, cuando se depositan demasiados lípidos en el hígado, la función del órgano se ve afectada. El reemplazo de la insulina puede o no corregir este problema de almacenamiento.

Es probable que los perros con hiperadrenocorticismo desarrollen cambios en el hígado similares a los observados en la sobredosis de corticoesteroides. Estos problemas se controlan cuando se trata el trastorno subyacente. En los perros con hipotiroidismo también se pueden observar cambios hepáticos.

Quistes hepáticos e hiperplasia nodular

Los quistes hepáticos pueden ser adquiridos (por lo general quistes solitarios) o presentes al nacimiento (suelen ser quistes múltiples). Se ha descrito la enfermedad poliquística del hígado congénita en Cairn Terriers, Bull Terriers, Beagles y West Highland White Terriers. En ocasiones, los quistes pueden aumentar de tamaño y causar dilatación abdominal y otros signos como letargo, vómitos y sed excesiva. Su veterinario puede palpar masas en el abdomen que no suelen ser dolorosas. Puede acumularse líquido en el abdomen. El problema puede identificarse mediante radiografías o ecografía, aunque el diagnóstico definitivo se establece mediante biopsia. La extirpación quirúrgica de los quistes suele curar la enfermedad.

Hepatopatía vacuolar canina

El hígado produce y almacena energía en forma de glucógeno. El glucógeno se libera para ayudar a mantener los niveles de azúcar en sangre durante todo el día. Sin embargo, en los perros con hepatopatía vacuolar se acumulan cantidades anormales de glucógeno dentro de las células hepáticas, que se distienden. Se trata de un síndrome hepático común que suele revelarse con los resultados de una biopsia de tejido hepático. El síndrome a menudo se asocia con una función excesiva de la glándula adrenal (hiperadrenocorticismo) o con estrés a largo plazo, enfermedades, inflamación o cáncer. Ciertos fármacos también pueden estimular este síndrome. La presencia de células hepáticas distendidas por glucógeno también puede estar presente en perros con hiperplasia nodular y ciertos tipos de cáncer de hígado. Los veterinarios determinarán y tratarán la causa subyacente de estas alteraciones hepáticas. También pueden recomendar un cambio en la comida del perro, la adición de un suplemento vitamínico u otros tratamientos. Una forma de este síndrome es común en los Scottish Terriers. Los perros afectados de esta raza pueden desarrollar lenta o rápidamente afecciones hepáticas graves, como cirrosis, cáncer de hígado o insuficiencia hepática.

La hiperplasia nodular es una afección no diseminada y relacionada con la edad en los perros. No suele causar enfermedad ni afecta a la función hepática. Si se detecta, puede ser necesaria una biopsia para distinguir estos cambios de los causados por otras enfermedades hepáticas graves.

Síndrome hepatocutáneo en los perros

El síndrome hepatocutáneo es un trastorno poco frecuente, progresivo y de larga duración, que afecta tanto al hígado como a la piel. Los perros afectados a menudo tienen úlceras con costras en los labios, nariz, almohadillas, orejas, codos y alrededor de los ojos. Los signos también incluyen pérdida de apetito, pérdida de peso, letargo y aumento de la sed y la micción. La afección puede darse en perros con ciertas enfermedades de larga duración, como la diabetes mellitus y ciertos tumores, y el uso prolongado de ciertos fármacos, como el fenobarbital. Su veterinario puede recomendar un cambio en la dieta y tratamientos para las úlceras cutáneas. Otros medicamentos también pueden ayudar a algunos perros afectados, y las enfermedades subyacentes deben tratarse. Desafortunadamente, los perros a menudo mueren a causa de esta afección.

Cánceres de hígado

Los tumores que se originan en el hígado (llamados tumores primarios) son menos comunes que los causados por la diseminación desde otra parte del organismo. Los tumores primarios se observan con mayor frecuencia en animales mayores de 9 años. Estos tumores pueden ser malignos o benignos y pueden diseminarse (metastatizar) a otras localizaciones como los nódulos linfáticos, la pared abdominal y los pulmones.

Los cánceres que pueden extenderse al hígado incluyen el linfoma, el cáncer de páncreas, el cáncer de mama y muchos otros. Los tumores metastásicos suelen aparecer en múltiples localizaciones.

Los signos pueden incluir una disminución del apetito, letargo, fiebre, micción y sed excesivas, vómitos, pérdida de peso, ictericia, problemas de hemorragia, encefalopatía hepática (véase anteriormente), agrandamiento del hígado y acumulación de líquido en el abdomen. Pueden desarrollarse convulsiones a causa de una encefalopatía hepática, un nivel bajo de azúcar en la sangre o la propagación del cáncer al cerebro. Su veterinario puede encontrar un tumor abdominal durante un examen o durante una ecografía abdominal. A menudo se necesita una biopsia para un diagnóstico definitivo. A veces, un tumor hepático puede romperse y provocar una hemorragia interna potencialmente mortal. Si solo está afectado un lóbulo hepático, se recomienda la extirpación quirúrgica. La quimioterapia puede ser eficaz para algunos otros tipos de cáncer. El pronóstico es malo para los tumores hepáticos primarios que afectan a varios lóbulos, ya que aún no se dispone de un tratamiento eficaz.

Otras enfermedades hepáticas

Otras enfermedades crónicas no infecciosas también pueden afectar al hígado.

Enfermedad por depósito de glucógeno

El glucógeno es una forma de azúcar almacenado que se encuentra en los animales. Se convierte en glucosa cuando el organismo necesita energía. Las enfermedades por almacenamiento de glucógeno están causadas por una deficiencia de ciertas enzimas y provocan que el glucógeno no se libere de las células. Cuando esto sucede, el glucógeno se acumula en el hígado y otros órganos y no está disponible para su conversión en glucosa. La enfermedad se hereda en algunas razas, como los Bichones Malteses, los Pastores Alemanes y los Retrievers de pelo rizado. Los signos de este trastorno incluyen un hígado agrandado, retraso en el crecimiento y debilidad debido a niveles bajos de azúcar en sangre. Para el diagnóstico se utilizan biopsias de hígado o pruebas genéticas. El tratamiento se basa en los signos de la enfermedad e incluye pequeñas comidas frecuentes con alimentos ricos en carbohidratos. El pronóstico en la mayoría de los casos es malo, y la mayoría de los perros con estas enfermedades mueren a una edad precoz.

Amiloidosis hepática

El amiloide es una proteína que no se pliega en la forma correcta. Las proteínas mal plegadas se agrupan y causan daño al desplazar las células normales. La amiloidosis es una enfermedad hereditaria de los Shar Peis; sin embargo, el hígado no siempre está afectado. La exposición a largo plazo a antígenos, que puede estar asociada con infecciones prolongadas, también puede causar amiloidosis en el hígado. Aunque algunos perros pueden no mostrar signos, los signos típicos incluyen pérdida de apetito, sed y micción excesivas, fiebre, vómitos, ictericia y agrandamiento del hígado. Los animales afectados pueden colapsar y tener las membranas mucosas pálidas debido a la rotura del hígado y la posterior hemorragia interna. El diagnóstico se realiza mediante la identificación de depósitos de amiloide en muestras de biopsia hepática. Existen fármacos que pueden ralentizar la progresión de la amiloidosis, pero el pronóstico es malo, especialmente si el diagnóstico se realiza en una fase avanzada de la enfermedad.

Enfermedades de la vesícula biliar y el conducto biliar

El hígado secreta bilis, una sustancia que ayuda a la digestión y absorción de grasas y a la eliminación de ciertos productos de desecho del organismo. La bilis se almacena en la vesícula biliar y se libera en el intestino delgado a través del conducto biliar.

La ictericia (un color amarillo notable en la piel, las membranas mucosas y los ojos) es a menudo el signo principal de enfermedades de la vesícula biliar y del conducto biliar. Una excepción es el cáncer de vesícula biliar, que puede no causar ictericia.

La agenesia de la vesícula biliar es la ausencia de vesícula biliar desde el nacimiento. A menos que los conductos biliares dentro del hígado también estén ausentes, la falta de una vesícula biliar no causa ningún problema.

La atresia biliar es la falta de desarrollo de los conductos biliares dentro del hígado y es poco frecuente. Los perros afectados presentan ictericia y falta de apetito a una edad temprana. El pronóstico es malo.

La hiperplasia mucosa quística de la vesícula biliar también se conoce como hipertrofia mucinosa quística, hiperplasia mucinosa quística y colecistitis mucinosa. Es el desarrollo y crecimiento de quistes llenos de moco en la vesícula biliar. Puede estar causada por el tratamiento con hormonas esteroideas, como las hormonas reproductivas femeninas. Una etapa temprana del trastorno puede ser una afección conocida como dismotilidad de la vesícula biliar.

Obstrucción del conducto biliar

La obstrucción del conducto biliar se asocia con una serie de afecciones, incluyendo la inflamación del páncreas, la vesícula biliar o el intestino delgado, material extraño en el intestino, cáncer e infestaciones parasitarias. La hinchazón de los tejidos, la inflamación o la fibrosis pueden causar compresión del conducto biliar. El diagnóstico se basa en pruebas de laboratorio, radiografías y ecografía. La cirugía abdominal es a menudo necesaria para diagnosticar y tratar la obstrucción. Sin embargo, en perros con pancreatitis, el tratamiento suele aliviar la obstrucción. Si esto no tiene éxito, puede ser necesaria la cirugía. Si los cálculos biliares son la causa de la obstrucción, puede ser necesario extirpar la vesícula biliar. Cuando el cáncer está presente, la cirugía puede proporcionar cierto alivio, pero no es una cura.

Inflamación de la vesícula biliar (colecistitis)

La inflamación de la vesícula biliar (colecistitis) puede estar causada por infecciones bacterianas, cáncer, traumatismo hepático, obstrucción de la vesícula biliar o coágulos sanguíneos. En algunos casos, la pared de la vesícula biliar está dañada, y la bilis se filtra en el abdomen causando una infección e inflamación abdominal grave, que puede ser mortal. La pérdida de apetito, el dolor abdominal, la ictericia, la fiebre y los vómitos son signos comunes. El perro puede estar en estado de shock debido a la inflamación abdominal.

La inflamación también puede extenderse a las ramas circundantes del conducto biliar y al hígado. El diagnóstico se basa en análisis de sangre y hallazgos ecográficos y puede confirmarse mediante biopsia para cultivos bacterianos y análisis de tejidos. El tratamiento suele consistir en la extirpación de la vesícula biliar y la medicación con antibióticos apropiados para tratar la infección. El pronóstico es bueno si la cirugía y los antibióticos apropiados se inician pronto, pero es menos favorable si el diagnóstico y el tratamiento se retrasan.

Mucocele de la vesícula biliar

Un mucocele de la vesícula biliar es una acumulación anormal de bilis dentro de los conductos biliares que produce una obstrucción del conducto biliar. A medida que se expande, el mucocele puede causar inflamación, muerte tisular o rotura de la vesícula biliar. La afección puede ser hereditaria en algunas razas, incluidos los Pastores de Shetland. Las enfermedades subyacentes también pueden predisponer a los perros a la enfermedad. Algunos perros levemente afectados pueden mejorar solo con medicamentos; sin embargo, la mayoría necesitará cirugía para extirpar la vesícula biliar. A menudo se toman biopsias hepáticas durante la cirugía. Los antibióticos suelen ser necesarios durante 4-6 semanas después de la cirugía. Los perros con rotura de la vesícula biliar y septicemia pueden no sobrevivir, incluso con cirugía.

Cálculos biliares

Los cálculos biliares raramente causan enfermedad. Cuando se produce, la enfermedad suele observarse en perros de mediana o avanzada edad, y puede ser más común en perros de raza pequeña. Los signos incluyen vómitos, ictericia, pérdida de apetito, dolor abdominal, fiebre y malestar después de comer, pero muchos perros no muestran signos. Los cálculos biliares se diagnostican mediante ecografía. Dado que las ecografías abdominales se utilizan con mayor frecuencia, los cálculos biliares se están diagnosticando con mayor frecuencia en los últimos años. Los medicamentos, incluidos los antibióticos, pueden tratar a los perros con una enfermedad no complicada. La cirugía para eliminar los cálculos es necesaria si están obstruyendo la bilis o causando colecistitis. También puede ser necesaria la extirpación de la vesícula biliar.

Rotura de la vesícula biliar o del conducto biliar

La rotura de la vesícula o del conducto biliar se debe en la mayoría de los casos a una obstrucción por cálculos biliares, a una inflamación de la vesícula o a un traumatismo cerrado. La rotura del conducto biliar también puede producirse como resultado de un cáncer o de ciertos parásitos. La rotura provoca una fuga de bilis hacia el abdomen, causando una grave afección denominada peritonitis biliar, que puede ser mortal si la rotura no se repara. El tratamiento incluye la cirugía, que consiste en colocar un stent en el conducto biliar, extirpar la vesícula biliar o conectar la vesícula biliar con el intestino delgado.

Para más información

Consulte también el contenido para veterinarios sobre trastornos del hígado y de la vesícula biliar.