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Enfermedades de hipersensibilidad en animales

PorIan Rodney Tizard, BVMS, BSc, PhD, DSc (Hons), DACVM
Revisado/Modificado jun 2020

La actividad excesiva del sistema inmunitario adaptativo puede conducir a respuestas inmunitarias inapropiadas conocidas en conjunto como hipersensibilidades. En general, las respuestas inmunitarias innatas inapropiadas lo hacen desencadenando una inflamación que origina daño colateral en los tejidos u órganos cercanos, o produciendo cantidades exageradas de citocinas inflamatorias. Las respuestas inmunitarias adaptativas excesivas, por el contrario, pueden causar daño por múltiples mecanismos. Estas reacciones de hipersensibilidad se pueden clasificar en cuatro tipos distintos. Cada uno implica mecanismos muy diferentes. La hipersensibilidad de tipo I está mediada por anticuerpos IgE y mastocitos; la de tipo II por anticuerpos IgG y/o IgM y complemento; la de tipo III por inmunocomplejos, complemento y neutrófilos; y la de tipo IV por los linfocitos T.

Hipersensibilidad de tipo I

El tipo I, o hipersensibilidad inmediata, comprende las respuestas mediadas por la IgE a antígenos extraños. Estas reacciones pueden ser leves y locales o graves y generalizadas. En su forma más extrema, la hipersensibilidad de tipo I o alergia se presenta como un síndrome de shock letal llamado anafilaxia. La anafilaxia es una manifestación general grave de la interacción de un antígeno (alérgeno) que se une la IgE en los mastocitos (o células cebadas) y basófilos. La unión del antígeno provoca que los mastocitos liberen una mezcla compleja de mediadores inflamatorios, que incluyen:

  • Histamina.

  • Leucotrienos.

  • Factores quimiotácticos para eosinófilos.

  • Factor activador de plaquetas.

  • Cininas.

  • Serotonina.

  • Proteasas.

  • Citocinas.

Algunas de estas moléculas afectan directamente tanto al sistema circulatorio, lo que causa vasodilatación y aumento de la permeabilidad vascular, como a la musculatura lisa, lo que provoca su contracción. Otros mediadores atraen a los eosinófilos al lugar de la reacción.

La gravedad de la anafilaxia depende del tipo de antígeno, de la cantidad de IgE producida, de la cantidad de antígeno recibido y de la vía de exposición. Si el animal ha estado sensibilizado previamente a un alérgeno (antígeno) y produce elevadas cantidades de anticuerpos IgE, la inoculación de antígenos sensibilizantes directamente en el torrente sanguíneo puede dar lugar a un shock anafiláctico y a reacciones alérgicas relacionadas, como ronchas, urticaria y edema conjuntival y facial. Si el alérgeno sensibilizante entra a través de las membranas mucosas o de la piel, las reacciones alérgicas suelen ser más localizadas. Entre los numerosos antígenos que pueden desencadenar reacciones anafilácticas y alérgicas se incluyen el veneno de las picaduras y las mordeduras de insectos, algunas vacunas, fármacos, alimentos y hemoderivados.

Anafilaxia sistémica (reacciones anafilácticas generalizadas) en animales

El shock anafiláctico se da en animales sensibilizados en unos segundos o minutos después de la exposición al alérgeno. En la mayoría de las especies domésticas, los pulmones son el principal órgano diana, seguidos de los vasos portomesentéricos; en el perro es lo contrario. La desgranulación de los mastocitos causa la liberación de histamina y otros mediadores que provocan constricción de la luz bronquial o de las venas pulmonares, el estancamiento de la sangre y edema en el lecho vascular del pulmón, y dificultad respiratoria grave. La desgranulación de los mastocitos en la vasculatura portosistémica causa dilatación venosa y acumulación de sangre en el intestino e hígado. Los signos clínicos pueden ser localizados o generalizados, e incluyen:

  • Nerviosismo y excitación.

  • Prurito alrededor de la cabeza o en el lugar de exposición.

  • Edema facial.

  • Salivación.

  • Lagrimeo.

  • Vómito.

  • Dolor abdominal.

  • Diarrea.

  • Disnea.

  • Cianosis.

  • Shock.

  • Incoordinación.

  • Colapso.

  • Convulsiones.

  • Muerte.

En los perros, el principal órgano afectado por el shock anafiláctico es el hígado, y los signos se relacionan con la constricción de las venas hepáticas, lo que da como resultado hipertensión portal y acumulación de sangre en las vísceras. Los signos gastrointestinales son más frecuentes que los respiratorios en los perros. El tratamiento inmediato, además de tratar la dificultad respiratoria, consiste en la administración sistémica de epinefrina. Los tratamientos adicionales incluyen líquidos intravenosos para controlar el shock y corticoesteroides si es necesario. También puede ser necesario aplicar un tratamiento auxiliar para mantener la presión arterial y la respiración.

Las reacciones urticantes (ronchas) de la piel y de los tejidos subcutáneos y el edema agudo de labios, la conjuntiva y la piel de la cara (angioedema facial-conjuntival) son manifestaciones menos graves de la hipersensibilidad de tipo I. Los eritemas son la reacción menos grave, y pueden no asociarse con otras anomalías clínicas. El edema facial-conjuntival es más grave y puede asociarse con anafilaxia sistémica, de carácter leve a moderadamente grave. Las reacciones urticantes y el edema facial-conjuntival se presentan en la mayoría de las especies y, por lo general, se resuelven de manera espontánea en menos de 24 horas. No todas las reacciones urticantes están mediadas por hipersensibilidad de tipo I.

Reacciones anafilácticas localizadas en animales

La rinitis alérgica, caracterizada por secreción nasal serosa y estornudos, es menos común en los animales domésticos que en las personas. Con frecuencia tiene carácter estacional y se correlaciona con la exposición al polen. La rinitis no estacional puede asociarse con la exposición a alérgenos ubicuos, como mohos, caspa de animales, lechos de paja y alimentos. La obstrucción recidivante de las vías respiratorias en los caballos es probablemente una respuesta a la exposición crónica a los mohos presentes en el heno y en los establos mal ventilados. Investigaciones recientes sobre el "asma equina" han definido un tipo de afección en la que existe predominantemente una respuesta neutrofílica en las vías respiratorias. El resuello estival es una rinitis alérgica estacional, que se manifiesta en ganado vacuno Guernsey o Jersey, en campos con ciertos tipos de pastos que florecen a finales del verano y principios del otoño.

La rinitis alérgica puede diagnosticarse provisionalmente por los siguientes hechos:

  1. Identificación de eosinófilos en el exudado nasal.

  2. Demostración de una respuesta favorable a los antihistamínicos.

  3. Desaparición de los signos cuando se elimina el alérgeno causante.

  4. Desaparición de los signos cuando se elimina, ocasionalmente, su naturaleza estacional.

Las pruebas cutáneas no constituyen un método preciso para identificar las causas de las alergias nasales en animales.

La bronquitis alérgica crónica se ha diagnosticado en perros. Un signo clínico característico es la tos seca, áspera e intermitente que se produce fácilmente con el esfuerzo o al ejercer presión en la tráquea. La enfermedad puede ser estacional. Por lo general no se asocia con otros signos clínicos. El exudado bronquial es rico en eosinófilos y está libre de bacterias. Las radiografías torácicas son normales y puede existir o no una débil eosinofilia periférica. La afección se trata con broncodilatadores y expectorantes (aminofilina y yoduro potásico o guaifenesina). Los glucocorticoides alivian los signos clínicos, especialmente cuando su uso puede limitarse a ciertas estaciones o a un tratamiento con dosis bajas, en días alternos. Por lo general, no es posible evitar el alérgeno o los alérgenos agresores.

La bronquiolitis alérgica es más frecuente en los gatos. Se manifiesta por una tos leve, sibilancias, algo de disnea y aumento de la densidad peribronquiolar en las radiografías, y puede confundirse con otras afecciones, como el asma alérgica o la filariasis pulmonar. Al principio del curso de la enfermedad, los signos clínicos pueden reducirse con antihistamínicos, pero si la gravedad de la enfermedad aumenta, pueden necesitarse dosis moderadas o altas de corticoesteroides. Por lo general, no es posible identificar el alérgeno responsable.

Los infiltrados pulmonares con eosinofilia se dan con mayor frecuencia en el perro, pero se han observado en todas las especies. La enfermedad se asocia con infiltrados inflamatorios difusos en los pulmones y una eosinofilia periférica pronunciada; por lo general hay incremento de las globulinas séricas. A diferencia de lo que sucede en la bronquitis alérgica, los animales afectados con frecuencia presentan disnea o se cansan fácilmente con el ejercicio. El exudado bronquial contiene numerosos eosinófilos. Rara vez se identifica el alérgeno específico responsable. Los glucocorticoides constituyen el tratamiento de elección. Un síndrome similar también se asocia con las infecciones parasitarias residentes o migratorias observadas en los pulmones de los animales jóvenes.

El asma alérgico se observa con mayor frecuencia en los gatos, que presentan signos similares a los observados en las personas. Es más frecuente en verano y en algunos gatos puede desencadenarse al salir al aire libre. Los gatos de interior también pueden contraer asma, a menudo por reacción a los alérgenos de los ácaros del polvo. Los ataques individuales pueden ser transitorios y leves, o prolongados y graves (estado asmático). Los ataques leves pueden manifestarse como sibilancias y toses; en los ataques graves puede haber disnea espiratoria, hiperinsuflación pulmonar, aerofagia, cianosis y esfuerzos desesperados para conseguir aire. Los líquidos de lavado bronquial de los gatos asmáticos contienen eosinófilos.

Las alergias intestinales (alergias alimentarias) se observan principalmente en perros y gatos, en particular en los gatitos. La gastritis alérgica se manifiesta con vómitos, que se producen de 1 a >12 veces por semana, 1-2 h después de comer. El vómito puede estar teñido con bilis. En los gatos, el vómito puede ser el único signo; los perros también pueden tener diarrea intermitente. Los gatos y los perros con gastritis alérgica suelen tener una apariencia saludable, excepto por los vómitos.

La enteritis alérgica se acompaña de una inflamación leve del intestino delgado, pero de escasa o ninguna eosinofilia. Las heces suelen ser de volumen y frecuencia normales, pero varían de blandas a líquidas. Pueden ser sumamente olorosas, especialmente en los gatos. Los animales afectados pueden estar excesivamente delgados, a pesar de presentar buen apetito. Las lesiones cutáneas y el mal estado del pelo se asocian con alergias alimentarias en el gato, y con menor frecuencia en el perro. La alergia se presenta a menudo tras episodios de enteritis vírica, bacteriana o por protozoos, un fenómeno conocido como penetración alérgica.

La enteritis eosinofílica, la forma más grave de la enfermedad intestinal alérgica, se manifiesta por inflamación moderada o grave del intestino y por eosinofilia pronunciada. Se suelen observar diarrea, pérdida de peso y mal estado del pelo. La frecuencia de la colitis alérgica es mayor en gatos que en perros, aunque, en general, no es habitual. En los perros suele relacionarse con frecuentes defecaciones y heces blandas, llenas de moco y, a veces, sanguinolentas; los gatos suelen tener heces más normales cubiertas o moteadas con sangre fresca.

La dermatitis atópica es un trastorno cutáneo complejo, pruriginoso y crónico que se da en muchas especies, pero que se ha estudiado sobre todo en perros. Algunos animales con dermatitis atópica pueden mostrar una predisposición genética que causa producción excesiva de anticuerpos reagínicos (IgE). Se ha calculado que ~10 % de los perros presentan atopia, con predisposición de ciertas razas, como los Terriers, los Dálmatas y los Retrievers. Existe una evidencia creciente de que los perros con dermatitis atópica tienen un defecto de la barrera cutánea y que la mayoría de los alérgenos penetran a través de la piel. Los perros atópicos suelen morderse las patas y las axilas. En las áreas lampiñas es especialmente evidente una sudoración excesiva. La gravedad de las lesiones cutáneas se incrementa por el lamido, el rascado, la infestación por pulgas y la infección secundaria bacteriana o por levaduras. Las lesiones cutáneas atópicas de los gatos pueden ser tanto miliares (costras pequeñas) y extendidas como más grandes y más localizadas. Las lesiones localizadas suelen ser pruriginosas.

En los gatos, los alérgenos alimentarios probablemente provocan más lesiones cutáneas que los alérgenos inhalados. La hipersensibilidad a Culicoides es una dermatitis alérgica estacional de los caballos asociada a picaduras de ciertos insectos de alimentación nocturna, especialmente Culicoides. Se desarrollan lesiones intensamente pruriginosas a lo largo del lomo, desde las orejas hasta el inicio de la cola y el área perianal. Se pueden observar reacciones cutáneas alérgicas similares a las de las picaduras de insectos alrededor de las orejas y en la cara de gatos y perros. (Para el diagnóstico y el tratamiento, ver Dermatitis atópica.)

Reacciones de tipo II

La hipersensibilidad de tipo II se produce cuando los anticuerpos se unen a antígenos localizados en la superficie de las células. Estos anticuerpos unidos pueden entonces activar la vía clásica del complemento, lo que da lugar a la lisis celular o a fagocitosis. Esta destrucción celular puede desencadenarse por muchos antígenos diferentes, pero una infección en un animal predispuesto genéticamente parece ser una vía desencadenante importante. Durante las infecciones se pueden desarrollar anticuerpos de reacciones cruzadas. Estos anticuerpos de reacciones cruzadas dirigidos contra un agente infeccioso se pueden unir también a antígenos de tejidos sanos y desencadenar citotoxicidad mediada por anticuerpos. Ciertos patógenos, como Babesia o Haemobartonella, que parasitan las células, desencadenan una respuesta inmunitaria que las destruye como parte del mecanismo de protección. Como otro ejemplo, los metabolitos de los fármacos pueden unirse a los eritrocitos y crear un nuevo epítopo que estimula una respuesta de anticuerpos, causando así la destrucción de las células por los anticuerpos y el complemento.

Las manifestaciones más comunes de hipersensibilidad de tipo II afectan a las células sanguíneas. Estas incluyen anemia hemolítica si están implicados los eritrocitos, leucopenia que afecta a los leucocitos o trombocitopenia que afecta a las plaquetas. En algunas circunstancias, un ataque citotóxico sobre las células epiteliales vasculares causará vasculitis con extravasación local.

Pancitopenia neonatal bovina

En 2007 apareció en Europa una enfermedad hemorrágica muy grave que afectaba a los terneros; al investigar se descubrió que era el resultado del uso de una vacuna contra la diarrea vírica bovina. El virus vacunal se cultivó en células renales bovinas. Como resultado, estimuló la formación de anticuerpos en algunas vacas receptoras dirigidos contra las moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad de la célula. Estos anticuerpos se concentraron en sus calostros. Cuando sus terneros mamaron, los anticuerpos ingeridos destruyeron las células madre de la médula ósea del ternero y dieron lugar a pancitopenia masiva y letal. La vacuna responsable ha sido retirada.

Reacciones de tipo III

Los complejos antígeno-anticuerpo (inmunocomplejos) depositados en los vasos sanguíneos pequeños fijan el complemento in situ y causan inflamación aguda. La activación del complemento por los inmunocomplejos da lugar a la producción de subproductos del complemento que son quimiotácticos para los neutrófilos. Los neutrófilos son incapaces de ingerir los complejos que están atascados en las paredes de los vasos sanguíneos y liberan su contenido granular en el tejido. Estos gránulos contienen enzimas tóxicas que causan graves lesiones tisulares. Las zonas afectadas con mayor frecuencia por el depósito de inmunocomplejos son las articulaciones, la piel, los riñones, los pulmones y el cerebro.

El requisito previo para que se desarrolle la enfermedad por inmunocomplejos es que persistan los antígenos solubles y los anticuerpos. Estos forman inmunocomplejos insolubles que quedan atrapados en la membrana basal de los vasos sanguíneos pequeños. Una vez formados, los depósitos de inmunocomplejos activan la ruta clásica del complemento. Los fragmentos del complemento atraen a los neutrófilos y también son directamente vasoactivos, lo que desencadena una vasculitis. Estos antígenos pueden persistir por varias razones, entre ellas las infecciones crónicas y ciertos cánceres, especialmente las neoplasias linforreticulares. La exposición a antígenos inhalados también puede ser crónica y, en tales casos, se pueden formar inmunocomplejos en las paredes alveolares. Finalmente, algunos animales responden a sus autoantígenos, que actúan como una fuente crónica de exposición a antígenos. En muchos casos no puede determinarse el origen del antígeno en estos inmunocomplejos.

La localización de los inmunocomplejos está determinada en gran medida por la ruta por la cual el antígeno entra en el organismo. Los antígenos inhalados dan lugar a neumonía, los antígenos que entran a través de la piel causan lesiones cutáneas locales y los antígenos que acceden al torrente sanguíneo forman inmunocomplejos que se depositan en los glomérulos renales o en las articulaciones. Los signos clínicos son, por lo tanto, variables, pero pueden incluir:

  • Fiebre.

  • Signos cutáneos (como eritema multiforme).

  • Poliartritis (cojera intermitente o articulaciones dolorosas e hinchadas).

Otros signos son ataxia, alteración del comportamiento, proteinuria, isostenuria, polidipsia, poliuria, o signos inespecíficos como vómitos, diarrea o dolor abdominal. El diagnóstico se basa en descartar las causas más comunes que producen los signos clínicos mencionados anteriormente. Para confirmar el diagnóstico se debe establecer una relación temporal si se sospecha que la causa es un fármaco o un agente infeccioso, identificar procesos infecciosos crónicos o enfermedades malignas, y efectuar estudios histopatológicos e inmunohistoquímicos de biopsias para identificar vasculitis o nefritis inmunomediadas.

El tratamiento incluye una terapia de apoyo, la eliminación del agente causal o el tratamiento de la enfermedad subyacente, como la administración de antibióticos adecuados para las infecciones bacterianas, el drenaje quirúrgico de los abscesos o del tejido infectado, el tratamiento farmacológico de la dirofilariosis y la suspensión de los fármacos implicados. Puede ser necesaria una terapia inmunosupresora para prevenir el depósito continuo de inmunocomplejos.

Glomerulonefritis membranoproliferativa en animales

La glomerulonefritis membranoproliferativa está causada por inmunocomplejos que se forman en el torrente sanguíneo y se filtran en los glomérulos ( ver Enfermedad glomerular en pequeños animales). Esto da lugar al acúmulo de los complejos insolubles en la membrana basal glomerular. Según su tamaño, pueden depositarse en la superficie subendotelial o subepitelial de la membrana. La glomerulonefritis secundaria se produce como efecto secundario de los trastornos infecciosos crónicos, neoplásicos o inmunitarios. Los animales con glomerulonefritis idiopática (>50 % de los casos) por lo general presentan signos de enfermedad renal, mientras que la glomerulonefritis secundaria suele ser un componente relativamente poco importante de una enfermedad más grave.

Neumonitis por hipersensibilidad en animales

Cuando los antígenos inhalados se encuentran con los anticuerpos circulantes en las paredes de los alvéolos pulmonares, se forman inmunocomplejos en las paredes alveolares que desencadenan una inflamación aguda. La neumonía por hipersensibilidad es más común en grandes animales expuestos prolongadamente a polvos antigénicos. Los antígenos más potentes de este tipo son los contenidos en las esporas de los actinomicetos termofílicos del heno mohoso. La inhalación de estas esporas provoca la enfermedad pulmonar del granjero en el ser humano, y una afección similar en el ganado vacuno. La neumonía por hipersensibilidad se caracteriza por el desarrollo de problemas respiratorios 4-6 horas tras la exposición al heno mohoso. El tratamiento más eficaz consiste en la eliminación de la fuente del antígeno; por otra parte, la terapia con corticoesteroides puede ayudar.

Vasculitis en animales

La vasculitis mediada por inmunocomplejos se da en animales, especialmente en perros y caballos. Las lesiones son más frecuentes en la dermis de las extremidades distales y en las membranas mucosas de la boca, fundamentalmente el paladar y la lengua (perros) y los labios (caballos). Son menos comunes en la nariz, las orejas, los párpados, la córnea y el ano. Las lesiones iniciales se desarrollan como áreas enrojecidas que rápidamente forman erosiones superficiales. En seguida se forma una costra sobre estas erosiones dérmicas. El edema de las extremidades es frecuente en los caballos, y un signo menos habitual, pero igualmente llamativo, en los perros. La vasculitis se observa como una característica del lupus eritematoso sistémico en algunos animales, pero lo más frecuente es que sea idiopática. La vasculitis inducida por fármacos ha sido bien identificada en perros. La vasculitis se detecta durante el examen histopatológico e inmunohistopatológico de biopsias superficiales y profundas tomadas de los bordes de las lesiones.

La vasculitis se trata suprimiendo los fármacos productores y, de ser necesario, administrando un tratamiento inmunodepresor. Los casos no inducidos por fármacos suelen tratarse con glucocorticoides solos o en combinación con otros agentes, como la azatioprina o la ciclofosfamida.

Periarteritis nudosa (poliarteritis nodosa, poliarteritis necrotizante) en animales

La periarteritis nodosa es una enfermedad rara de los animales domésticos causada por el depósito de inmunocomplejos e inflamación de la pared de las arterias de tamaño pequeño y medio. Entre los animales de granja, es más habitual en los cerdos, por lo general relacionada con erisipela e infecciones estreptocócicas, y se atribuye a una reacción de tipo III a estas bacterias o a sus vacunas. Se ha descrito en gatos, aunque se puede confundir con la forma menos grave de la peritonitis infecciosa felina.

Artritis reumatoide canina

La artritis reumatoide canina es el resultado de una inflamación excesiva e incontrolada alrededor de las articulaciones. Se manifiesta inicialmente por cojera y tumefacción de los tejidos blandos que rodean las articulaciones afectadas. Varias semanas o meses después, la enfermedad se localiza en articulaciones determinadas, y aparecen los cambios radiológicos característicos. Estos primeros cambios radiológicos consisten en la tumefacción de los tejidos blandos y pérdida de densidad ósea trabecular en el área de la articulación. Con frecuencia se observan áreas translúcidas de tipo quístico en el hueso subcondral. La lesión más destacada es una erosión progresiva del cartílago y del hueso subcondral en el área de fijación de la cápsula sinovial, lo que origina pérdida del cartílago y colapso del espacio articular. A menudo se manifiestan deformaciones angulares, y una secuela común es la luxación de la articulación. Las deformidades se dan con más frecuencia en las articulaciones del carpo, el tarso y las falanges, y menos habitualmente en el codo y la rótula.

La lesión primaria en la artritis reumatoide canina es la sinovitis proliferativa no supurativa. Esto va seguido de erosión articular y, finalmente, conduce a una anquilosis fibrosa.

En el gato se ha observado también artritis erosiva. Tiende a manifestarse en los machos de edad avanzada y suele asociarse con infecciones con el virus sincitial felino. El desarrollo de esta enfermedad es mucho más insidioso en los gatos que en los perros.

La artritis reumatoide canina no responde bien si solo se administran glucocorticoides sistémicos. Los agentes inmunosupresores con actividad antiinflamatoria, como la ciclofosfamida y la azatioprina, se usan con glucocorticoides para tratar este trastorno. Los AINE como la aspirina, el carprofeno, el etodolaco o el meloxicam pueden proporcionar alivio.

Sinovitis linfoplasmocitaria en perros

La sinovitis linfoplasmocitaria es posiblemente una variante de la artritis reumatoide. Se da en perros de tamaño mediano y grande. Aunque con frecuencia están implicadas varias articulaciones, la enfermedad muestra preferencia por las rótulas. Los signos clínicos más comunes son la presentación de cojera en las patas traseras y el deslizamiento hacia delante de las rótulas. El líquido sinovial contiene linfocitos, células plasmáticas y neutrófilos, aunque en algunos casos el líquido es básicamente normal. El examen de la articulación muestra proliferación sinovial y el alargamiento o rotura de los ligamentos cruzados. El tratamiento es igual al aplicado para la artritis reumatoide canina (véase anteriormente).

Poliartritis idiopática en perros

La poliartritis de etiología desconocida es más común en los perros grandes, especialmente en Pastores Alemanes, Doberman Pinschers, Retrievers, Spaniels y Pointers. En las razas pequeñas, es más frecuente en el Caniche toy, el Yorkshire Terrier y el Chihuahua, o en cruces de estas razas. No hay evidencia de un proceso infeccioso crónico primario ni de lupus eritematoso sistémico. Con frecuencia, la única manifestación es la artritis.

El diagnóstico se establece considerando la historia de fiebre cíclica que no responde a los antibióticos, indisposición y anorexia, acompañadas de rigidez o cojera. Las radiografías no muestran cambios óseos hasta que la enfermedad no está bien establecida. Incluso entonces, los cambios radiológicos son leves y pueden confundirse con los de la enfermedad articular degenerativa. El líquido sinovial contiene leucocitos pero es estéril.

La enfermedad puede controlarse con la administración diaria de elevadas dosis de glucocorticoides, seguida de dosis bajas en días alternos. El tratamiento por lo general puede suspenderse después de 3-5 meses. Los perros que no responden bien a esta terapia (>50 %) pueden tratarse con fármacos inmunodepresores más potentes, como la azatioprina o la ciclofosfamida, además de los glucocorticoides. En algunos animales, las sales de oro aumentan el efecto del tratamiento con glucocorticoides.

Otras reacciones de tipo III

La púrpura hemorrágica de los caballos es una púrpura no trombocitopénica grave que a menudo sigue a la infección por Streptococcus equi; se produce cuando los inmunocomplejos de anticuerpos y antígeno estreptocócico se depositan en las membranas basales vasculares.

La uveítis anterior ("ojo azul") es una reacción mediada por inmunocomplejos que se produce con frecuencia en la etapa de recuperación de la hepatitis infecciosa canina. Surge de la reacción de anticuerpos séricos con células endoteliales uveales infectadas por el adenovirus canino 1. De modo similar, la uveítis recurrente equina se asocia con reacciones inmunitarias a Leptospira o a Onchocerca spp. Esta oftalmía periódica es el resultado de un ataque autoinmunitario. Los anticuerpos frente a algunas serovariedades de Leptospira puede reaccionar de forma cruzada con antígenos retinianos y desencadenar así una oftalmía grave. La uveítis causada por Toxoplasma, o las infecciones por el virus de la peritonitis infecciosa felina en los gatos, también pueden tener una base inmunitaria.

Reacciones de tipo IV

Las reacciones inmunitarias mediadas por células se dan cuando el antígeno desencadena respuestas de tipo 1 mediadas por células. Se producen múltiples citocinas, así como macrófagos activados y linfocitos T citotóxicos. La infiltración de células mononucleares y la liberación de moléculas inflamatorias de estas células causan los procesos patológicos de las reacciones inmunitarias mediadas por células. Entre los antígenos que suelen ser responsables del desarrollo de las reacciones de tipo IV se encuentran las bacterias intracelulares o los parásitos, algunos virus, los productos químicos y, en ciertas situaciones, los autoantígenos celulares. Las lesiones se producen comúnmente en la piel (dermatitis alérgica de contacto) cuando el antígeno entra en contacto con esta. Ejemplos de antígenos que causan respuestas de tipo IV son los metales como el níquel y las sustancias químicas que pueden estar en el césped o en las alfombras (pueden causar dermatitis de contacto en el abdomen ventral de los perros que se acuestan sobre estas superficies). El diagnóstico se basa en la eliminación de otras causas de enfermedad y en la histología. El tratamiento tiene por objeto identificar y eliminar la fuente del antígeno responsable de la reacción, y administrar antiinflamatorios o inmunosupresores, si es necesario.

Reacciones granulomatosas en animales

También pueden producirse reacciones granulomatosas mediadas por linfocitos T alrededor de focos infecciosos persistentes. Estas reacciones a microorganismos como micobacterias, Coccidioides spp, Blastomyces spp e Histoplasma spp, y posiblemente al virus de la peritonitis infecciosa felina, pueden ser el resultado de reacciones celulares inmunomediadas crónicas y activación localizada de los macrófagos. Aunque la inmunidad mediada por células es muy eficaz para controlar ciertas infecciones en la mayoría de los animales, por razones que no son bien entendidas, estos mismos agentes solo son parcialmente eficaces en otros. Estas reacciones granulomatosas se caracterizan por el desarrollo de un estroma fibroso y una infiltración de macrófagos, células gigantes y linfocitos alrededor del antígeno persistente.

Coriomeningitis linfocitaria

La coriomeningitis linfocitaria, una infección vírica de los ratones, resulta de la destrucción por linfocitos T de células infectadas por virus, lo que da lugar a daño en el SNC y coriomeningitis.

Encefalitis del perro viejo

La encefalitis del perro viejo también puede ser el resultado de mecanismos de la inmunidad celular frente a células persistentemente infectadas por el virus del moquillo canino. El comienzo de la infección por el virus del moquillo canino suele pasar desapercibido clínicamente y puede preceder en varios años al desarrollo de la encefalitis.

Hipersensibilidad alérgica por contacto en animales

La hipersensibilidad alérgica por contacto se produce cuando ciertos compuestos químicos reaccionan con las proteínas dérmicas y las modifican. Las proteínas modificadas desencadenan una respuesta inmunitaria mediada por células, que provoca inflamación y lesiona la piel (p. ej., la urticaria por roble venenoso y las ortigas en las personas). Esta reacción se ha descrito en perros, bóvidos y caballos y suele manifestarse como resultado del contacto de los animales con agentes químicos sensibilizantes incorporados en comederos de plástico, collares de plástico y en preparados de administración tópica.

Autoinmunidad específica de órgano

Junto con las inmunodeficiencias primarias y secundarias, el tercer tipo de enfermedad inmunomediada implica el desarrollo de autoinmunidad. Esta es una respuesta inmunitaria dirigida contra los componentes celulares normales. Estas enfermedades pueden ser específicas de órganos, y afectar a un solo órgano, o multiorgánicas, debido a que los antígenos reactivos están ampliamente distribuidos.

Tiroiditis autoinmunitaria en perros

La tiroiditis autoinmunitaria en el perro se caracteriza por la destrucción de la glándula tiroides por un proceso autoinmunitario con componentes tanto humorales (tipo II) como celulares (tipo IV). Es especialmente común en perros Doberman Pinscher, Beagle, Golden Retriever y Akita. El hipotiroidismo puede ser la única manifestación de la enfermedad o ser un componente clínico o subclínico de un trastorno autoinmunitario más generalizado, como el lupus eritematoso sistémico o la panendocrinopatía.

Adrenalitis autoinmunitaria en perros

La adrenalitis autoinmunitaria se ha descrito en perros. Las glándulas adrenales son destruidas lentamente por un infiltrado de células plasmáticas y linfocitos. Cuando se ha destruido suficiente tejido glandular, los perros desarrollan el síndrome de Addison (hipoadrenocorticismo). Este proceso se puede asociar a la tiroiditis autoinmunitaria (véase anteriormente).

Anemia hemolítica inmunomediada (AHIM) y trombocitopenia inmunomediada en animales

La producción de autoanticuerpos contra antígenos eritrocitarios o plaquetarios produce anemia y trombocitopenia, y las reacciones de tipo II son las más comunes. Los anticuerpos y el complemento se fijan a los eritrocitos, ya sea directa o indirectamente, a través de un antígeno absorbido a estos, y luego median su destrucción, lo que da lugar a anemia grave potencialmente mortal. Se ha documentado trombocitopenia concomitante en el 60 % de los casos. La AHIM puede asociarse con lupus eritematoso sistémico o con neoplasias linforreticulares. Los fármacos o infecciones pueden precipitar los episodios de anemia o trombocitopenia hemolíticas en muchas especies. Con mucha frecuencia se desconoce la causa desencadenante.

La AHIM se presenta en varias formas clínicas: hiperaguda, aguda o subaguda, crónica, enfermedad por crioaglutininas y aplasia eritrocitaria. La mayoría de las formas son tratables pero las recidivas son frecuentes.

La AHIM hiperaguda se observa principalmente en los perros adultos de las razas más grandes. Los perros afectados están gravemente deprimidos y sufren un descenso rápido del hematocrito en 24-48 horas, con bilirrubinemia e ictericia variable, y, a veces, hemoglobinuria. Inicialmente, la anemia no responde bien, pero puede hacerlo antes de 3-5 días. También puede haber trombocitopenia. Las pruebas de antiglobulina suelen ser negativas, y puede o no haber esferocitos, pero se observa una intensa aglutinación de eritrocitos en capilares o portaobjetos. La autoaglutinación no se dispersa mediante dilución salina, por lo que se denomina anemia hemolítica con aglutininas en solución salina. El suero suele contener autoanticuerpos que producen aglutinación de la mayoría de los eritrocitos del donante.

El pronóstico de la AHIM hiperaguda es reservado, incluso con tratamiento rápido y enérgico. El tratamiento más eficaz es la inmediata utilización de altas dosis de glucocorticoides y ciclofosfamida, junto con la transfusión de sangre compatible. Si se tiene que utilizar sangre incompatible, antes hay que heparinizar al animal y mantenerlo con heparina durante 10 días. Incluso sin transfusión, la heparinización puede ser beneficiosa durante las primeras 2 semanas o más. Se puede utilizar inmunoglobulina humana y un sustituto sanguíneo de hemoglobina bovina para mantener al paciente hasta que el tratamiento inmunosupresor reduzca la destrucción de eritrocitos.

La AHIM aguda es la forma más común de la enfermedad, sobre todo en el Cocker Spaniel. Los signos iniciales son palidez, fatiga y, con menor frecuencia, ictericia. La hepatoesplenomegalia es un signo destacado. El recuento leucocitario puede estar incrementado debido a hiperplasia de la médula ósea. La autoaglutinación de eritrocitos es poco habitual, y la prueba de Coombs por lo general es positiva. Estos animales suelen responder bien al tratamiento con glucocorticoides. Si no se advierte una respuesta favorable en 7-10 días, deben agregarse fármacos citotóxicos (ciclofosfamida o azatioprina) al régimen terapéutico.

La AHIM crónica difiere de la forma aguda en que el hematocrito desciende hasta un determinado nivel que permanece constante durante semanas o meses. La respuesta de la médula ósea es normal o excesiva, y la prueba de antiglobulina suele ser negativa. La AHIM crónica es relativamente más común en los gatos que en los perros. En general, la anemia responde al tratamiento al principio de la enfermedad, pero en menor grado o nada cuando la afección se torna grave. Inicialmente se trata con glucocorticoides; si no hay respuesta en 2 semanas, se pueden agregar fármacos citotóxicos al protocolo terapéutico.

La enfermedad por crioaglutininas es un tipo de AHIM en perros y caballos. El trastorno con frecuencia es idiopático, pero puede ser secundario a una infección, a otras enfermedades autoinmunitarias o a un proceso neoplásico. Los autoanticuerpos IgM pueden ser aglutinantes o no aglutinantes. No se produce aglutinación completa a la temperatura corporal, sino cuando se enfría la sangre, por lo que es más frecuente en las estaciones y climas fríos. Los signos iniciales pueden corresponder a los de una enfermedad hemolítica; en el tipo aglutinante, la estasis venosa puede producir necrosis de la nariz, las puntas de las orejas y la cola, los dedos, el escroto y el prepucio. El diagnóstico se basa en la autoaglutinación reversible que se produce solo a 4 °C. La reacción directa de antiglobulina suele ser negativa a IgG, con frecuencia positiva para C3 y a menudo positiva a IgM, si la reacción se lleva a cabo en frío. La mortalidad es alta. En ausencia de un trastorno precipitante obvio, como infecciones o neoplasias, la enfermedad se controla mejor con dosis elevadas de glucocorticoides combinados con ciclofosfamida.

La aplasia eritrocitaria es más común en perros. Se manifiesta de dos formas, una en cachorros destetados y hasta que son adolescentes, y la otra en adultos. A diferencia de la AHIM, la médula ósea no produce elementos eritroides de forma selectiva; no están afectados los granulocitos o las plaquetas. La anemia periférica, por lo tanto, no se manifiesta. El ataque inmunitario se dirige contra los precursores de los eritrocitos y la prueba de antiglobulina suele ser negativa. El tratamiento suele ser igual al utilizado para la AHIM crónica, pero la recuperación puede ser muy lenta.

La trombocitopenia inmunomediada es común en los perros. Se produce con más frecuencia en las hembras que en los machos. El signo clínico más habitual es la hemorragia de la piel y de las membranas mucosas. Otros signos que también pueden observarse son melena, epistaxis y hematuria, y se puede producir una anemia intensa. La anemia hemolítica y la trombocitopenia a veces se manifiestan conjuntamente. La trombocitopenia inmunomediada suele diagnosticarse a partir de los recuentos reducidos de plaquetas periféricas, a pesar de existir megacariocitosis pronunciada en la médula. A veces, los megacariocitos pueden estar ausentes en la médula de manera selectiva. Las pruebas de anticuerpos antiplaquetarios son difíciles de efectuar, por lo que el diagnóstico suele basarse en el cuadro clínico y en la respuesta al tratamiento.

Los animales con trombocitopenia inmunomediada que presentan solamente hemorragias petequiales y equimóticas, sin pérdida significativa de sangre y megacariocitos en la médula, pueden tratarse inicialmente con glucocorticoides. Después de 5-7 días de tratamiento, los signos clínicos deberían desaparecer y el recuento de plaquetas comenzar a aumentar. Si el recuento de plaquetas no aumenta significativamente en 7-10 días, puede añadirse a los glucocorticoides ciclofosfamida, azatioprina o vincristina.

En animales con megacariocitos en la médula y grave pérdida de sangre, es deseable obtener una respuesta más rápida al tratamiento. Estos animales se tratan con una sola inyección de vincristina combinada con glucocorticoides diarios, con la que suele obtenerse una respuesta favorable a los 3-5 días. Si la pérdida de sangre representa una amenaza para la vida, debe administrarse sangre completa rica en plaquetas. Si antes del día 7 se ha elevado el recuento de plaquetas, se evitan las recidivas empleando únicamente glucocorticoides. Si no hay respuesta tras 7 días, se administra una segunda dosis de vincristina. Si el recuento de plaquetas todavía es bajo después de 2 semanas, la vincristina se suspende y se agrega ciclofosfamida o azatioprina.

Los animales con trombocitopenia y sin megacariocitos responden mucho más lentamente a los glucocorticoides, o a los glucocorticoides y la vincristina. El tratamiento preferido para estos animales es mediante prednisolona y ciclofosfamida, y no se debe esperar una respuesta antes de 1-2 semanas después de comenzar el tratamiento. El tratamiento puede interrumpirse en la mayoría de los animales con trombocitopenia inmunomediada 1-3 meses después de que el recuento de plaquetas vuelva a la normalidad. Algunos animales presentan una trombocitopenia persistente, a pesar del tratamiento farmacológico, o pueden mantenerse únicamente con la administración crónica de dosis elevadas. Las alternativas son permitir que el animal viva con la trombocitopenia si los signos son escasos, o aplicar un tratamiento farmacológico combinado a largo plazo con glucocorticoides y vincristina, azatioprina o ciclofosfamida. La esplenectomía raras veces es curativa por sí sola, pero puede permitir el uso de dosis menores y más seguras de fármacos inmunosupresores.

Enfermedades cutáneas autoinmunitarias en animales

En las enfermedades cutáneas autoinmunitarias, los animales afectados producen autoanticuerpos contra las proteínas intracelulares del cemento en la epidermis. Esto promueve la proteólisis local, lo que da lugar a la separación de las células epidérmicas (acantólisis) y al desarrollo de vesículas dentro de la piel.

El pénfigo foliáceo es la más común de estas enfermedades, y se da con más frecuencia en perros que en gatos y caballos. Se caracteriza por el desarrollo de erosiones, úlceras e incrustaciones gruesas en la piel y en las uniones mucocutáneas. La ausencia de lesiones en la boca y la naturaleza costrosa, gruesa y extendida de las lesiones cutáneas diferencian a este trastorno del pénfigo vulgar, mucho menos frecuente. Los autoanticuerpos en la piel reaccionan con el cemento intracelular (desmogleína), lo que da lugar a su degradación y separación de las capas celulares cornificadas y no cornificadas. Es necesario inmunosuprimir para tratar la enfermedad. En el tratamiento inicial suelen usarse dosis elevadas de glucocorticoides, pero una vez controlada la afección, se utilizan dosis bajas, administradas en días alternos. Los fármacos inmunosupresores más potentes, como la ciclofosfamida o la azatioprina, se pueden emplear con los glucocorticoides en los casos en los que no reaccionen a los esteroides solos. El pronóstico a largo plazo de los animales que no responden bien al tratamiento inicial, o que necesitan dosis elevadas de fármacos para controlar las lesiones, es malo.

El pénfigo vulgar es una enfermedad cutánea autoinmunitaria menos frecuente que el pénfigo foliáceo. Se caracteriza por la formación de vesículas a lo largo de la unión mucocutánea de la boca, ano, prepucio y vulva, y en la cavidad oral. Otras áreas de la piel solo están afectadas levemente. Debido a que la epidermis de los animales es relativamente delgada (en comparación con la piel humana), estas vesículas revientan rápidamente y forman erosiones; en consecuencia, las ampollas características rara vez se observan. Las vesículas se forman como resultado de la acantólisis suprabasal. Las lesiones suelen complicarse con una infección bacteriana secundaria y, si no se tratan, la enfermedad puede ser mortal. El pénfigo vulgar se trata con dosis elevadas de glucocorticoides, solos o en combinación con otros fármacos, como la ciclofosfamida, la azatioprina o las sales de oro. Es difícil evitar las recidivas, y el pronóstico a largo plazo de los animales afectados es de regular a malo.

El penfigoide ampollar es una enfermedad muy poco común de la piel del perro, presente sobre todo en Collies y Doberman Pinschers. Las lesiones con frecuencia están extendidas, pero tienden a concentrarse en la ingle. La piel afectada recuerda a una escaldadura. También se desarrollan bubas; son subepidérmicas y pueden estar llenas de eosinófilos. En secciones inmunohistológicas se observan autoanticuerpos contra las proteínas de la lámina basal. El tratamiento de elección es la prednisolona junto con la azatioprina; suele haber remisión, pero puede ser necesario un tratamiento farmacológico continuo con dosis elevadas para mantener la enfermedad bajo control. El pronóstico a largo plazo es malo.

Miastenia gravis en animales

La miastenia gravis es una enfermedad autoinmunitaria en la que los autoanticuerpos dirigidos contra los receptores de acetilcolina de las células musculares causan degradación o bloqueo de los receptores y, por lo tanto, bloquean la transmisión neuromuscular. La enfermedad se caracteriza por debilidad muscular generalizada extrema, acentuada por el ejercicio ligero. En los perros, el megaesófago, debido a la parálisis de los músculos esofágicos, es con frecuencia una dolencia principal o secundaria. En las personas, la miastenia gravis se asocia frecuentemente con timomas, hecho que no suele darse en las especies domésticas. La administración de una anticolinesterasa de acción corta (cloruro de edrofonio) da lugar a un aumento drástico en la fuerza muscular. El tratamiento se efectúa mediante una anticolinesterasa de acción prolongada. Es aconsejable aplicar un tratamiento farmacológico inmunosupresor crónico para esta enfermedad. Los autoanticuerpos contra los receptores acetilcolínicos pueden detectarse en el suero de los animales afectados mediante un estudio inmunohistopatológico, utilizando como sustrato un músculo normal.

Meningitis inmunomediada en animales

La meningitis inmunomediada se presenta en ejemplares jóvenes o adolescentes de Beagle, Bóxer, Braco Alemán de pelo corto y Akita, pero es más rara en otras razas puras y en cruces. Los signos clínicos incluyen:

  • Episodios cíclicos de fiebre.

  • Dolor y rigidez graves del cuello.

  • Renuencia a moverse.

  • Depresión.

Cada episodio dura 5-10 días, con intervalos de normalidad completa o parcial que duran alrededor de 1 semana. Durante los ataques se incrementan los valores de proteínas y neutrófilos en el LCR. La lesión primaria es una arteritis meníngea, pero en ocasiones también se ven afectados otros órganos. Con frecuencia, esta enfermedad es autolimitante, por lo que con el tiempo los ataques se vuelven menos virulentos y frecuentes. Los glucocorticoides reducen la gravedad de los ataques. En algunos animales, la enfermedad llega a ser crónica y solo responde parcialmente al tratamiento.

Una forma más grave de este tipo de meningitis se ha descrito en el Boyero de Montaña Bernés. En esta raza canina, la enfermedad es algo cíclica, pero la resolución en los periodos intermedios es más corta que en otras especies. Las anomalías del LCR se asemejan a las observadas en otras razas. Debe tratarse con elevadas dosis de glucocorticoides durante largos periodos.

Un síndrome de meningitis, frecuentemente asociada a poliartritis, se observa en Akitas jóvenes. Los perros muestran intensos episodios de fiebre, depresión, dolor y rigidez cervical, y rigidez generalizada. Los animales afectados crecen lentamente y suelen tener un aspecto general poco saludable. La enfermedad no responde bien al tratamiento con glucocorticoides y a la terapia inmunosupresora. La mayoría de los perros afectados son eutanasiados de jóvenes. En los Akitas de avanzada edad se observa una forma más leve de la enfermedad que responde mejor al tratamiento, y puede asociarse a pénfigo foliáceo, uveítis y tiroiditis linfoplasmocitaria.

Queratitis sicca en perros

La queratoconjuntivitis seca es un síndrome de "ojo seco" que se produce en los perros. Puede presentarse como enfermedad primaria o secundaria al uso crónico de sulfamidas. Es el resultado de la destrucción inmunomediada de las glándulas lagrimales y es similar al síndrome de Sjögren de las personas. Los perros afectados pueden responder favorablemente al colirio de ciclosporina.

Autoinmunidad multiorgánica

Lupus eritematoso sistémico (LES) en animales

Esta compleja enfermedad autoinmunitaria se da en perros, es poco frecuente en gatos y se ha descrito en grandes animales. Tiene dos características inmunológicas constantes: la enfermedad por inmunocomplejos y la tendencia a producir múltiples autoanticuerpos. Clínicamente refleja la combinación de los mecanismos de tipo II y III. El LES se diagnostica evidenciando anticuerpos frente a los ácidos nucleicos (llamados anticuerpos antinucleares, ANA), pero en muchos individuos también puede haber anticuerpos frente a eritrocitos, plaquetas, linfocitos, factores de coagulación y tiroglobulina. La presencia de ANA puede ser diagnóstica de la enfermedad. En cada animal predominan o bien los inmunocomplejos o bien los autoanticuerpos. El depósito de inmunocomplejos alrededor de los vasos sanguíneos pequeños puede conducir a:

  • Sinovitis.

  • Reacciones dérmicas.

  • Erosiones y úlceras orales.

  • Miositis.

  • Neuritis.

  • Meningitis.

  • Arteritis.

  • Mielopatía.

  • Glomerulonefritis.

  • Pleuritis.

La glomerulonefritis es una de las principales complicaciones potencialmente mortales del LES en los gatos. La anemia hemolítica o la trombocitopenia inmunomediadas, o ambas, son las presentaciones más comunes del LES en animales.

El LES se caracteriza por la presencia de ANA, y su identificación o la de las células lúpicas asociadas puede facilitar el diagnóstico. Sin embargo, algunos animales sanos pueden tener ANA, y no todos los animales con LES presentan ANA detectables en su sangre. El diagnóstico del LES debe basarse en el síndrome clínico completo y no solo en la presencia o ausencia de ANA.

El LES por lo general se puede tratar con glucocorticoides. Inicialmente, se usan en dosis diarias elevadas y, cuando remite, se administran dosis bajas en días alternos. El tratamiento farmacológico debe continuarse durante 2-3 meses después de que todos los signos clínicos hayan desaparecido. La ciclofosfamida o la azatioprina, o ambas, se utilizan en combinación con los glucocorticoides en pacientes difíciles de controlar únicamente con estos fármacos.

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