Trastornos primarios o hereditarios de la coagulación
No se ha reconocido la deficiencia congénita de ninguna proteína anticoagulante en animales domésticos. Si existiera alguno de estos trastornos en animales, probablemente serían incompatibles con la vida.
Trastornos de la coagulación secundarios o adquiridos
La presencia de hipercoagulabilidad es difícil de evaluar clínicamente en perros y gatos; la importancia de la hipercoagulabilidad y la enfermedad tromboembólica no había sido bien definida en medicina veterinaria hasta la llegada de la tromboelastografía (TEG). La TEG permite la evaluación global de la función hemostática en sangre completa. Las ventajas incluyen la evaluación de las propiedades viscoelásticas del coágulo sanguíneo (incluida la formación, cinética, fuerza, estabilidad y resolución del coágulo) y la detección inmediata de estados hiper e hipocoagulables.
Ciertas enfermedades en animales se han asociado con un mayor riesgo de trombosis. En gatos con cardiomiopatía, más comúnmente la forma dilatada, y también en la forma restrictiva e hipertrófica, pueden formarse grandes trombos en la aorta o en la arteria braquial. Se ha observado trombosis en perros con nefropatías perdedoras de proteínas, hiperadrenocorticismo, neoplasia, hipotiroidismo crónico acompañado de aterosclerosis, golpe de calor y anemia hemolítica inmunomediada. Se han encontrado trombos y tromboémbolos en caballos con enfermedades inflamatorias sistémicas (como cólico, laminitis o colitis equina por Ehrlichia), en casos de colocación prolongada de catéteres yugulares e infusión de fármacos que irritan la vasculatura.
La neoplasia es un factor de riesgo de hipercoagulabilidad y posibles complicaciones asociadas, como enfermedad tromboembólica. Muchas de las células y proteínas implicadas en el mantenimiento de la hemostasia también están implicadas en los procesos de crecimiento, invasión, metástasis y angiogénesis del cáncer. La trombosis venosa profunda es una complicación clínica significativa en pacientes humanos con cáncer, pero se desconoce en perros con cáncer.
En nefropatías perdedoras de proteínas (p. ej., glomerulopatías, síndrome nefrótico, amiloidosis renal) se ha documentado ampliamente la deficiencia de antitrombina III. La antitrombina III tiene un peso molecular de 57 000 kilodaltons (kD), similar al de la albúmina (60 000 kD); por lo tanto, las lesiones glomerulares suficientes para provocar la pérdida de albúmina también producen pérdida de antitrombina III. Otras anomalías identificadas en la enfermedad renal incluyen una mayor capacidad de respuesta de las plaquetas a los agonistas, una mayor actividad procoagulante y una disminución de la actividad antiplasmina.
La hipercolesterolemia se ha relacionado a un aumento del riesgo de tromboembolia. Se plantea la hipótesis de que las concentraciones de fosfolípidos de la membrana endotelial y plaquetaria están alteradas, lo que da lugar a daños en la vasculatura y aumenta la respuesta de las plaquetas a los agonistas, respectivamente. Se ha observado una mayor producción de tromboxano a través de la vía de la ciclooxigenasa en las plaquetas. Las enfermedades caracterizadas por hipercolesterolemia incluyen hiperadrenocorticismo, diabetes mellitus, síndrome nefrótico, hipotiroidismo y pancreatitis. Todos se han asociado con un mayor riesgo de formación de trombos, y a menudo, trombosis pulmonar.
En gatos con cardiomiopatía, se cree que las lesiones endomiocárdicas y el flujo sanguíneo turbulento a través de las cámaras y válvulas cardiacas secundarias a la alteración del funcionamiento del miocardio inician la formación de trombos. No se han observado deficiencias específicas de proteínas anticoagulantes o fibrinolíticas. Curiosamente, la antitrombina aumenta notablemente pero no proporciona beneficios protectores. Los gatos con cardiopatía secundaria a hipertiroidismo a menudo se tratan con fármacos que reducen los signos clínicos de disfunción cardiaca (p. ej., propranolol, atenolol o diltiazem). Dichos fármacos que parecen proteger frente al riesgo de trombosis, alteran la capacidad de respuesta de las plaquetas a los agonistas.
Los caballos con cólico asociado a endotoxemia presentan reducción de la actividad del plasminógeno y de la concentración de la proteína C. Estos caballos tienen mayor mortalidad y riesgo de formación de trombos. Se piensa que la laminitis es el resultado final de diversos trastornos sistémicos. Se han identificado microtrombos en la vasculatura laminar del casco en las primeras etapas de la laminitis. Una teoría es que la endotoxina ejerce efectos directos sobre los vasos y activa los factores de contacto de la cascada de la coagulación. La isquemia laminar secundaria al edema, la compresión vascular y la posible derivación vascular a nivel de la corona también dañan el endotelio. Cuando la circulación se reestablece, aparece la lesión de reperfusión, y el colágeno subendotelial expuesto promueve la trombosis.
El tratamiento más apropiado para un animal con trombos o tromboembolias es el diagnóstico y manejo del proceso de la enfermedad subyacente junto con un buen tratamiento de apoyo, incluido el manejo del dolor. El mantenimiento de una perfusión tisular adecuada es fundamental. La disolución de los coágulos y la prevención de la recidiva de los mismos mediante la administración de anticoagulantes (p. ej., heparina, cumarina y clopidogrel) ha tenido un éxito desigual. La heparina no fraccionada se usa con mayor frecuencia como tratamiento inicial. Se han evaluado las heparinas de bajo peso molecular en gatos con tromboembolismo aórtico, pero el costo es significativamente mayor y no se ha demostrado un beneficio claro en comparación con la heparina no fraccionada. La heparina facilita la acción de la antitrombina, pero para que sea eficaz, debe estar presente una antitrombina adecuada. En los perros con nefropatías perdedoras de proteínas o en caballos con endotoxemia puede ser necesaria la transfusión previa de plasma para que el tratamiento con heparina sea efectivo. La cumarina, que requiere 1-2 días para activarse, ha sido útil para el control o la prevención de la recidiva más que para el tratamiento agudo.
Se han administrado compuestos fibrinolíticos a animales para mejorar la disolución de coágulos. El activador tisular del plasminógeno (tPA) tiene más especificidad por la fibrina que la estreptocinasa o la urocinasa y, por lo tanto, aporta efectos fibrinolíticos más localizados. El mayor inconveniente para el uso del tPA es su elevado coste. Un estudio en gatos con trombosis aórtica tratados con tPA encontró un riesgo de lesión por reperfusión e hiperpotasemia tras la disolución del coágulo. Aunque la disponibilidad de la estreptocinasa es mayor y es más barata, la dosis terapéutica es difícil de determinar. Muchos animales desarrollan anticuerpos de forma natural contra la estreptocinasa como resultado de infecciones estreptocócicas previas.
Más recientemente, se han desarrollado fármacos que inhiben el factor X activado (p. ej., rivaroxabán y apixabán). Estos fármacos pueden administrarse oralmente y no requieren monitorización frecuente. Aunque son eficaces en pacientes humanos, en gatos y perros el uso está limitado. Actualmente, el único tratamiento que ha demostrado aumentar el tiempo de supervivencia tras del episodio trombótico inicial en gatos es el clopidogrel (18,75 mg/gato PO una vez al día), que inhibe la función plaquetaria. Ha mostrado ser más potente y seguro que la aspirina.
Puntos clave
Muchas de las mismas causas subyacentes de CID también pueden causar tromboembolismo más localizado.
La tromboembolia aórtica en gatos con cardiomiopatía tiene un pronóstico reservado y riesgo de recidiva.
El tratamiento de estos gatos es principalmente de soporte, pero a menudo incluye heparina inicialmente y clopidogrel a largo plazo.
Para más información
Consulte también la información para propietarios sobre trastornos de la coagulación sanguínea de los perros, trastornos de la coagulación sanguínea de los gatos y trastornos de la coagulación sanguínea de los caballos.